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Michael Rubin

¿Es inevitable la partición de... Turquía?

Turquía está celebrando su 90º aniversario; cuando celebre su centenario, sin embargo, es de suponer que su mapa será muy diferente.

Turquía está celebrando su 90º aniversario; cuando celebre su centenario, sin embargo, es de suponer que su mapa será muy diferente.

El caos mundial existente en 2014 recuerda cada vez más al de hace 100 años, cuando las aspiraciones nacionales y transnacionales pusieron al mundo en el sendero de la guerra. No sugiero que el mundo esté al borde de una catástrofe tal y como la que se desató cuando la bala de un asesino derribó al archiduque Francisco Fernando hace justo un siglo, sino que me refiero más bien a que actualmente hay fuerzas actualmente en juego que, esencialmente, podrían redibujar el mapa.

He escrito anteriormente sobre la posibilidad de que los kurdos iraquíes puedan declarar pronto su independencia formal, una acción respecto la cual incluso los árabes iraquíes mantienen una postura ambigua. A fin de cuentas, la verdadera riqueza petrolífera de Irak se encuentra en el sur del país, y muchos árabes iraquíes estarían muy a gusto guardándosela para ellos solos.

Los kurdos sirios se han mostrado evasivos respecto a su futuro. La administración kurda de la Rojava, una zona autónoma en el noreste de Siria, es relativamente segura, organizada y funcional. Los kurdos dicen que optarán por el federalismo dentro de los límites de Siria, pese a que el auge del Estado Islámico de Irak y el Levante en las zonas que rodean al Rojava sugiere que los acontecimientos en el exterior de su región podrían decidir en última instancia el resultado, en buena medida como ha ocurrido en Irak.

Para los kurdos, sin embargo, Turquía es el verdadero premio; allí es donde vive el grueso de los kurdos, y el sudeste de Turquía sigue siendo un vivero de cultura kurda. El primer ministro Recep Tayyip Erdogan ha abierto negociaciones con Abdulá Öcalan, el encarcelado líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que antaño librara una campaña de terror e insurgencia contra el Estado turco. El PKK ha aceptado un alto el fuego y deponer temporalmente las armas. Si bien Erdogan ha apuntado que podría ofrecer a los kurdos un paquete de reformas antes de las elecciones presidenciales de agosto, para las que desea el apoyo kurdo, los antecedentes no deberían despertar demasiada confianza a los kurdos: cada acercamiento que ha realizado Erdogan hacia ellos ha tenido lugar con unas elecciones como telón de fondo, y una vez éstas quedaron atrás, Erdogan renegó de sus promesas. Puedes engañarme una vez, puedes engañarme dos… pero pocos kurdos están dispuestos a ser engañados una tercera vez, excepto, quizá, con una lucha como telón de fondo.

Y aquí radica el problema: si Erdogan cumple sus reformas con los kurdos, entonces situará a Turquía en el camino hacia el federalismo, un paso intermedio para la independencia. Los turcos también deben prepararse para la liberación de Öcalan; puede que le consideren un terrorista, pero Erdogan lo ha convertido en el hombre indispensable. Simplemente, no hay ningún resultado que no contemple a Öcalan liberado, en primer lugar de su aislamiento y después de la prisión, momento en el que los kurdos y muchos otros lo recibirían como a un Mandela kurdo.

La demografía también juega a favor de los kurdos. Erdogan puede esperar que la solidaridad religiosa se imponga al nacionalismo, pero es una esperanza ingenua. Los kurdos turcos se pueden oler un Estado, y con los kurdos iraquíes a punto de lograr ese sueño no habrá manera de negar a los kurdos anatolios ese mismo resultado. El mapa está cambiando. Turquía está celebrando su 90º aniversario; cuando celebre su centenario, sin embargo, es de suponer que su mapa será muy diferente. Cuando eso suceda puede que los turcos puedan honrar a Erdogan como a su sultán. No obstante, el nuevo Kurdistán debería poner a Erdogan en sus monedas junto a Öcalan y Barzani por ser el hombre que lo hizo posible.


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