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Miguel del Pino

El zoo de la demencia

En el Síndrome de Noé lo que se apelotona en el domicilio de quien lo sufre es una increíble variedad y cantidad de animales domésticos.

Los psiquiatras lo conocen bien y saben que su curación no es sencilla; se trata de una variante del llamado Síndrome de Diógenes que impulsa a algunas personas a almacenar toda clase de objetos, en su mayoría inservibles. En el Síndrome de Noé lo que se apelotona en el domicilio de quien lo sufre es una increíble variedad y cantidad de animales domésticos.

Quienes padecen el Síndrome de Noé suelen llevar una existencia miserable a causa de las incomodidades y los gastos que les acarrea su obsesión por salvar animales abandonados recogiéndolos en su propia casa, muchas veces de reducidas dimensiones. Esta situación suele tener un final trágico par los animales recogidos y muchas veces también para la persona afectada.

De cuando en cuando el problema sale a la luz cuando se producen denuncias vecinales a causa de los ruidos y males olores que suelen salir de los domicilios refugio. Otras veces es todavía más trágico, pues el drama se descubre al fallecer el propietario de los animales, que por regla general suele ser una persona solitaria.

Así ha sucedido recientemente en la localidad cacereña de Acebuche, toponímico derivado del nombre común del olivo silvestre. La muerte de un hombre de edad no demasiado avanzada permitió descubrir los sesenta gatos que había recogido y que cuidaba como podía en su domicilio.

Hace no demasiados años la historia habría terminado con la recogida y sacrificio de los pobres animales; en la actualidad, los esfuerzos de las protectoras, tanto públicas como privadas, suelen movilizarse para evitar una matanza general y tratar de encontrarles acogida. Así ha ocurrido en este caso, de manera que el futuro de los felinos no parece comprometido, al menos a corto plazo.

Al profundizar en las causas y efectos del Síndrome de Noé, los profesionales de la psicología suelen encontrarse frente a personas de buenos sentimientos, compasivas y solidarias. Su pasión por los animales y la pena que les produce su situación de abandono y el riesgo en que se encuentran sus vidas les lleva a no saber "mirar para otro lado" cuando ven un animal abandonado, lo recogen y lo adoptan pensando que uno más no va a ser problema.

Pero lo es: hacinados, sin espacio suficiente y sin poder desarrollar su inventario natural de comportamiento, los habitantes de esta demencial arca suelen pelear y lesionarse, enfermar siendo víctimas de epidemias y muchas veces carecer de asistencia veterinaria, toda vez que el afectado no se atreve a confesar al profesional lo que alberga en su domicilio.

La principal razón por la que los afectados recogen animales es evitar su muerte en caso de que sean descubiertos por los correspondientes servicios municipales. El siniestro fantasma de los laceros que perseguían a todo perro o gato que vagase por las calles, para conducirlo a la perrera y sacrificarlo, pesa demasiado para muchas personas sensibles. Recoger y alojar en casa es la única manera que encuentran para evitar que esto suceda.

En este sentido cabe pensar que las nuevas Leyes de Protección Animal que ya han sido aprobadas en diferentes comunidades españolas, Madrid entre ellas, disminuirán la tensión de las personas que se sienten responsabilizadas y recogen a los animales. En un futuro ya muy próximo, entregar los animales abandonados a estos servicios no será condenarlos a muerte, sino ofrecerles una tabla de salvación y un camino abierto hacia un nuevo amo. Noé podrá jubilarse felizmente.

Mientras esto ocurre, los servicios sociales tendrán que tratar con comprensión al propietario cuyos animales se ven obligados a confiscar, y asegurarle de que se tomarán todos los medios precisos para no tener que sacrificarlos. Estamos hablando ahora de algo puramente humanitario que afecta a la sensibilidad.

Sin llegar a extremos patológicos, muchos propietarios de animales domésticos están posiblemente afectados por este síndrome, al menos de manera incipiente, lo que se manifiesta en querer atender un número de animales superior al que sus posibilidades de tiempo, espacio y economía les permiten: esto afecta a criadores de pájaros, a fanáticos del acuario, a amigos del perro y el gato. ¡Sálvese el que pueda!

La crianza en casa de "una camadita que se va a repartir entre los amigos que han prometido hacerse cargo de los cachorros" es otra de las causas de estas aglomeraciones. Al final, los que se iban a quedar con los cachorros se volvieron atrás, algunos de los animalitos quedaron en casa y comenzó el problema.

Los animales domésticos, especialmente perros y gatos saben establecer las reglas del juego y hacerse imprescindibles para su amo. Saben reforzar constantemente los vínculos de unión con toda clase de expresiones más o menos rituales, como expresiones faciales, movimiento del rabo, lametones y otras caricias etcétera. Es difícil resistirse, pero sin caer en el chantaje emocional de pensar que ese cachorro tan juguetón tiene que ser eternamente nuestro y que sería un crimen buscarle un nuevo amo. Saber encontrar adoptantes es muy importante, y para ello es recomendable establecer contacto con las protectoras más próximas o afines, y si es posible ayudarles a conseguir sus objetivos.

Porque acumular más animales de los que se pueden mantener con comodidad e higiene entra de lleno en el terreno de la patología, aunque el Síndrome de Noé deba contemplarse con la benevolencia que merece la condición generosa de quienes se ven afectados.

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