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Miguel del Pino

Reflexionando en el día internacional de los buitres

Afortunadamente ya no se matan buitres etiquetándolos como "alimañas", pero siguen teniendo abundantes enemigos, como el veneno.

Afortunadamente ya no se matan buitres etiquetándolos como "alimañas", pero siguen teniendo abundantes enemigos, como el veneno.
Buitre leonado. | Wikimedia

No podemos imaginar el funcionamiento de la naturaleza si la evolución no hubiera solucionado el problema del reciclado de cadáveres. Los necrófagos son grupos animales altamente especializados que cumplen con esta misión imprescindible.

Hay diferentes grupos zoológicos especializados en la alimentación necrófaga; en esta ocasión vamos a reflexionar sobre los buitres, siguiendo la sugerencia de los organizadores de una jornada de reflexión anual sobre este grupo en las fechas coincidentes con los primeros días del mes de septiembre.

Un mundo de especialistas

La península ibérica cuenta con cuatro especies de buitres que han ocupado todos los nichos ecológicos en los que es posible aprovechar la energía contenida en los restos de animales muertos; son el buitre leonado, el buitre negro, el alimoche y el quebrantahuesos. A estas habría que añadir algún visitante esporádico, como el buitre pinto africano, que ocasionalmente se deja ver por nuestras latitudes aunque no pueda considerarse nidificante en España.

El buitre leonado y el pequeño alimoche, o "buitre blanco" son fundamentalmente rupícolas. En referencia al primero, Félix Rodríguez de la Fuente solía hablar de "La ciudad lejana y misteriosa de los buitres" para referirse a los cortados calizos de las hoces del Riaza donde allá por 1975 se constituyó el "Refugio de rapaces de Montejo" para observar y proteger la gran colonia de buitres leonados que allí vive y se reproduce.

El buitre negro, que es el ave de mayor envergadura de la Península Ibérica, no es rupícola sino forestal; anida en grandes alcornoques, encinas y otros árboles del bosque mediterráneo, y saca a su prole adelante en plena insolación o bajo el azote de las tormentas en un verdadero alarde de capacidad de supervivencia.

El quebrantahuesos simboliza el más alto grado de especialización que podemos encontrar en la naturaleza: es capaz de acceder al último tesoro alimenticio contenido en las osamentas de las reses muertas y lo hace no en función de la fortaleza de su pico, sino de una pauta de conducta que consiste en remontarse a grandes aturas transportando las carcasas para estrellarlas sobre una determinada roca llamada "despeñadero"; una vez fracturada la osamenta queda accesible el contenido medular, un tesoro energético.

No es esta la única actividad sorprendente por parte de un buitre: en sus documentales de la serie "El hombre y la Tierra" Félix Rodríguez de la Fuente desveló a sus televidentes la conducta del alimoche consistente en golpear con piedras los huevos de avestruz para romperlos y acceder a su contenido. Félix llamó "buitre sabio" al alimoche, que demuestra ser una de las pocas especies animales capaces de utilizar instrumentos para conquistar el alimento.

También gracias a Félix los amantes de la naturaleza descubrieron en televisión la forma en que los buitres se orientan para descubrir los cadáveres desde las grandes alturas hasta las que se elevan aprovechando las corrientes térmicas.

No lo hacen por el olfato sino por la vista, ya que forman en los cielos una cuadrícula simétrica en la que cada ejemplar observa los movimientos de los más próximos, y se moviliza hacia tierra cuando lo hacen sus compañeros inmediatos.

Las visibles urracas y otros córvidos que revolotean junto a los restos sirven también a los buitres para orientarse hacia los cadáveres.

También un mundo de supervivientes

Parece increíble que España cuente a estas alturas con poblaciones estables, e incluso prósperas, de buitres después de la guerra que vienen sosteniendo contra el ser humano, insensible ante el servicio de protección ambiental que realizan con su necrofagia.

Afortunadamente ya no se matan buitres etiquetándolos como "alimañas", pero siguen teniendo abundantes enemigos, como el veneno, un terrible azote al que se muestra especialmente sensible el alimoche, y últimamente también las hélices de los molinillos de los parques eólicos, no tan limpios como pretendían los movimientos ecologistas cuando estos se instalaron.

También en las últimas décadas las medidas administrativas equivocadas e insensibles se han constituido en enemigos de los buitres; sirva de ejemplo lo ocurrido cuando, con la excusa de la llamada "enfermedad de las vacas locas", se prohibió el abandono de restos de reses muertas en los muladares donde acudían a alimentarse los necrófagos.

La inoportunidad de este tipo de decretos quedó demostrada no solo por la situación de peligro en que se colocó a las miembros de numerosas colonias de buitres, sino también por el perjuicio económico que sufrían los ganaderos al tener que sufragar los gastos de aquellos "carros de la muerte" rodeados por insalubres enjambres de moscas en los que se transportaban ovejas, vacas y cabras muertas en las explotaciones ganaderas.

El amigo de los buitres

A los naturalistas se nos suelen dar muy mal las matemáticas; pero los ornitólogos españoles hemos tenido la suerte de que un profesor de análisis matemático, el Doctor Fidel José Fernández, enamorado de la investigación sobre las aves y muy en particular sobre los buitres, viniera a aportar a la biología sus conocimientos matemáticos y su ingente capacidad de trabajo.

Prácticamente desde niño Fidel José trabajó de manera infatigable en el refugio de rapaces que estableció Adena, con la entusiasta colaboración de Félix Rodríguez de la Fuente en Montejo de la Vega. Allí estaba la "ciudad lejana y misteriosa de los buitres" que decía Félix. Hoy, casi cincuenta años después de la inauguración del refugio, los naturalistas españoles coincidimos en considerar al Doctor Fidel José Fernández como "alma del Refugio de Montejo".

Fidel elabora desde hace muchos años su "hoja informativa" sobre el Refugio que en principio constaba solamente de unas cuantas páginas pero ha terminado por convertirse en tomos de más de seiscientas; también organiza los "censos", contando con la colaboración de centenares de naturalistas que llegan hasta Montejo fieles a la convocatoria: pronto tendrá lugar la correspondiente a otoño de este año.

Como buen matemático nuestro amigo el Doctor Fidel José Fernández ha ido contabilizando durante toda una vida las horas invertidas en trabajo de observación en el Refugio de Montejo. ¡53.529! horas contando nidos y pollos de buitre y registrando todo lo que sucede en los cortados calizos donde anidan estas aves.

Coincidiendo con esta jornada de reflexión sobre los buitres, el Doctor Fidel José Fernández publica en diversos medios un interesantísimo artículo en el que desvela sus conclusiones sobre la reciente temporada de cría de buitres leonados y alimoches; han volado 317 pollos de la primera especie y 16 de la segunda, lo que constituyen datos esperanzadores.

Reconocido por todos los naturalistas españoles como una persona excepcional, Fidel se vuelca en pedir gratitud y placas conmemorativas para quienes han vivido y muerto trabajando en el Refugio, muy especialmente recordando al guarda Hoticiano, un hombre rústico que consiguió acabar con el furtivismo en la zona hablando con los furtivos, uno por uno, hasta convencerlos, con su palabra y con su ejemplo, para que abandonaran sus actividades ilícitas.

Es hora, en esta jornada de reflexión sobre los buitres para que sea el propio Doctor Fidel José Fernández, profesor de análisis matemático y naturalista "alma del Refugio de Montejo", quien reciba el testimonio de gratitud de todos los naturalistas españoles por sus 53.629 horas de trabajo en favor de nuestras aves necrófagas.

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