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Mónica Mullor

Lo que Bachelet no hizo por la mujer

En Nueva York se ha desempeñado como jefa de ONU Mujeres, esa creación de Zapatero en la que se enchufó a la tristemente célebre Bibiana Aído.

En Nueva York se ha desempeñado como jefa de ONU Mujeres, esa creación de Zapatero en la que se enchufó a la tristemente célebre Bibiana Aído.

A fines de este año Chile elegirá un nuevo presidente. Se dice que la supuesta candidata socialista por la Concertación, Michelle Bachelet, está trabajando junto a su equipo en la puesta en escena de su desembarco en el país para la penúltima semana de marzo.

En Nueva York se ha desempeñado como jefa de ONU Mujeres, esa creación de su colega socialista Rodríguez Zapatero que costó cientos de millones de euros a los españoles y donde se enchufó a la tristemente célebre Bibiana Aído, como consejera personal de Bachelet, precisamente.

Desde su cuartel general en la East 42nd Street de Nueva York, Bachelet parece creer que su juego de diva ausente y defensora internacional de la mujer le servirá para volver a ser elegida presidenta. Pero no se ha percatado de un problema que puede aguarle la fiesta. Deberá dar respuesta a las ilusiones frustradas de tantas chilenas que un día creyeron en ella.

El pasado 8 de marzo, Día de la Mujer, el actual presidente de Chile, Sebastián Piñera, aseguró que la situación de la mujer bajo el Gobierno de Bachelet fue de una "tremenda desigualdad". Y estaba en lo cierto.

Bachelet, una vez instalada en el Gobierno, puso énfasis en dar mayor presencia a la mujer en el aparato estatal; es decir, quería más ministras, subsecretarias, intendentas, y eso es bueno, especialmente para las beneficiadas, pero poco hizo por las ciudadanas comunes, aquellas que llevan sus hijos al colegio, trabajan, cocinan... No, no me refiero a la política de dar subsidios de Bachelet, que eso sí supo hacerlo, sino a todo lo que el actual Gobierno ha hecho por la mujer: la extensión del postnatal a seis meses; la lucha contra la violencia sobre las mujeres, que ha tenido como resultado la disminución del número las que mueren a manos de sus parejas; el cambio de la ley del régimen de sociedad conyugal, que sometía a tantas mujeres casadas a una abierta discriminación, al designar al marido como jefe de la sociedad y administrador del patrimonio común, incluso de los bienes propios de la mujer; la creación de cientos de miles de puestos de trabajo, que ha permitido que se incorporen más mujeres al mercado laboral y que muchas salgan de la pobreza.

Todo ello no solo ha fortalecido la posición y los derechos de la mujer chilena, sino que ha beneficiado a la sociedad en su conjunto, haciéndola más equitativa y basada en la igualdad de oportunidades y obligaciones entre hombres y mujeres. Y los datos así lo confirman: entre el primer trimestre de 2010 y el segundo de 2012 la tasa de empleo femenino pasó del 39,5 al 43,7%, y cerca del 60% de los trabajos creados en Chile han sido ocupados por mujeres.

Nadie sabe lo que Bachelet se propone realmente. Su juego hasta ahora ha sido optar por un ambiguo silencio en la distancia, que la ha convertido en objeto propicio para proyectar todo tipo de esperanzas e ilusiones. Pero se le está acabando el tiempo y la esfinge finalmente deberá hablar, y responder a preguntas sobre todo lo que no hizo cuando fue presidenta, sobre la pobreza –que aumentó durante su mandato– y sobre su imperdonable inacción frente al devastador terremoto-tsunami de febrero de 2010, que tantas vidas costó.

Seguramente pronto veremos manar un torrente de promesas populistas de la boca de Bachelet. Para cubrir la falta de respuesta a sus fracasos pasados y de un programa serio de gobierno. Además, todo indica que el personalismo será su nueva marca. Ella, la Salvadora, por sobre los partidos, por sobre todos. Un caudillo que promete que se puede vivir mejor con menos esfuerzo... como prometía Rodríguez Zapatero y como prometieron todos aquellos que llevaron Europa a la crisis. 

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