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Pablo Molina

El bichito

Sacar a las huestes a las calles para atacar a la oposición es típico las dictaduras, pero hacerlo en medio de una crisis sanitaria debería tener consecuencias definitivas.

Sacar a las huestes a las calles para atacar a la oposición es típico las dictaduras, pero hacerlo en medio de una crisis sanitaria debería tener consecuencias definitivas.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez | EFE

En los primeros meses de 1981 comenzaron a producirse hospitalizaciones masivas de personas con una extraña dolencia pulmonar que no remitía tras el tratamiento con antibióticos. Las autoridades se tomaron muy en serio esa epidemia y realizaron numerosos estudios para descubrir el origen del contagio, pero la existencia de varios muertos por la rara enfermedad les obligó a salir en televisión para calmar a la población, que ya había comenzado a sacrificar animales domésticos ante la sospecha de que podrían estar causando el contagio. El ministro de Sanidad tomó cartas en el asunto y caracterizó al responsable de la infección de una manera tan gráfica que ya ha pasado a la Historia: "Es un bichito tan pequeño que si se cae de esta mesa al suelo se mata". Y España durmió tranquila esa noche.

Cuarenta años después, el presidente del Gobierno está gestionando la crisis del coronavirus de una manera muy similar a como se gestionó entonces la del aceite de colza. Pero lo que entonces tenía disculpa por la escasez de medios para luchar contra una epidemia desconocida, a estas alturas del siglo siguiente es una irresponsabilidad demasiado gorda incluso para la banda de Sánchez, la harca de inútiles más desastrosa que jamás se ha sentado en un Consejo de Ministros.

Mientras el mundo civilizado ponía en marcha todo tipo de medidas restrictivas para evitar los contagios masivos, la banda de Sánchez convocaba manifestaciones en toda España en contra del capitalismo. Es decir, de la derecha. O sea, del PP, de Vox y de Ciudadanos (esto último, sin ánimo de ofender). Sacar a las huestes a las calles para atacar a la oposición es el rasgo típico de todas las dictaduras, pero hacerlo en medio de una crisis sanitaria sin precedentes es de un atrevimiento que debería tener consecuencias definitivas si se demuestra que los contagios se multiplicaron por las batucadas feminazis.

Los mismos que ponían el grito en el infierno cuando Rajoy repatrió a un misionero infectado de Ébola ahora piden calma y sentido de Estado porque no se debe utilizar políticamente una crisis de esta magnitud. Pero es que la indignidad de estos individuos no tiene un límite conocido, de manera que estamos a esto de que comparezcan Iglesias y Calvo en La Sexta a denunciar que el bichito del coronavirus ha sido fabricado por el IBEX 35 y culpar de su expansión a los recortes del PP.

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