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Pablo Molina

Ganar la calle con Lacalle

El fichaje de Lacalle es un acto revolucionario que igual no tarda en ser contestado con la contratación de todo un catálogo de progres a la violeta.

El fichaje de Lacalle es un acto revolucionario que igual no tarda en ser contestado con la contratación de todo un catálogo de progres a la violeta.

El fichaje de Daniel Lacalle por Esperanza Aguirre para su equipo electoral es una noticia que ha sorprendido sólo relativamente, porque si el economista se comprometía a colaborar con alguna candidatura, esta sólo podía ser la de la presidenta del PP madrileño. Es decir, la sorpresa es que uno de los economistas más solventes del panorama actual, autor de algunos de los libros más importantes que se han escrito sobre la crisis y la manera de salir de ella, haya decidido involucrarse en un proyecto político. No el que lo haya hecho al lado de Aguirre, una de las pocas personalidades del Partido Popular que defiende las ideas que Lacalle ha plasmado en sus obras.

Esto de contar con personas de brillante trayectoria profesional para asesorar en una campaña electoral es, por otra parte, un gesto inusual entre la clase política, mucho más preocupada por cuestiones de pura mercadotecnia que de forjar un proyecto intelectualmente sólido. Es también un gesto de respeto hacia el electorado, al que se le supone capaz de dejarse seducir por el atractivo de un catálogo de propuestas sensatas encaminadas a mejorar la gestión cotidiana de su ayuntamiento. Desde este punto de vista, el fichaje de Lacalle es un acto revolucionario que igual no tarda en ser contestado desde el propio partido de Aguirre con la contratación de todo un catálogo de progres a la violeta, para compensar este agravio liberal.

Lacalle, un tío que gana mucho más dinero que cualquier político al uso –y además honradamente–, ha decidido involucrarse en la política pero no sabemos exactamente en calidad de qué. Lo cierto es que no se le ven hechuras de teniente alcalde, inaugurando residencias de la tercera edad o la remodelación de los columpios de un parque de Orcasitas, pongamos por caso, pero el poder político tiene un atractivo que a veces resulta irresistible, aunque algunos esas cosas no las entendamos.

Después de ver a Daniel Lacalle en La Sexta impartiendo doctrina sana a los progres indoctos y desmontando la escombrera de falacias con que la izquierda ha construido su discurso, está claro que esta campaña electoral por la alcaldía de Madrid va a ser pedagógica y, sobre todo, muy divertida. Tan sólo con que los electores puedan escuchar mensajes que analicen la realidad sin distorsiones y demuestren por qué no pueden funcionar jamás las medidas de la izquierda, Lacalle y Aguirre habrán rendido un gran servicio a todos los madrileños. A partir de ahora, a ninguno de los dos volverán a llamarlos para participar en los programas A3 Media, pero ¿quién dijo que esto de la política era un camino de rosas?

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