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Pablo Molina

Paquito el calentólogo

Como la Iglesia Católica no tiene problemas, su cabeza visible ha decidido dedicar una encíclica a denunciar los riesgos del inexistente calentón terráqueo.

Como la Iglesia Católica no tiene problemas, su cabeza visible ha decidido dedicar una encíclica a denunciar los riesgos del inexistente calentón terráqueo.
Cordon Press

Como la Iglesia Católica no tiene problemas, su cabeza visible ha decidido dedicar una encíclica a denunciar los riesgos del inexistente calentón terráqueo y a pedir el advenimiento de "una verdadera autoridad mundial". La pieza se titula Laudato si' ("Alabado seas"), pero de su lectura no queda claro si se refiere al Dios canónico, al Universo, a la Madre Tierra o al Anticristo, figura que la escatología cristiana perfila precisamente como una "verdadera autoridad mundial".

En su mensaje a los fieles, a medio camino entre el peronismo trasnochado y el perroflautismo ideológico, el Papa explica su confianza en que alguien acabe de una vez con el sistema de libre mercado, culpable a su juicio de todos los males que aquejan a la humanidad, a pesar de que es el único orden social que permite la prosperidad creciente y el bienestar imparable que experimentan los lugares en los que ha fructificado.

A Paquito le da igual que los templos estén vacíos, la descristianización creciente de la sociedad o las herejías cada vez más boyantes en el seno de la curia, siempre que los católicos "eviten el uso de material plástico y de papel y reduzcan el consumo de agua", que es lo que de verdad le importa a este santo varón, al que la Providencia confió el cuidado de la Iglesia un día en que la Paloma estaba de asuntos propios.

Paquito es un indignado con galones, que aprovecha su condición de líder religioso para mostrarse como un activista de las regiones más basurientas del espectro ideológico. Su responsabilidad es enorme, porque una gran mayoría de católicos, sobre todo los de más edad, hacen suyas las opiniones del Papa aunque desbarre sobre asuntos que nada tienen que ver con su dignidad apostólica. Los demás católicos le escuchamos con atención y reverencia cuando habla sobre cuestiones relativas a la fe, meditamos sus enseñanzas y las incorporamos a nuestro acervo de pobres pecadores. Ahora bien, si decide hacer el tonto escribiendo disparates sobre cuestiones que ni siquiera conoce –su ignorancia sobre los conceptos más básicos de la economía es superlativa, colosal, casi podemita–, entonces que le escuchen los radicales antisistema que flipan con este Papa tan concienciado. Los mismos que, con sumo gusto, quemarían todas las iglesias, afortunadamente ya casi vacías gracias al brillante papado de Paquito I el Calentólogo.

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