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Pablo Molina

Podemitas putinescos

España afronta este embate brutal desatado por Putin con un Gobierno putinesco, lo que resulta muy apropiado para que los actores globales nos ubiquen en el mapa de la inmundicia.

España afronta este embate brutal desatado por Putin con un Gobierno putinesco, lo que resulta muy apropiado para que los actores globales nos ubiquen en el mapa de la inmundicia.
Irene Montero y Ione Belarra, de la facción putinesca del Gobierno. | Dani Gago

La entrevista al presidente del Gobierno en el telediario de TVE de este lunes tuvo una audiencia prácticamente inapreciable. Era yo. Bien, y algunos más, pero poca gente, como corresponde a un medio de comunicación que la izquierda ha devastado en un tiempo récord. La Mateo sentó las bases y su sucesor ha terminado de cuajar un castañazo que hace años parecía inalcanzable, cuando los telediarios de la televisión pública eran siempre el programa más visto del día. Ya ni siquiera la presencia del presidente del Gobierno sirve para arrasar en los índices de audiencia, por eso ponen la entrevista cuando Vicente Vallés ha terminado de azotar a la banda de Sánchez en Antena 3.

El tema del día era la invasión de Ucrania por parte de Rusia, una grave cuestión de política internacional que tiene al Gobierno socialpodemita aturdido, preso de sus numerosas contradicciones. La posición de Pedro Sánchez al respecto es la que cabe esperar de cualquier oportunista, basada fundamentalmente en buscar mecanismos para utilizar las catástrofes en beneficio propio. Así lo hizo Sánchez a preguntas de Carlos Franganillo (inciso: el presentador del telediario público estuvo bastante bien), cuando explicó que el Gobierno aprovechará esta crisis para avanzar en sus medidas económicas. Traducción: Sánchez nos va a seguir crujiendo a impuestos, pero tratará de concitar el máximo apoyo posible para diluir su responsabilidad.

Sánchez, además, va a seguir con su estrategia feminista, progresista, pacifista, sostenible y resiliente, con la profunda sororidad transversal que ha caracterizado esta legislatura. Para ello cuenta con la cosa podemita, que se aberroncha contra el rocaje vivo de los Presupuestos Generales del Estado y actúa de catalizador para que los socialistas no pierdan su perfil más izquierdista. Por eso Sánchez hace ridículos tan grandiosos como los de este lunes, cuando balbuceaba que España no va a enviar armas a Ucrania sino material defensivo, porque las armas de fuego progresistas no dañan; solo pegan tiritos defensivos. Pero es que ni eso toleran los ministros ultraizquierdistas empotrados en su Ejecutivo, convertidos en una facción putinesca que defiende a muerte al presidente ruso al tiempo que afirman que es un ultraderechista vinculado a Vox.

¿Qué líder europeo va a pedir opinión a Sánchez o a buscar su apoyo? Ninguno, claro, porque el personaje es ya un apestado en la escena internacional, como corresponde al único primer ministro occidental que cuenta en su Gobierno con elementos comunistas y, en tal virtud, palafreneros de Cuba, Venezuela o Irán, los tres grandes apoyos mundiales del comunista Putin.

España afronta este embate brutal desatado por Putin con un Gobierno putinesco, lo que resulta muy apropiado para que los actores globales nos ubiquen en el mapa de la inmundicia. Cuando todo esto pase veremos las consecuencias de este aislamiento canalla al que una banda de ultras ridículos ha abocado a una de las naciones sin la cual Europa no tiene sentido.

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