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Pablo Molina

Un Gobierno de talibanes

Si un lobby marroquí estuviera financiando a la izquierda ecologista para acabar con los trasvases en España y llevar la producción agrícola a los predios del sultán, no podría estar saliéndole mejor.

La perspectiva de un Gobierno presidido por Sánchez hace temblar a cualquiera que tenga algo que perder en esta vida; pero si, además, ese Gobierno contara con ministros podemitas la cosa sería ya para ir pensando seriamente en irse al campo a cultivar hortalizas, a ver si pasan pronto estos cuatro años. Si vives en el Levante ni siquiera tienes ese refugio, porque después de una legislatura de talibanes climáticos aquí no va a ser posible plantar ni una lechuga.

El discurso de investidura del candidato socialista fue, como han reseñado todos los medios, una letanía inacabable de chorradas del devocionario progresista sin la menor concreción práctica. Sin embargo, hubo una excepción. Cuando habló de lo que piensa hacer para afrontar el problema del agua en las regiones con escasez de recursos hídricos, Sánchez fue muy explícito. Ahí sí lo tiene claro: bajo su Gobierno, las cuencas de los ríos españoles tendrán que ser autosuficientes. Punto final.

En realidad, no hay que sorprenderse por estas palabras de Sánchez, perfectamente coherentes con la trayectoria de su partido desde que Zapatero se cargó el Plan Hidrológico Nacional para que Carod Rovira y Maragall lo hicieran presidente. Lo que ocurre es que el actual histerismo climático, que ya no respeta ni a las niñas con problemas psicológicos, sirve de excusa perfecta para convertir la guerra de la izquierda contra los trasvases prácticamente en una cruzada religiosa. Tan es así que, para luchar contra la desertificación provocada por ese calentón global, la izquierda quiere convertir en un desierto el vergel agrícola del Sureste español. Como alarde de fanatismo beato, el disparate resulta difícil de superar.

Falconetti confirmó la tesis central de su ministra para la cosa climática, según la cual no hay cuencas deficitarias; es simplemente que cada río lleva el agua que lleva. Este es el nivel de la talibana que ha gestionado la cosa hídrica en este primer año de sanchismo; pero nada que ver con lo que se nos puede venir encima como encarguen a un podemita la gestión de los recursos hídricos de España, porque los de Iglesias solo responden en temas de agua a los intereses del grueso de su electorado, integrado por funcionarios, veganos y senderistas. Vayamos haciéndonos a la idea, si finalmente el Consejo de Ministros se nos llena de perroflautas.

Si un lobby marroquí estuviera financiando en Europa a la izquierda ecologista para acabar con los trasvases en España y llevar la producción agrícola a los predios del sultán, no podría estar saliéndole mejor.

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