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Pablo Planas

Cataluña: lo peor está por llegar

Mas, el tipo que entregó Cataluña a la CUP y designó sucesor a Puigdemont, es ahora, un par de años después, llamado a recomponer el espacio posconvergente.

Mas, el tipo que entregó Cataluña a la CUP y designó sucesor a Puigdemont, es ahora, un par de años después, llamado a recomponer el espacio posconvergente.
EFE

La política en Cataluña es un espectáculo desopilante cuyos artistas nunca defraudan. Cuando ya parece que se había visto todo, llega Toni Comín, exconsejero de Sanidad fugado en Bélgica, y acepta la oferta para ser su número dos en las elecciones europeas. Así, de entrada, el truco no parece gran cosa, pero es que es la cuarta formación política por la que concurrirá Comín, que empezó en una plataforma de apoyo a Pasqual Maragall, pasó al PSC, de ahí a ERC y de ERC a Junts per Catalunya, nombre provisional de los restos más abultados del naufragio convergente.

El proceso separatista ha triturado el sistema de partidos catalán, se ha llevado por delante a Convergència, a Unió, a medio PSC y a lo que quedaba de Iniciativa per Catalunya. Pero en ese contexto de desastre nuclear han prosperado personajes como Comín, que mantiene de momento su acta de diputado de ERC en el Parlament mientras maquina con Puigdemont la destrucción de la misma ERC.

Sin embargo, lo verdaderamente extraordinario es que la sanidad catalana siga más o menos en pie tras el paso por la consejería del ramo de un tipo como Comín, cuyo gran logro fue convertir decenas de ambulatorios en centros de votación del referéndum ilegal del 1-O e hinchar el número de lesionados por las intervenciones policiales.

Pero Comín no es ni mucho menos el único personaje singular alumbrado por el proceso. Los mismos Torra y Puigdemont son la constatación andante de que todo es susceptible de empeorar. Sin ir más lejos, Artur Mas regresa a la escena catalana. El grupo habitual de palmeros, los cantores de Ítaca, ya prepara el terreno en los medios afectos al proceso. Se pretende que el principal responsable del desastre catalán después de Jordi Pujol es la figura templada, moderada y equilibrada que necesita el nacionalismo catalán para superar el trance procesal. Lo que hace una corbata aún hoy en día.

Mas, el tipo que entregó Cataluña a la CUP y designó sucesor a Puigdemont, es ahora, un par de años después, llamado a recomponer el espacio posconvergente. Le empujan y jalean quienes han quedado fuera de la listas de Puigdemont, atropellados por un nihilismo con el que estaban en perfecta sintonía hasta cinco minutos antes. El expresidente, ayuno de afecto, se deja querer, pero participará en la campaña de Puigdemont. De momento, lo del nuevo partido de los críticos tendrá que esperar, aunque sus promotores han dado sobradas muestras de que son capaces de crear un partido en cinco minutos, sobre todo para desligarse de las corruptelas de las siglas que han ido abandonando.

El prófugo, por su parte, no oculta sus intenciones de repartirse lo que sea que quede de Convergència con sus amigos. Tampoco esconde que quiere acabar con ERC y su archienemigo Junqueras, de ahí el fichaje de Comín, un descubrimiento de Junqueras como Rufián. Todas las encuestas predicen que ERC se impondrá en generales, autonómicas y europeas, pero ya fallaron una vez. Resulta que, en el actual contexto, los republicanos que amenazaron a Puigdemont con salir del Gobierno regional si convocaba elecciones en vez de proclamar la república son los moderados. Eso sí, moderados a la catalana, socios de EH-Bildu, "gent de pau", que dicen ellos. Lo peor está por llegar. Torra, Puigdemont, Junqueras y, para variar, Mas.

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