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Pablo Planas

¿Justicia para una perra?

Después de años de proceso, cualquier cosa es posible en Barcelona, que no será la tumba del fascismo sino de la humanidad.

A falta de algaradas nacionalistas, las calles de Barcelona se han llenado estos días de furibundos animalistas que reclaman justicia para una perra llamada Sota, que dicen que fue nada menos que "asesinada" por un guardia urbano que se la quitó de encima de un balazo. La imagen del animal tendido en la acera causó tal conmoción en una parte de la sociedad que las peripecias navideñas de los golpistas presos y fugados han pasado a un segundo plano en favor de la perra de un joven vagabundo.

La desorientación es absoluta. Para miles de personas tiene todo el sentido del mundo pedir "¡Justicia para Sota!", que es el clamor de fondo navideño en la capital del proceso. Se han echado a la calle y los más animalistas llegaron a lanzar vallas contra las puertas del Ayuntamiento de Barcelona pidiendo la cabeza del guardia y la de Colau. De nada le ha servido al agente el alegato de que actuó en defensa propia, que la perra ya le había mordido una vez y que se le tiraba al cuello azuzada por el dueño, quien dice a su vez que él no hizo nada y que su Sota era el colmo de la mansedumbre.

El caso de la mascota Sota es el último filón de los animalistas en una sociedad con masa crítica suficiente para dar cobijo a cualquier tontería, sea la independencia, el crudiveganismo o el patinete. Así es como hay gente que cree que los golpistas presos son presos políticos y piensa también que un animal de compañía, carne para consumo humano en China, merece aquí justicia. En todo caso y si fuera el caso, se debería reparar al dueño, que ha perdido a un ser querido, su única compañía en el dormir al raso. Sin embargo, después de años de proceso, cualquier cosa es posible en Barcelona, que no será la tumba del fascismo sino de la humanidad.

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