El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, Macba, expone desde el pasado viernes la cosa llamada Haute couture 04 Transport, obra de Ines Doujak y que según su propia descripción consiste en que un perro lobo sodomiza a la líder feminista y obrera boliviana Domitila Barrios, quien a su vez acomete por detrás a Su Majestad Juan Carlos I, el rey padre. El director del museo, Bartomeu Marí, amagó con censurar la obra de Doujak, pero las fuerzas vivas del nacionalismo y los más insignes intelectuales del catalanismo escatológico clamaron en tromba "Je suis Ines Doujak", que es austriaca y por eso no lleva acento. Total que Marí se vino abajo y claudicó.
La polémica es una de las consuetudinarias disquisiciones barcelonesas tipo si el comienzo del rollo de papel higiénico se debe colocar hacia dentro o hacia fuera. Todo el mundo está de acuerdo en que el trenecito es un disparate, que la exposición en su conjunto es merde de artista y que la provocación es más bien relativa. Ciscarse en la monarquía ya lo hicieron los Sex Pistols en 1976, los rusos en 1917 y la mayoría de los españoles en 1931. El meollo teórico es si Marí hizo bien o mal en principio al intentar prohibir la exhibición del artefacto fallero, con perdón de los artistas falleros.
La mayoría de los opinadores cree que el director del Macba merece que le acepten la dimisión por censor y sólo un par de disidentes considera que Marí no está a la altura del cargo por haber cambiado de criterio y permitir la exhibición de eso, una estafa desde el punto de vista artístico más obvia que el vaso medio lleno de agua de Wilfredo Prieto, tocomocho cumbre del último Arco valorado en 20.000 euros a pesar de que es más fácil de falsificar que la firma de Dalí.
Hay otras perspectivas del caso. La exposición, que se acompaña de más materiales que no merecen ni siquiera la consideración de polémicos, ha costado 140.000 euros, en los que se incluyen los costes de un seguro de un valor de 50.000 euros por si a algún perturbado se le ocurre fastidiar, siquiera con la mirada, la integridad del real mojón. El dinero proviene de las arcas públicas, puesto que el Macba depende de una troika formada por el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalidad de Cataluña y el Ministerio de Cultura de España. La exposición, por si no fuera suficiente escarnio, dispone además de financiación de la UE, cosa de la que si se enteran los griegos explicaría a las claras por qué se llama griego al griego.
A mayor abundamiento, la presidenta de honor del patronato del Macba es la esposa del ofendido, la reina Doña Sofía. Un amigo del mismísimo rey emérito, Leopoldo Rodés, ejerce de presidente sin más y un grande de España, el conde de Godó, de vicepresidente. Y la lista de vocales la encabeza don Macià Alavedra, amigo íntimo de Jordi Pujol y a quien el juez Ruz, de la Audiencia Nacional, exige más de diez millones de euros de fianza como imputado en el caso Pretoria. Se comenta que el director del Macba ha recibido muchas y muy altas presiones en este caso, pero no se aclara en qué sentido.
Coincide el asunto, además, con unas declaraciones de Artur Mas, presidente de la Generalidad, sobre la posibilidad de que el himno nacional sea pitado en un partido de fútbol y en las que afirma: "No hay que escandalizarse por este hecho. Estamos en democracia. Los pitos al himno se deben aceptar como algo natural. Es algo que ya ha pasado en otras ocasiones. Las aficiones del País Vasco y Cataluña siempre han dado ejemplo de buen comportamiento en estas finales". Sin duda, pitar el himno es de lo más natural. Ahora bien, ¿exhibiría el Macba una escultura de Mas sometido por Carme Forcadell sólo cubierta por un casco nazi y por Junqueras en la retambufa ante la mirada de un Pujol i Soley con las vergüenzas al aire mientras suena Els Segadors? ¿Alguien se atreve?