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Percival Manglano

Lo que de verdad se está jugando hoy en Cataluña

El separatismo ha convencido a buena parte de los catalanes para que sacrifiquen su libertad por amor a la independencia.

El separatismo ha convencido a buena parte de los catalanes para que sacrifiquen su libertad por amor a la independencia.

Lo que se está jugando hoy en Cataluña no es la creación de un nuevo Estado. Tampoco es el derecho a decidir de los catalanes. Ni, por supuesto, el final de un expolio fiscal perpetrado por España. Lo que de verdad se está jugando en estas fechas es la libertad de los catalanes. Pura y llanamente. El auge independentista es un auge liberticida. La libertad es el precio que los secesionistas pretenden hacer pagar a los catalanes por su independencia.

Lo que se está jugando hoy en Cataluña es que la ley sirva de muro protector de los ciudadanos catalanes frente a los poderosos. Cuando el líder de ERC Junqueras dice que es hora de saltarse la legalidad española, lo que le importa de verdad es poderse saltar la ley; que ésta sea española le es secundario. La ley existe, precisamente, para obligar a los poderosos a hacer cosas que no quieren hacer. De esta manera, evita que su arbitrariedad dañe –en la medida de lo posible– los intereses de los ciudadanos. El llamado derecho a decidir busca justificar la vulneración de la ley en provecho no de los catalanes sino de sus dirigentes. Porque, una vez establecido el precedente de que la ley se puede (o debe) infringir "por el bien de Cataluña", ya nada impedirá a los dirigentes catalanes seguir saltándosela o retorcerla a conveniencia en el futuro. Las víctimas de esta arbitrariedad del poder catalán serían, claro está, los catalanes.

Lo que se está jugando hoy en Cataluña es que la mentira sea una fuente de legitimidad y de control social. Cuando los historiadores más activos de una comunidad son sus autoridades políticas, la víctima es la verdad histórica. La plataforma Libres e Iguales ha empezado a desenmascarar la sarta de mentiras oficiales sobre el pasado catalán. Pero, además, es crucial insistir en el ánimo manipulador de los que pretenden engañar a sus conciudadanos con una historia inventada. La mentira se convierte en una forma de comunicación cuando el objetivo político es el control de la población. Los 181 millones de euros repartidos por el Gobierno catalán a 600 medios de comunicación desde 2008 reflejan las ansias oficiales por controlar a los catalanes. En palabras de Orwell: "Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado". El objetivo, efectivamente, es el control.

Lo que se está jugando hoy en Cataluña es que los catalanes puedan disponer de su propiedad privada. La deuda catalana no para de subir y el Gobierno catalán se niega a bajar impuestos (en particular, la tasa marginal del IRPF, que está en el 56%). El gasto autonómico catalán es cerca del doble del madrileño, cuando su PIB es prácticamente igual. El gasto público catalán ya es de por sí una pesada carga que los contribuyentes soportan con enorme dificultad. Su peso aumenta con las cargas ilegales que todo apunta impuso el clan Pujol. El Gobierno catalán está demostrando tener una desmedida voracidad recaudatoria, tanto legal como ilegal. El proceso soberanista es un instrumento para dejar incluso más desamparadas a las víctimas del saqueo, es decir, a los catalanes.

Lo que se está jugando hoy en Cataluña es la creación de un régimen de ciudadanos de primera y de segunda. Los que creen que estarían entre los primeros pueden pensar que esto les beneficiaría. Pero lo cierto es que un Estado capaz de crear ciudadanos de primera y de segunda, de hecho, convierte a todos en ciudadanos de segunda, por estar todos sometidos a los caprichos oficiales. Ahora se están gestando los elementos para diferenciar entre buenos y malos catalanes. Uno, por supuesto, es el idioma. Ese 55% de catalanes para los que la lengua materna es el castellano supone un problema evidente para los separatistas. Otro es la reacción ante las convocatorias de movilización social. Las masivas celebraciones de la Diada están llevando a diferenciar entre los que aceptan portar antorchas o convertirse en un átomo dentro de una V gigante y los que no. Un tercer elemento es la idea de que votar a ciertas opciones políticas no nacionalistas es una especie de traición a la patria. El proceso soberanista necesita de enemigos para mantener su impulso. El enemigo es hoy España o Extremadura. Mañana sería quien no se sintiese catalán, quien no quisiese demostrarlo o quien viviese su catalanidad de una manera distinta a la que exigen los poderes oficiales.

Ninguna de estas amenazas contra la libertad es exclusiva de Cataluña. La opresión, la corrupción y la manipulación se dan en el resto de España y del mundo. El ejercicio del poder político es indisociable de su abuso; por eso mismo debe ser limitado. Lo distintivo de Cataluña es que el separatismo ha convencido a buena parte de los catalanes para que sacrifiquen su libertad por amor a la independencia.

www.pmanglano.com

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