Colabora


Presente y pasado

La colaboración de Zapo y del Futurista con la ETA

Basta que Zapo detenga a unos cuantos etarras para que el Futurista Solemne y sus señoritos expresen su satisfacción, olvidando los inmensos premios políticos (la liquidación de la Constitución y la dislocación de España) otorgados a los asesinos por el gobierno, el mayor colaborador que la ETA ha tenido en su historia. Realmente sorprende que la ETA no se haya dado por satisfecha, porque jamás había conseguido tanto y tan barato, cuando, con Aznar, se hallaba en situación crítica. Imagino que dentro de la banda etarra habrá en estos momentos muchas dudas sobre si seguir pegando tiros o contentarse, al menos de momento, con tan cuantioso botín.

La colaboración de los "gorrinos" con los asesinos tenía, tiene, sólidos fundamentos en una serie de antivalores compartidos: la aversión a la Constitución, a España, a la democracia liberal, una versión totalmente ficticia de la guerra y del franquismo... No se trató en ningún momento de "rendición" a la ETA, como decía el Solemne, sino de pacto con ella para fines comunes.

Que estos pactos se hayan estropeado un tanto no debe borrar la evidencia de lo mucho que ya han avanzado, de lo mucho que ya han destruido; al "olvidarlo", el Solemne apoya la obra gobierno-ETA. Ni debe borrar el hecho de que una ulterior colaboración sigue abierta, como se ha asegurado Zapo en el Congreso. No es lo mismo detener a un etarra con la perspectiva de una larga condena cumplida íntegramente, como empezaba a vislumbrarse con Aznar, que en la perspectiva de una "solución política" y liberación relativamente próxima de los pistoleros, convertidos en héroes populares. También el Solemne "olvida" este dato.

Colaboración, pues, de los "gorrinos" con los asesinos. Y, a su vez, colaboración con los gorrinos por parte de los señoritos-as de la Nena Angloparlante, ansiosos de poltronas y de hacerse simpáticos a los liquidadores de la ley democrática. La vuelta a "lo de siempre". La competencia de miserables. La chusma, que no clase, política.

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De De un tiempo y de un país

"(Después de la liberación de Oriol y Villaescusa y las caídas correspondientes) En diversos comités los militantes se disfrazaban estrafalariamente y, por evitar llamar la atención, conseguían lo contrario. Cualquier conocido que los tropezase en la calle no dejaba de identificarlos, boquiabierto ante las curiosas vestimentas, teñidos de pelo y aparatosas gafas de sol en pleno febrero, del supuesto irreconocible. A algunos no les llegaba la ropa al cuerpo. Un comité entero se refugió en un piso y apenas se atrevía a salir de él. En una habitación de una residencia universitaria permaneció varios días un círculo estudiantil, acrecentado con otros perseguidos y algún miembro del Grapo. Cubrir los puestos de responsabilidad se hacía complicado, pues casi nadie los aceptaba, y a veces quien aceptaba un día dimitía o desertaba al siguiente. Los detenidos y fichados sumaban una mayoría de las células de base y comités locales.

No obstante, fueron comparativamente pocos los que perdieron los nervios. Aun descorazonados, cumplían con disciplina, una vez se les convencía discutiendo con ellos. Pronto conseguimos restablecer el mínimo de conexiones indispensables. Para poner remedios de urgencia nos movíamos lo imprescindible, que inevitablemente era mucho, sin saber por dónde recibiríamos el próximo mazazo, con la inquietud de vernos asaltados por una manada de perseguidores en el punto de contacto. Teníamos que hablar con militantes y responsables, alentarlos, recuperar o cortar hilos, mantener la alerta frente a incidentes, recabar medios económicos, pisos...
Pérez se había resguardado junto con Montse en una vivienda de las afueras, de la que prácticamente no salía. Allí se reunía con la comisión política. Cuál no fue mi desagrado cuando, a los dos días de admitir mi responsabilidad en la reorganización del partido, Pérez intentaba vetarme: él mismo se haría cargo. Me brotó un sudor frío. A medias rabioso y desesperado, le hice ver que yo tenía más experiencia y que no tenía pies ni cabeza enmendar en tales momentos lo acordado. Le ofrecí carta blanca para revisar cada medida que yo tomase. Brotons me secundó con firmeza y el secretario, haciéndose el demócrata, acató por fin la decisión. No volvió a echar un vistazo a mi trabajo, lo que le sirvió posteriormente para encizañar a los militantes con la historia de que yo disponía las medidas por mi exclusiva cuenta.

No acabaron ahí las trabas. Presenté un plan de reorganización que incluía cometidos para las diversas ramas del partido y la puesta a salvo de la comisión política. Pérez advirtió que a su juicio no se destacaba lo suficiente este último punto, el decisivo. Él proponía que emigrásemos a Argelia. Lo tenía meditado.

– ¿A Argelia? ¡Allí estaríamos coartados! Tendríamos que vivir bajo la protección de los servicios secretos, porque ellos no iban a consentir otra cosa, y además, de no ser así, nos expondríamos a que nos liquidase fácilmente quien quisiera. ¿Y cómo vamos a dirigir desde allá la labor en España? En el extranjero pierdes la perspectiva.
– Lo importante es situarnos fuera del alcance de la bofia. Yo no veo qué tiene de malo que nos protejan los servicios secretos. Seguramente son el sector políticamente más avanzado de Argelia. Y no vamos a llevar la vida típica del exiliado, subvencionados, en hoteles y demás. Les pediremos trabajo en la construcción o donde sea. Así seguimos en contacto con el pueblo y pagamos el favor que nos hacen, ayudamos al país. Los argelinos han sido los únicos que se han portado bien con nosotros, ¿verdad? No hay razones para desconfiar.

Un año después, Pérez y los suyos acusarían frenéticamente a los servicios secretos argelinos de haber vendido a la policía española el comité central del PCE(r). Como se sabe, dicho comité en pleno fue arrestado en Benidorm en octubre del 77. ¿Hasta tal punto se habían entregado a los argelinos que estos se hallaban en condiciones de vender la dirección del partido a Conesa? Increíble.

Bien, cuando se anunció el proyecto migratorio me opuse a él, señalando que no dispondríamos de cobertura más indicada que la aglomeración de Madrid o, mejor todavía, Barcelona. Cuanto más cavilaba, menos me resolvía al destierro. La permanencia en España y el encargarme de la reorganización eran las dos condiciones de mi permanencia en el partido, si bien no las exponía abiertamente –mientras no se cerraran la puertas– para evitar la impresión de ultimátum.

Como alternativa intermedia se sugirió refugiarnos en una ciudad donde nunca hubiera actuado el partido, y que fuese lo bastante grande y tranquila. Pensamos en Alicante... podría discutirse.
Sonó el timbre. Enmudecimos. Nuevos timbrazos. Pérez llamó en voz baja a Montse y le susurró que atisbara por la mirilla. En el rellano esperaban dos mujeres, una con un niño. Al no abrírseles, llamaron a la puerta de enfrente y preguntaron por un piso para alquilar.

– ¡Sí, sí! ¡Un piso para alquilar! ¡Esas andan detrás de otra cosa!
– Igual son mujeres de polis, que se ganan un sobresueldo husmeando de acá para allá
– Seguro. Esos cabrones tratan de rematarnos. Es natural.
– La madre que los parió. Como nos pesquen ahora, no nos reponemos en quién sabe cuánto. ¿Veis como lo mejor es largarnos a Argelia?

Y dale (...)

A la semana, aproximadamente, de la liberación de Oriol y Villaescusa, volvía a funcionar, si bien en precario, la dirección. Se conocía el alcance del desastre. En cada comité local, excepto el de Vizcaya, nos quedaba un número de militantes inferior a la docena, incluso a la media docena, y no todos firmes..."

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"Motivación y democracia", de Sebastián Urbina:

http://documentos.fundacionfaes.info/es/documents/show/00069-05

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De Años de hierro

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Por entonces funcionaban con plena intensidad los campos de exterminio nazis, donde morían o sobrevivían en condiciones brutales millones de presos eslavos (prisioneros rusos, polacos, etc.), gitanos, judíos y otros. Todos ellos sufrieron una mortandad extraordinaria, pero los judíos fueron oprimidos con especial saña. El sistema estaba diseñado para degradar y humillar "hasta el fondo" a sus víctimas. Uno de los mejores testimonios de los campos lo encontramos en el relato de Primo Levi Si esto es un hombre. Levi, un químico judío italiano que apenas había tenido tiempo de entrar en la resistencia, fue capturado y enviado a Auschwitz en enero de 1944. "En menos de diez minutos todos los que éramos hombres útiles estuvimos reunidos en un grupo. Lo que fue de los demás, de las mujeres, de los niños, de los viejos, no pudimos saberlo ni entonces ni después: la noche se los tragó, pura y simplemente. Hoy sabemos que con aquella selección rápida y sumaria se había decidido de todos y cada uno de nosotros si podíamos o no trabajar útilmente para el Reich; sabemos que en los campos de Buna-Monowitz y Birkenau no entraron, de nuestro convoy, más que noventa y siete hombres y veintinueve mujeres, y que de todos los demás, que eran más de quinientos, ninguno estaba vivo dos días más tarde".

"Más bajo no puede llegarse (…). No tenemos nada nuestro: nos han quitado la ropa, los zapatos, hasta los cabellos (…) Nos quitarán hasta el nombre (…) Pensad cuánto valor, cuánto significado se encierra aún en la más pequeña de nuestras costumbres cotidianas, en los cien objetos nuestros que el más humilde mendigo posee: un pañuelo, una carta vieja, la foto de una persona querida. Estas cosas son parte de nosotros, casi como miembros de nuestro cuerpo, y es impensable que nos veamos privados de ellas. (…) Imaginaos ahora a un hombre a quien, además de a sus personas amadas, se le quiten también la casa, las costumbres, la ropa, todo, literalmente todo lo que posee: será un hombre vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad, falto de dignidad y de juicio, porque a quien lo ha perdido todo fácilmente le sucede perderse a sí mismo; hasta tal punto que se podrá decidir sin remordimiento su vida o su muerte prescindiendo de cualquier sentimiento de afinidad humana; en el caso más afortunado, apoyándose meramente en la valoración de su utilidad".

Esto recuerda las condiciones del ancestral tráfico de esclavos si no fuera porque el objetivo era el exterminio, bien directo, bien por una combinación de hambre, frío y trabajo extenuante. Pero había "los hundidos y los salvados". Los primeros, a quienes, por algún capricho, llamaban "musulmanes", no resistían la presión y vivían poco tiempo: "Su número es desmesurado (…) la masa anónima, continuamente renovada y siempre idéntica, de no hombres que marchan y trabajan en silencio, apagada en ellos la llama divina (…). Se duda en llamarlos vivos (…). Si pudiese encerrar todo el mal de nuestro tiempo en una imagen, escogería esta imagen que me resulta familiar: un hombre demacrado, con la cabeza inclinada y las espaldas encorvadas, en cuya cara y en cuyos ojos no se puede leer ni una huella de pensamiento"*.

Otros, más voluntariosos o capaces, sobrevivían, a menudo a costa de otras miserias: "Las vías de la salvación son, en cambio, muchas, ásperas e impensadas", empezando por la accesión al funcionariado del campo (kapos, enfermeros, encargados de barracas, letrinas, duchas, y hasta jovencillos homosexuales). "Típico producto de la estructura del Lager alemán: ofrézcase a algunos individuos en estado de esclavitud una posición privilegiada, cierta comodidad y una buena probabilidad de sobrevivir, exigiéndoles a cambio la traición a la solidaridad natural de sus compañeros, y seguro que habrá quien acepte (…) Cuando le sea confiado el mando de una cuadrilla de desgraciados, con derecho de vida y muerte sobre ellos, será cruel y tiránico porque entenderá que si no lo fuese lo bastante, otro (…) ocuparía su puesto. Sucederá además que su capacidad de odiar, que se mantenía viva en dirección a sus opresores, se volverá, irracionalmente, contra los oprimidos". "Muchísimos son los caminos imaginados y seguidos por nosotros para no morir (…) Todos suponen una lucha extenuante de cada uno contra todos, y muchos, una suma no pequeña de aberraciones y compromisos. Sobrevivir sin renunciar a nada del mundo moral propio (…) no ha sido concedido más que a poquísimos individuos superiores, de la madera de los mártires y los santos".

"Todo esto está lejos del cuadro que suele imaginarse de los oprimidos que se unen, si no para resistir, al menos para sobrellevar algo. No excluyo que así puede ser cuando la opresión no supera un determinado límite, o cuando el opresor, por inexperiencia o por magnanimidad, lo tolera o lo estimula. Pero advierto que en nuestros días, en todos los países en lo que un pueblo ha puesto su pie de invasor, se ha establecido una situación análoga de rivalidad y de odio entre los sometidos; y esto, como otros muchos hechos humanos, se ha podido comprobar en los Lager con particular y cruel evidencia". La extrema degradación de lo que solemos entender por humanidad, abarcaba, desde luego, a los SS, convertidos en una especie de perros de presa. Ellos supervisaban los campos de muerte, dejando la organización y trabajo práctico a los esclavos privilegiados, sobre quienes ejercían un poder absoluto.

¿Conocía estas cosas el pueblo alemán? Sin duda las ignoraba en sus detalles, y muchos las considerarían imposibles en una población satisfecha, y no sin razones, de de su avanzada cultura. Pero aunque ignorase los detalles conocía a bulto, pero muy bien, el hecho de la persecución, y la mayoría estaba de acuerdo o se desinteresaba de ella, por considerar a los judíos los enemigos peores y más íntimos de Alemania. La mayoría debía de pensar, más que en un exterminio, en una concentración cruel, pero merecida, para obligarles a trabajar en interés del asediado Reich. Dentro del propio Auschwitz, grupos de prisioneros, como los ingleses, que vivían relativamente aislados y en las condiciones exigidas por la legalidad internacional, tuvieron seguramente una información insuficiente sobre lo que pasaba a su alrededor con los polacos, rusos o gitanos, y sobre todo con los judíos.

El mismo nivel de información, todavía más restringido, lo tenían el gobierno y la población españolas. Conocían la existencia de una persecución brutal, pero en su imaginación el sistema nacionalsocialista era caballeroso, o al menos lo bastante caballeroso como para no llegar a tales extremos. Las informaciones más espeluznantes resultaban poco creíbles y tendían a interpretarse como propaganda.


* La descripción es muy similar a la del GULAG soviético: "Los árboles hacían invisibles las estrechas entradas, (…) que conducían a enormes talleres subterráneos, donde miles de forzados y obreros libres llenaban granadas, bombas, minas (…) Toda la zona estaba vigilada por hombres armados del NKVD, que en su mayoría llevaban fieros perrazos adiestrados (…) Caía una fina lluvia. Poco después de las seis vi que un contingente de unos cuatrocientos hombres y mujeres, de diez en fondo, marchaban escoltados por guardias armados hacia los talleres subterráneos. En los años de mi vida había podido contemplar a muchos desgraciados esclavos sometidos a toda clase de privaciones. Nunca supuse que estaba destinado a ver criaturas aún más trágicas (…) Aquellas caras de color amarillo, enfermizo y exangüe, eran espantables mascarillas. Eran cadáveres que andaban, envenenados por las emanaciones de los productos químicos (…) Andaban con silenciosa melancolía, como autómatas, sin mirar a derecha ni izquierda (…) Una mujer se desmayó. Dos guardianes se la llevaron de allí, y ningún preso prestó la menor atención. Habían perdido la noción de la simpatía y las reacciones humanas".

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