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Presente y pasado

Queipo-Franco (IV), las críticas militares (y b)

La marcha sobre Madrid, centro político y administrativo del país, no podía llevarse a cabo, como hemos visto, de igual modo que las primeras operaciones, prácticamente de policía, de la región andaluza. Franco sabía que la toma de la capital con las reducidas fuerzas de que disponía era una labor muy difícil, y que solo la descomposición moral del enemigo podía hacer factible. Lograr esa desmoralización obligaba a no exponerse con peligrosa audacia ni perder ningún encuentro, y eso fue exactamente lo que hizo. A ese fin la toma de Toledo, que desviaba muy pocos kilómetros el avance a la capital, era una baza de máxima importancia. Quizá una mayor audacia habría tenido mejores efectos -- o quizá no--, la cuestión es que las columnas de Franco llegaron a los arrabales de Madrid venciendo siempre, y todos los testimonios insisten en la profunda desmoralización de las fuerzas enemigas, y de los políticos en Madrid mismo, que se apresuraron a huir. No fue la lentitud o el desvío a Toledo los que frustraron la operación, sino la llegada masiva de material soviético y el protagonismo de los comunistas en la capital, mucho más resueltos, mejor oganizados y más valerosos que sus socios del Frente Popular. Franco no pudo calibrar hasta muy poco antes cómo había cambiado la situación.

Queipo hace otra crítica de esas que pueden ser justas o no, nunca podrá saberse: "Si en lugar de llegar hasta Madrid, nuestras tropas hubieran cortado a bastante distancia la carretera de Valencia, las tropas rojas, aún desorganizadas, hubieran sido batidas con facilidad en el camino, con lo que la ya decaída moral de los rojos que se encontraban en la capital hubiera inducido a éstos a la rendición y la guerra hubiera declinado rápidamente". Es posible, claro, y la concepción operativa parece brillante. Pero también es cierto que los nacionales se exponían a un ataque concéntrico desde Madrid y desde Valencia, o a un simple ataque desde Madrid hacia el sur, que cortase las líneas de abastecimiento del ejército de Franco, ya excesivamente alargadas; y expuestas, al discurrir por un pasillo en medio de dos zonas dominadas por los rojos. Dos riesgos muy a tener en cuenta.

Pero, en fin, para no extendernos en consideraciones sobre otros frentes, Queipo nos presenta un Franco torpe, descuidado y chapucero, ignorante de principios militares elementales y obsesionado por no dejarle a él, a Queipo, oportunidades para conquistar gloria militar alguna. ¿Cómo se explica, entonces, que Franco venciese en todas sus batallas, salvo en Guadalajara, aun sufriendo algún fracaso (que no derrota), principalmente en Madrid, y ganase finalmente la guerra? Como explica el mismo Queipo, "Muchos problemas sufrimos como consecuencia de decisiones absurdas del Generalísimo, que pusieron en gravísimo riesgo el resultado de la guerra. Gracias sean dadas a la Divina Providencia, que veló por nosotros como en tantas otras circunstancias". Visto lo anterior, solo queda esa explicación, en efecto: la Providencia velaba por los nacionales, y muy especialmente por Franco... Las excelentes cualidades militares de Queipo quedan aquí obnubiladas por el resentimiento: "Conociendo a Franco, conociendo su carencia, su bajura moral...".

El caso de Franco, ya lo he dicho, debe de ser único en la historia, o en todo caso rarísimo: habiéndose distinguido en Marruecos, en la insurrección izquierdista de 1934, habiendo ganado la guerra civil y vencido a las guerrillas comunistas, tan exitosas en otro lugares... decenas de historiadores, políticos y "entendidos" diversos han llegado a la conclusión de que era un militar mediocre y torpe, casi –o sin casi–- un estúpido. ¡A quiénes corresponderán tales calificativos!

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****Dice Rosa Díez: "En el horizonte del Gobierno está la posibilidad de volver a negociar con ETA". Pues claro, porque son muchas, muchas las cosas que unen al PSOE con los asesinos. Y esa "negociación" se llama, mucho más propiamente, COLABORACIÓN

****Hay dos tipos de derecha antidemocrática: la de Rajoy, seguidor de Zapo, de la involución, que ataca la libertad de expresión y la independencia judicial entre otras muchas faenas; y la más tradicional, esencialmente medrosa de tener que pelear por sus ideas en una sociedad abierta. Su escaso éxito suelen atribuirlo estos a conspiraciones esotéricas, y no a su incapacidad práctica.

****GALLARDÓN DICE DEFENDER LA "MIRADA CRÍTICA" DE LOS MEDIOS

"Aquel que niegue la libertad de expresión difícilmente podrá ser reconocido como democrático"

Difícilmente, dice. Por lo demás, ¡cuánta razón tiene aquí este antidemócrata!

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Conspiraciones y conspiranoias

Las conspiraciones, entendiendo por ellas, más allá de la definición de la RAE, acuerdos secretos, ocultos a la opinión, para alcanzar tales o cuales objetivos en beneficio de un grupo de personas, son parte de la historia, una constante en ella. Detrás de cada atentado, por ejemplo, existe una conspiración; evidentemente la ha habido detrás de la matanza del 11-m, por fuerza ha sido así, a menos que creamos que unos individuos se encontraron por casualidad en la calle y sin más ni más decidieron poner las bombas, sin objetivo determinado. Y un dato muy significativo de la matanza consiste, precisamente, en que el gobierno, su mayor beneficiario, niegue la conspiración (el "autor intelectual") y trate de desacreditar a quienes la buscan, llamándoles "conspiranoicos".

Las conspiraciones son parte de la historia, pero no "la" historia, que no se puede explicar por ellas. Las conspiraciones para asuntos muy concretos pueden salir bien, aunque también fallan muy a menudo. Conforme los objetivos se amplían, las probabilidades de fracaso aumentan, porque entran en juego muchos más imponderables. Y si se trata de "dominar el mundo" por medio de poderes ocultos, idea más loca que diabólica, los imponderables en la realidad son de tal envergadura que les hace imposible funcionar, salvo en películas o juegos de ordenador.

Sin embargo la idea de que el mundo se rige por una conspiración mundial tiene cierto atractivo: basta localizar la conspiración (la CIA, los judíos, los comunistas, la masonería, etc.) para tener todas las explicaciones y los problemas resueltos. El conspiranoico es inmune a las contradicciones: todas ellas se explican por las maniobras más fantasiosas, y si resulta que los conspiradores mundiales se matan entre sí, lo harán para engañar mejor a la pobre buena gente, que actúa sin saberlo bajo la batuta oculta de aquellos.

Uno de los documentos más fantásticos al efecto es Los protocolos de los sabios de Sión. Alguna gente los cree porque le parece encontrar en ellos la aclaración de todos los males que afligen hoy a la humanidad. En realidad las fuerzas que mueven las sociedades son demasiado poderosas, en gran parte impersonales y mal conocidas, y encontrar la explicación de ellas en un grupo de malvados exime al crédulo de mayores esfuerzos intelectuales: le basta con hacer girar un poco la rueda de la imaginación.

"Hemos corrompido, embrutecido y prostituido la juventud goim con una educación cimentada en principios y teorías que sabemos son falsos y que no obstante han sido inspirados por nosotros". Por lo visto lo habían logrado ya a finales del siglo XIX, y ahí siguen, como Sísifo.

Hay algo más: la libertad, en particular las libertades políticas, aparecen, más o menos claramente, como una falsificación fraguada por los judíos, opuesta al cristianismo y dirigida contra él. Nada podría ser más absurdo. Y lo peor son el odio y las acciones criminales a que pueden inducir bajo la idea, siempre falsa, de que "muerto el perro, se acabó la rabia", o en manos de otros conspiradores, como los nazis antaño o el terrorismo islámico ahora. Que documentos como Los protocolos hayan convencido a personas de notable valía intelectual no es nada nuevo, también ocurrió y sigue ocurriendo con el marxismo, por ejemplo.

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