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Rafael Rubio

Sin novedad en La Habana

La buena nueva es que cada día son más los países europeos que, independientemente de sus intereses económicos, han asumido como propia la defensa de las sociedades abiertas

Desde el cambio de política de la UE liderado por España, hace ya tres años, la ausencia de avances en la situación de los derechos humanos en Cuba había hecho que fueran muchos los que reclamaran la adopción de nuevas medidas. Sin embargo, y fruto de la fe buenista que profesan el presidente y sus ministros, España decidió hace unos meses iniciar una nueva ofensiva diplomática en La Habana con la intención de lograr resultados, lo más aparentes que se pudiera, para justificar su posición.

La plana mayor de Exteriores no dudó en embarcar rumbo a La Habana en busca de un gesto y volvió convertida en un grupo de embajadores de la República de Cuba ante la Unión Europea. Su "mandato" era claro: la eliminación de las medidas establecidas por la Unión tras la "primavera negra de Cuba" en la que 75 disidentes fueron detenidos y condenados a penas de hasta 28 años de prisión, y la suspensión de la Posición Común Europea, establecida por unanimidad en el año 1996 y mantenida desde entonces año tras año. Se ve que para Zapatero y Moratinos cualquier precio es poco con tal de lograr una sonrisa caribeña.

Pero no ha podido ser. Por primera vez en la historia, la Unión Europea ha dado la espalda a la postura española respecto a Cuba. Han sido países tan "ajenos" a la situación cubana como Gran Bretaña, Suecia, Polonia o la República Checa los que han condicionado la normalización de relaciones diplomáticas, interrumpidas unilateralmente por La Habana, al avance en la situación de los derechos humanos. Finalmente el desacuerdo ha producido que nada cambie, aunque el ministro Moratinos trate de salvar su puesto frente al Gobierno de La Habana.

La buena nueva es que cada día son más los países europeos que, independientemente de sus intereses económicos, han asumido como propia la defensa de las sociedades abiertas; las malas noticias, que la Unión ha perdido una nueva oportunidad de manifestar su apoyo a los demócratas cubanos, España ha perdido sus privilegios en la definición de las políticas de la Unión con Cuba y, sobre todo, que todo sigue igual, sin novedad en La Habana.

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