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Ricardo Medina Macías

El vilipendio, la Fallaci y las verdades

Aun quitándoles toda la estridencia, con que las adorna la pasión italiana, la mayoría las cosas que dice la Fallaci son verdades como una catedral. Incómodas, pero verdades. Algo escaso en estos tiempos.

Acusada en Italia de "vilipendio" contra la religión musulmana y gravemente enferma de cáncer, la periodista Oriana Fallaci insiste desde Nueva York que el mundo occidental y específicamente Europa vive una terrible decadencia porque ya no ama ni respeta los valores que le dieron origen como civilización.

Sólo un gran periódico, como The Wall Street Journal, puede darse el lujo de publicar una entrevista con un personaje tan fascinante, tan talentoso, tan políticamente incorrecto, tan perturbador como Oriana Fallaci.

Y sólo Oriana Fallaci puede decir algo tan insólito entre las elites culturales como lo siguiente: "Me siento menos sola cuando leo los libros de Ratzinger… Soy una atea y cuando una atea y un Papa piensan las mismas cosas, ahí debe haber algo de verdad. ¡Así de simple!".

La Fallaci está acusada en Italia de "vilipendio" en contra del Islam, un delito que tipifica el Código Penal italiano como aplicable a quien denigra "cualquier religión admitida por el Estado". El juez que lleva la causa en Bergamo, al norte de Italia, parece deseoso de forjarse un halo de prestigio entre la progresía europea. Paradójicamente, ese mismo afán de castigar ejemplarmente a la Fallaci –quien más que vilipendiar a la religión musulmana ha criticado acremente a los dirigentes políticos y a los santones de la intelectualidad europea por su claudicación moral e intelectual ante las agresiones islámicas– parece darle la razón al argumento intelectual de la periodista: la progresía políticamente correcta se avergüenza de los valores que forjaron la civilización occidental, especialmente del amor a la libertad y de la supremacía de la razón ante las pasiones primarias.

Por si esa paradoja no bastase, quien inició la querella contra la Fallaci está también acusado de "vilipendio", pero en este caso contra la religión católica. Se trata de un musulmán llamado –sorprendentemente– Adel Smith, quien hace dos años tildó a la Iglesia Católica en un programa de televisión de "organización criminal" y que en otra ocasión arrojó por la ventana de la habitación del hospital en que su madre convalecía un crucifijo (después de descolgarlo de la pared) al tiempo que proclamaba: "mi madre no va a morir en una habitación donde haya un crucifijo". Se presume que este personaje –el musulmán Smith, avecindado en Italia– es el autor de un panfleto en el que se propone sin empacho "la eliminación" de la periodista en nombre del Islam.

Aun quitándoles toda la estridencia, con que las adorna la pasión italiana, la mayoría las cosas que dice la Fallaci son verdades como una catedral. Incómodas, pero verdades. Algo escaso en estos tiempos.

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