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Tomás Cuesta

La carga de la brigada Rivera

El PSOE y el PP al pasar por la báscula son partidos idénticos. Más allá de las dietas son, al subir al ring, armatostes roperos henchidos de miseria.

El PSOE y el PP al pasar por la báscula son partidos idénticos. Más allá de las dietas son, al subir al ring, armatostes roperos henchidos de miseria.

El filósofo alemán Peter Sloterdijk (un intelectual indispensable, un polemista de alta escuela, una estrella mediática, un francotirador del pensamiento) ya contestó en su día, hace más de un decenio, a esa pregunta del millón que ahora, andando el tiempo, tiene a muchos en vilo y a los demás en vela. Oído al parche, pues, porque el interrogante atruena. ¿Sigue existiendo aún el Rubicón ideológico que separaba antaño a la derecha de la izquierda? ¿En un mundo volátil, deslavazado y huero, las gafas bifocales no son anteojeras?

Como condición previa a establecer un diagnóstico, Sloterdijk ponía en solfa lo evidente. Y evidente es, sin duda, que para aquellos que tuvieron como hada madrina al estado providencia, los conflictos de clase son riñas de colegio y el afán justiciero (que fue la levadura del socialismo utópico antes de que el marxismo le expulsara del templo) es una coartada de la envidia, una de las caretas del resentimiento. Como, por otra parte, también es evidente que, bajo el influjo (y el reflujo) de la prosperidad a voleo, las credenciales económicas han suplantado a las creencias y la única credibilidad que se sostiene es la que se solapa con el maná del crédito.

Así las cosas, dice el autor de Esferas, los conflictos políticos rebasan la frontera de la dicotomía clásica (derecha contra izquierda) y plantean, en cambio, un singular combate que enfrenta a lo pesado contra lo ligero. La gravidez remite, originariamente, a la estructura que sostiene al conservadurismo más cabal, aquél que no se achanta con las escarpaduras del esfuerzo. La liviandad, por contra, ha sido el santo y seña de las opciones que se entregan a la liturgia del progreso aguardando un milagro que, al cabo, nunca llega. Ocurre, sin embargo, que la semántica se oxida y que, de siglo en siglo al menos, hay que sustituir las etiquetas.

Ahora, por ejemplo, el PSOE y el PP al pasar por la báscula son partidos idénticos. Más allá de los liftings, los estilismos y las dietas son, al subir al ring, armatostes roperos henchidos de miseria. Son cíclopes con lorzas, mamuts de cartón piedra que en vez de aliviar, abruman. Que exigen lo que no ofrecen. Que, a fuerza de ser pesados, son hermanos gemelos. No es raro, pues, que ahora, al explorar sus límites y tasar sus carencias, lo hagan, si no en collera, cogidos del bracete. Ambos han encontrado un enemigo (un digno contrincante, en el mejor de los supuestos) que sin igualar su talla les dobla en ligereza.

Podemos, por un lado, obviamente el siniestro, y Ciudadanos por el suyo, que para muchos es el nuestro, podrían conseguir que el combate del siglo (¡lástima de Eurovegas!) se acabe solventando en la categoría de los welter. Y, pese a que Pablo Iglesias -tan "iskra", tan chispero- gallea con los guantes con más plumas que cresta, no se sabe si aspira a armar la guardia o pretende desarmar a un picoleto. Rivera, sin embargo, no se faja con sombras, no farfulla improperios. Puntea con el jab (de izquierda, por supuesto), pega con la derecha. Es liviano, es flexible, es veloz, es paciente. Es un ejemplo neto de que el maestro Sloterdijk ni truca la balanza ni falsea las pesas. Voilà la différence. Voilà la ligereza.

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