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Zoé Valdés

¿A dónde vas, Francia?

¿A dónde vamos, Francia? No creo que alguien tenga la respuesta, porque ningún político por el momento tiene la intención de hacerse la pregunta en serio.

Cincuenta mil millones de deuda, que habrá que resolver este año, y ahora añadan más de siete de días de huelga de transporte ferroviario, a la que se suma ocasionalmente la de los vehículos de taxis, que va costando ya más de 140 millones. Una huelga en pleno período de exámenes del bachillerato, lo poco de lo último que todavía se respetaba en Francia. Al parecer, ya ni eso.

¿A dónde vamos, Francia? No creo que alguien tenga la respuesta, porque ningún político por el momento tiene la intención de hacerse la pregunta en serio y de respondernos todavía más en serio. La UMP, el partido más importante en la oposición está casi totalmente desintegrado; la esperanza Sarkozy se enreda en unos 17 millones y poco más ocultados durante su última campaña. La izquierda a punto de desaparecer, tal como anuncia el primer ministro Manuel Valls, y eso que es una izquierda poderosa, con todo el poder de Francia en sus manos. La ultraderecha, por suerte, ahora quebrada debido a la última polémica entre Jean-Marie Le Pen y su hija Marine Le Pen, menos mal, algo es algo. Y los comunistas aprovechándose de lo lindo, pero mal, como siempre, burdos, procaces, soberbios, rabiosos.

Francia se debate entre la crisis profunda y la rabia más peligrosa. Los verdaderos escritores y polemistas de altura desaparecen de los periódicos y de los medios para dar paso, aburridos de pasar inadvertidos, a las vedettes de la acción, a los mejores vestidos y peores peinados, en una especie de circo de mal gusto nunca antes visto en este país. Francia agoniza. Los jóvenes se van, huyen hastiados a cualquier parte, a Londres o a Alemania, preferentemente.

Primero se largaron los ricos, ahora los jóvenes, la esperanza, los cerebros, los más inteligentes escapan. Algo que ya yo he vivido. Quedan los de la eterna verborrea cansona, los viejos ultras, hartos también ellos de oírse y oírse a sí mismos sin que nadie les riposte. Francia va a la debacle, y lo peor, no tienen ni siquiera a un Mariano Rajoy en el tintero… Que no es que sea lo ideal, pero algo pudiera solucionar en momentos de apuro.

Francia, mi país amado, ¿a dónde nos estás conduciendo? ¡Cuánta oscuridad!

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