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Zoé Valdés

El hijo del terrorista

Qué alivio se siente cuando se usa la valentía y se llama a las cosas por su verdadero nombre.

Pocas veces alguien ha sido tan exactamente descrito y calificado como lo fue el comunista en el Congreso, enfundado en su chaqueta azul monárquico, debajo la camisa negra de los que tienen negra el alma; cito la canción de aquel Juanes del Concierto de la Paz en Cuba, que no le facilitó el Premio Nobel de la Paz, como él esperaba, ni tampoco liberó a Cuba y mucho menos le dio la paz, más bien lo contrario. Y que hundió a dicho cantante en un olvido desastroso para su persona y muy conveniente para los que amamos la buena música colombiana.

Recordarán que aquel desdichado evento se produjo en medio de las negociaciones de paz de la narcoguerrilla terrorista de las FARC y el Gobierno de Juan Manuel Santos (a este sí le regalaron el Nobel, como se lo regalaron a Obama), tras años infructuosos del folclórico novelista García (Nobelado también) sirviendo de correveidile entre Felipe González y Castro I, "Dile que es un maricón", le sopló Fidel, después entre Castro I y Clinton, "Dile que el que le va a poner el tabaco en el culete seré yo", y así sucesivamente…

Camisa negra, al fin, al estilo camorra italiana, y "terrorista" como única distinción familiar. Qué buen final de discurso de la verdadera y corajuda Marquesa, a la que la nuera-placenta del terrorista envidia el título y a la que si pudiera le cortaría de un tajo la cabeza para atornillársela ella en esa cavidad siniestra que posee y donde debiera ir algo así como un cerebro, pero no.

"El hijo del terrorista", al instante, ha echado a pelear a su viejo padre, que es lo que hacen todos esos comunistas medrosos, poner a pelear a los demás en lugar de ponerse ellos: "¡Mira, papá, la niña esa me ha llamado ‘hijo de terrorista!’", mientras caprichoso y llorica patea el suelo.

Algunos de los terroristas, arranca-pescuezos y pone-bombas, aprendieron con el tiempo que mejor les valdría resolver vía juzgados, y tal cual ha empezado a suceder.

Su escuela, sin embargo, sigue siendo la del castrismo: los Castro se iniciaron como terroristas, continuaron como guerrilleros sanguinarios, y al menos ya uno de ellos murió tranquilamente en su cama después de haber hipnotizado a medio planeta con sus discursos interminablemente nulos y huecos –sin contar las guerras, los fusilamientos, las torturas, los encarcelamientos… perpetrados contra sus opositores–, dejando una soberbia fortuna a sus herederos, ocupa el puesto 17 entre las más opulentas del mundo, por encima de la de la reina de Inglaterra. Expiró como todo un marqués, falso, pero lo más cercano a un marqués; nunca mejor dicho.

Pues el cobarde "hijo del terrorista" ha lanzado el viejo gallo al gallinero, a la plaza pública, y emplazó a la Marquesa, mientras cacareaba con fingida ferocidad y poca gallardía, aunque escudado tras las espaldas de su padre. Resulta, al final, como habitualmente ha acontecido: el miedo les devora el alma.

Hace algunos años, a mí, un terrorista y una hija de terrorista me llevaron a los tribunales por llamarlos por lo que son: él, un terrorista autodeclarado, y ella, una hija de terrorista. En lo único en que me equivoqué fue en llamarla terrorista a ella también. De tal modo, debido a ese desliz emocional, fui ligeramente condenada. Por el contrario, le gané el juicio al terrorista, nada más y nada menos que en los tribunales de París.

Quedó claro entonces que dicho sujeto fue un muy peligroso terrorista. Y que un día deberá ser juzgado como tal en Cuba, en Italia y en Argentina, donde mayormente obró como un criminal.

Por eso entiendo a nuestra heroína Marquesa. Qué alivio se siente cuando se usa la valentía y se llama a las cosas por su verdadero nombre.

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