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Zoé Valdés

El príncipe y la corista del café con leche

Por encima de la ridiculez de ese discurso fallido, sobresalió el discurso brillante del príncipe de Asturias.

Las redes sociales han hecho el pan y el casabe con el discurso en inglés de Ana Botella frente al Comité Olímpico Internacional (COI) en la convocatoria de los JJOO-2020 donde la ciudad de Madrid fue eliminada en la primera vuelta. Tantas cosas que hay por hacer en España y los españoles se desbandan en las redes sociales destruyendo lo que ya es polvo, haciendo leña del árbol caído. Típico de los españoles, y de los cubanos, bueno, una parte de nosotros viene de ahí: de esa España tan chistosa y pandeteril, sobre todo en tiempos de crisis. Les recuerdo que ya no tienen a Cuba para sacarles las castañas del fuego, como en tiempos remotos, a donde fueron a saquear y hacerse ricos, para luego retirarse con el rabo entre las patas (¿no andaba Margallo el Malgallo por ahí con sus grandes testículos a modo de cresta como en los tiempos de Franco?) cuando el galleguibiri pan con timbiri los sacó a patadas en 1959 con sus puestos de fritas y sus chinchales.

No voy a tirarle la toalla a la señora Ana Botella porque aunque quisiera verdaderamente no hay cómo tirársela, que no es el caso. No sólo el discurso era una memez fatal, de mal escrito, además su pronunciación inglesa dejó mucho que desear, sobreactuada, y para colmo, cual maga Chilichala se extrajo de la manga lo de la famosa frase que quedará para los 'Ana'les de la historia del ridículo: "A relaxing cup of café con leche in Plaza mayor". Frase que ya tiene canción, rap, y todo tipo de boberías de esas que se inventa la gente que no tienen nada que hacer y que se la pasa cacharreando idioteces en internet. Tan tontos como el discurso de Botella son los productos derivados, pero ya sabemos que esa clase de gente se cree muy genial y cultivada per se.

Imaginen al alcalde de París invitando al comité olímpico internacional a tomarse una infusión de camomille o una copa de champán con las magdalenas proustianas bajo la Tour Eiffel, o al alcalde de Londres haciendo lo mismo, invitando al auditórium a beberse el té de las cinco con las galletitas esas inglesas que privan tanto y que a mí me saben todas iguales. Pero claro, aquí estamos hablando de infusiones, té, champán, pero ¿quiénes toman café con leche en este mundo que no sean los españoles a estas alturas del mantecao? Nadie. Usted pide un café con leche en París y la gente lo mira a uno con cara de asco. Debo señalar que a mí me encanta el café con leche, como a todas las cubanas, sobre todo a las putas; en Cuba había un dicho que decía "esta es una puta de café con leche" para denigrar aun más a aquella mujer que ofrecía sus servicios eróticos en lo que es la profesión más antigua del planeta. Pero claro, ya en Cuba no hay leche, putas abundan, eso sí, pero sin café con leche, ahora las que hay son de agua con azúcar prieta, del azúcar que barren en los pocos centrales azucareros que quedan. O sea, que cuando Ana Botella invitó al respetable jurado a un café con leche en Plaza Mayor, en el lenguaje cubano, los estaba llamando "putas". Lo que por otra parte está muy bien.

Lo curioso es que por encima de la ridiculez de ese discurso fallido, que no es más que eso, otro discurso fallido de una clase política en franca decadencia, sobresalió el discurso brillante del príncipe de Asturias, pero claro, casi nadie ha hablado del tema, ni le hicieron caso, ¿por qué? Pues igual porque se trataba del príncipe de Asturias, y por costumbre a los príncipes y consortes hay que tirarlos para la tonga sin reparar demasiado en ello. Bien, el discurso del príncipe Felipe denota que este señor se desmarca cada día que pasa de toda esa enjundia de familia y de todos esos políticos milagreros que tiene y tenemos, y que en medio del estiércol puede brillar una pepita de oro. Habrá que esperar, darle más oportunidades, y estudiar el fenómeno de cerca. Ha nacido un Príncipe (no del pueblo, qué alivio) sino de la Real Academia.

Ana Botella iba vestida de rojo, con pelo recién arreglado, tirabuzones añadidos. Pero para poner a alguien vestida de rojo, con un pelo bien cuidado, y sobre todo con una mente bien amueblada, mejor haber puesto a la princesa de Asturias. Ella habría bordado su discurso, estoy segura. Además, cómo he disfrutado este video; por cierto, que para mandar a callar, haciéndolo inclusive mejor que el Rey, no hay otra mejor que Leticia.

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