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Zoé Valdés

La estrategia del teque

Todo lo que estamos viendo en el mundo actual, absolutamente todo este horror, lo hemos vivido los cubanos.

Los cubanos venimos del futuro, escribió Reinaldo Arenas. No he encontrado la frase entera, pero es casi tan exacta que como él la expresó. Y es cierto. Cuánta certeza otra vez en sus palabras. Reinaldo Arenas no sólo era un inmenso escritor, además era un visionario, como suelen ser los grandes escritores. Todo lo que estamos viendo en el mundo actual, absolutamente todo este horror, lo hemos vivido los cubanos. Ahí radica el sentido y la esencia de su frase. Venimos del futuro. Y ese futuro, que es hoy y mañana para ustedes, para los cubanos ya es nuestro pasado, y lo estamos padeciendo doble, desde el exilio.

En Francia se ha caído de la gran política y del gran pensamiento a lo más bajo de la politiquería y la demagogia del teque, del chanchullo, del brete y la cháchara vacua. Por cierto, la palabra vacua me hace recordar no sin despatarrarme de la risa que la educación en Cagonia, ex Cuba, ha convertido en analfabeto a un pueblo entero, y he oído a personas, informadas más que cultivadas, graduadas universitarias, confundir la palabra ubicua con vacua, ya me dirán. Sin contarles, brevemente, que no tenemos demasiado espacio y tiempo, aquella famosa anécdota en la que la camarera, al oírnos a un grupo chapurrear francés en una fonda habanera, nos inquirió con el aquel clásico de que si éramos trogloditas. Todos nos quedamos en ascuas. Hasta que yo reaccioné: "¿Habrá querido usted por casualidad averiguar si somos políglotas?". A lo que ella respondió tan campante: "Eso mismo, tú me entendiste". Y así siguió el desbarajuste, el desmoñigamiento perpetuo del pensamiento con el consabido empobrecimiento del lenguaje que ha continuado barranca abajo y sin frenos bajo el castrismo.

Pues en Francia se ha empezado, tarde pero seguros, a destrozar el pensamiento y la palabra, dando grandes zancadas hacia el abismo neuronal. Los famosos debates del presidente Emmanuel Macron no son más que remedos, digo copias, de aquellas tristemente célebres reuniones de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas (así se llamaron en los años 90, antes llevaban otros nombres muy pomposos también) que organizaba Fidel Castro, la Maraca Antillana, con la intención de medir el estado de opinión en el seno de la población, de los militantes comunistas y de los dirigentes. A partir de ahí se desataban el deschave, las delaciones, la cacería de brujas, seguidos de encarcelamientos y hasta de fusilamientos, como ya saben ustedes.

Marine Le Pen ha comparado recientemente a Macron con Castro I, debido a su intervención de 7 horas frente a alcaldes y diputados, seguido de varios debates con otros sectores del poder. No es todavía tan así, pues no ha roto el récord del tirano del Caribe, pero en breve lo alcanzará y lo sobrepasará. Macron tiene para eso y para más. Le fascina el teque, la cháchara entre culturosa y mundana. La vacuidad del verbo engalanado con giros y metáforas peóticas y pestíferas lo define como una especie de elegante agitador. Rebajándose a veces a la chusma que prolifera entre los millennials y en las redes sociales, como cuando se tiró la foto con los delincuentes de ultramar.

Volver a sonarme los teques politiqueros aquí en el país de Zola y Hugo y en el que conseguí elegir para mi exilio no es fácil y sufro profundamente frente a la perspectiva que se nos avecina. Precisamente porque de allí vengo, y como vengo de allí, ya sé lo que trae todo esta flatulencia mediáticamente esplendorosa. Trae más que demagogia: pobreza, inmovilismo, control del pensamiento y escasez de libertades.

Resulta entonces que la continuación de los "grandes debates" –como ellos llaman a este circo- será conducida por una especie de payaso –con perdón del gremio-, pujón más que bromita, imbécil que no se puede más, de la Tele basura, de la Caja Tonta Que Eructa, como yo la llamo, Cyril Hanouna, acompañado de la secretaria de Estado, Marléne Schiappa.

Todo eso para no resolver nada. Todo esto para nutrir el teque, afianzar la incertidumbre y continuar con la política de la insensatez y de la honda incultura e ignorancia. Da miedo. No. Espanta.

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