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Zoé Valdés

Maduro y Sarkozy, los Nicolases del poder

Con la reciente caída del precio del petróleo a Maduro la cosa se le ha puesto bien fea.

Con la reciente caída del precio del petróleo a Maduro la cosa se le ha puesto bien fea. Con una economía y una popularidad en picada nadie sabe cómo se las reinventará para sacar a su país y sacarse a sí mismo a flote, y de contra, seguir manteniendo a Cuba, sin nada a cambio, como no sea violencia y estragos políticos.

Nadie imaginó nunca que un antiguo guagüero venezolano llegaría a presidente, pero el genio de Hugo Chávez, así lo quiso, y de tal modo lo designó como heredero y gestor principal de sus ya maltrechas política y economía.

El caso es que a Nicolás Maduro se le ha trancado el dominó, y mientras menos petróleo posea menos poder frente a los Castro tendrá. Nicolás Maduro, ya no es un as de la política para los hermanos comunistas a los que, comunistas al fin y al cabo, lo único que les interesa son los bienes y la riqueza del capitalismo. No, no era por la inteligencia de Hugo Chávez, ni por el carisma de Maduro que los Castro les hacían carantoñas y los apadrinaron ideológicamente. ¡Era el petróleo, idiota!

De manera que Nicolás Maduro deberá ahora amarrarse bien el cinturón, porque se quedará más solo que la una, y con un país en revuelta permanente.

Cosa curiosa, qué poco se habla del coraje de los venezolanos que siguen protestando desde hace casi un año ya, en las calles y en sus trabajos. Olvidados. ¡Ay, Buñuel!

Uno que deja ahora de estar tan solo, como lo dejó perder las elecciones frente a François Hollande, es el otro Nicolás del poder: Nicolas Sarkozy, sin acento en Nicolas. Ha iniciado una campaña para devenir presidente de la UMP con varios discursos "enérgicos y viriles", ya en uno de ellos empezó diciendo que bajo su mandato pediría que se abrogara la ley del matrimonio homosexual, cosa que le granjeó exclamaciones de admiración en la sala, pero un gran desprecio en las calles.

Pero más desprecio genera la foto publicada por Paris-Match, donde aparece el mandatario muy bien rodeado de sus fieles seguidores y colegas, y ¡lo nunca previsto!, una foto de Fidel Castro colgada en la pared. Nada más y nada menos que Fidel Castro con sus dos Rólex, uno en cada muñeca.

Conocida es la anécdota en la que Sarkozy se expresó en relación a la prestigiosa marca de relojes, dijo en su momento que aquel que a los cincuenta años no tuviera un Rólex había desperdiciado su vida. Bien, en la foto colgada en la pared, vemos a un joven Fidel Castro, recontracomunista, luciendo dos Rólex, y mucho antes de cumplir los cincuenta años. Sabido es que la vulnerabilidad del presidente Sarkozy es precisamente su frívola idea de la política, y de la vida.

He aquí a los dos Nicolases del poder. Faltaría un tercero, el Nicolás español; pero ya de ése estamos hartos, hasta la coronilla.

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