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Zoé Valdés

Sangre

No lo duden ni un segundo, Maduro ansí­a el baño de sangre.

Es la segunda vez que viajo a Serbia, entre el primer viaje y el segundo he leí­do bastante sobre este paí­s. Su historia no ha sido fácil, es una historia regada con la sangre del pueblo serbio. En el trayecto del aeropuerto a Novi Sad, la segunda ciudad de este paí­s, voy reflexionando en todo esto.

Lo que hemos visto estos dí­as en el mundo: actos terroristas en Boston, elecciones robadas en Venezuela, muertos y heridos, sangre por todas partes, me confirma que el ser humano necesita siempre de la bestialidad, que no puede conformarse con la paz, el amor, la belleza. No, siempre anhelamos secretamente la guerra, el odio, lo feo. Y en todo eso, la sangre derramada. La muerte como ofensa y recompensa.

Nicolás Maduro no es un lí­der pací­fico, formado en Cuba, bajo las enseñanzas castristas, más bien es todo lo contrario; en su rostro, descompuesto, tosco, se puede adivinar el nivel de inquina que lo invade, una especie de repulsa frente a todo lo que signifique justicia, democracia, libertad. Su odio y su ambición de poder son tan elevados que en menos de lo que canta un gallo ha conseguido borrar la imagen de Hugo Chávez, imponiendo la suya, todaví­a más desagradable, si es que se puede serlo. Se puede, él lo ha conseguido y sin mucho esfuerzo. Maduro es peor que Chávez. Y está en la misma lí­nea de los Castro y de los lí­deres coreanos. Su divisa es el extremismo, sobrepasar los lí­mites, arrasar con todo. No esperen nada bueno de este hombre. Es peor que Chávez, porque sabe que para ganarse el respeto de los tiranos del Caribe deberá subirle la parada a su predecesor. Es muy probable que Chávez ya comenzara a serle incómodo a los dos viejos tiranos y que lo hayan asesinado, no duden que Maduro haya estado en la componenda.

No lo duden ni un segundo, Maduro ansí­a el baño de sangre, sólo hay que ver quiénes son los invitados a la toma de posesión organizada a la carrera: entre criminales y delincuentes andará el show.

Recuerden que siempre que los Castro han necesitado sacrificios religiosos para afianzarse en el poder han acudido a las masacres. No olviden los muertos en el Escambray, los viles asesinatos polí­ticos, la cantidad de soldados cubanos muertos en Angola. Es hora de que el mundo impida que este tipo coja el poder, de hacerlo lo lamentaremos largamente.

Serbia es hoy un paí­s tranquilo, no exento de problemas. Su sacrificio le ha costado.

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