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Zoé Valdés

Una vacuna no es un caramelo

No podemos continuar obedeciendo como carneros de un rebaño, sin el conocimiento necesario.

El eminente profesor y doctor Christian Perronne, médico y profesor de universidades-hospitalarias en Francia, especialista en patologías tropicales y enfermedades infecciosas emergentes, antiguo presidente de la Comisión de Enfermedades Transmisibles del Alto Consejo de la Salud Pública, no ha cesado de polemizar y debatir desde el año pasado acerca de las distintas vacunas contra el covid-19.

Tan alto ha pitado este médico que en varias ocasiones ha temido por su vida frente a las presiones y advertencias por parte de sectores importantes del Gobierno, tal como se puede ver en esta información.

Acusado de complotista antivacuna, cosa que él niega fervientemente, fue apartado de algunas de sus funciones por los políticos y jerarcas que apoyan los grandes negocios de las farmacéuticas. Es uno de los pocos médicos de renombre que han apoyado las tesis probadas por parte de uno de sus colegas, el doctor y científico Diddier Raoult, quien fue el primero en administrar con éxito el tratamiento del Plaquenil en pacientes afectados con el virus de la plaga o plandemia del PCCh. Esa tesis además subraya que el covid-19 no necesita vacuna, y que es tratable eficazmente mediante la hidroxicloroquina de sulfato, bajo el nombre de Plaquenil.

Desde diciembre, el doctor Perronne y el doctor Raoult han venido advirtiendo de los peligros que conlleva administrarse vacunas de las que muy poco sabemos. Precisamente una de las dudas proviene de la multiplicidad de esas vacunas, con tantos nombres y orígenes, además del poco tiempo en el que se han producido e introducido en el mercado. El hecho es que el Dr. Perronne, en esta entrevista con Sud Radio, y que les pido de rodillas y con las manos juntas en señal de oración que la vean y analicen, ha dejado claro junto al entrevistador que “una vacuna no es un carambar [marca de caramelos] que uno se introduce en la boca por la mañana” antes de salir a hacer sus tareas cotidianas.

En otra entrevista en Sud Radio en medio de la plandemia del PCCh, sin querer “dirigir un proceso de intención contra nadie” y de ninguna manera contra el presidente Emmanuel Macron, el Dr. Perronne denuncia una “dictadura sanitaria” con la intención de aislar a las personas con propósitos bastante oscuros. “Un país como Francia, que siempre ha sido el país de los derechos humanos, se ha convertido en una dictadura”.

La pregunta que se impone es: ¿significaría esta vacuna una imposición dictatorial para poner en práctica la medicamento-eugenesia?

Otras cuestiones: ¿vamos a ser obligados a administrarnos una vacuna de la que una gran cantidad de especialistas duda? O ¿necesitaremos una prueba de que la vacuna se nos ha administrado para viajar de un país a otro, de una provincia a otra, para ser aceptados en un puesto de trabajo, en un centro de estudios? O sea, lo que no se logró imponer con el sida, aunque lo intentaron y algunos lo lograron, ¿será posible ahora con el covid-19? Recuerden los encierros obligatorios en centros de aislamiento total de pacientes de sida en Cuba impuestos por Fidel Castro, que como saben siempre fue maestro de todo y sabio de nada.

Lo cierto es que no podemos continuar obedeciendo como carneros de un rebaño, sin el conocimiento necesario; por otra parte, no pocos vídeos muestran que diversos políticos que en apariencia se han inyectado la vacuna en realidad sólo se prestaron para una actuación, a la que también presuntamente se han prestado algunos supuestos médicos y enfermeras, e inclusive se aprecia claramente que la mayoría de las jeringuillas no poseían agujas, o no les habían quitado la capucha plástica. En otro vídeo se nota cómo ni siquiera existía jeringuilla, sólo el dedo del enfermero. Durante la vacunación a Kamala Harris se observa a las claras a la enfermera desdoblar la aguja descapotada de la jeringuilla con el brazo de la silla. Todo esto necesita una explicación que nadie da, porque ni siquiera los medios oficiales de comunicación se preocupan por investigarlo.

Estoy de acuerdo, entonces: una vacuna no es un Carambar, y aunque de niña nunca supe lo que era esa variedad de chuchería (totalitarismo castrista obligge), hace mucho tiempo que ya de adulta dejé de chupar caramelos abducida por la obediencia del paladar edulcorado.

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