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Cristina Losada

Lavado de cara: 0,5%

Arrasó ese seguidor del marxismo-leninismo las barriadas afectas a la oposición y se llevó por delante hasta las clínicas montadas por órdenes religiosas que atendían a huérfanos y enfermos de SIDA.

Entre Woodstock y Live 8 ha pasado mucha agua bajo los puentes. La misma que nos lleva de dos tipos como Jimmy Hendrix y Janis Joplin a dos señores con título de sir como Geldof y McCartney. No quiero decir que de aquellos polvos no vengan estos lodos, pero sí que en ese devenir se ha transformado la calidad de la arcilla. Las turbulentas aguas de los sesenta han desembocado en un estanque dorado. Esto no es sólo una metáfora. Hoy, los eventos que se embozan en la capa del “compromiso” permiten sacar una buena tajada. Los patrocinadores del Live 8, como AOL Time Warner, Nokia o Volvo, lo saben y ahí están, pastoreando ese mercado.
 
Si sacara el manual de propaganda todavía en uso, pese a su rancia antigüedad, preguntaría por qué los millones de euros invertidos en organizar esos conciertos no se han dedicado a aliviar a los miles de pobres de Zimbabwe que, hace un mes, vieron como el ejército de Mugabe quemaba y demolía sus chabolas y viviendas. Arrasó ese seguidor del marxismo-leninismo las barriadas afectas a la oposición y se llevó por delante hasta las clínicas montadas por órdenes religiosas que atendían a huérfanos y enfermos de SIDA. Y Mugabe no es la excepción en África.
 
Sin embargo, las preguntas serias son otras. ¿Por qué siguen haciendo creer los artistas y los políticos que los respaldan que la pobreza se combate con ayudas a los gobiernos? ¿Por qué pasan de puntillas sobre el hecho de que la corrupción de los gobiernos africanos les cuesta a sus países la mitad del monto de su deuda externa? Mobutu se permitía prestarle dinero al estado para pagar a los funcionarios. Las flotillas de Mercedes de la clase dirigente, las armas sofisticadas - muchas, de Corea del Norte y China - no faltan en los países donde la población lucha por sobrevivir. ¿Por qué se desenfocan las causas de la pobreza y se ignoran las vías para erradicarla, como las que se proponen aquí?
 
La respuesta está en el viento, decía un cantar de la época que ahora se remeda, pese a que terminara la edad de la inocencia. Y el viento, culebreando, nos dice que no éramos, ni son, tan inocentes. Hasta los adolescentes de los sesenta sabíamos que nuestros signos de paz se dirigían contra el Tío Sam. Y los de hoy, a poco que escarben, encontrarán que su clamor contra la pobreza es la consigna noble bajo la que late el rechazo al mercado del que constituyen hoy principal y activo segmento. En esas contradicciones podemos entretenernos, pero mientras, quienes pagan son los países pobres, pues el camino para salir de ese estado, como muestra la experiencia, no es diferente al que hemos seguido nosotros.
 
Y si los viejos roqueros nunca mueren y se promocionan por y con la causa, los políticos astutos no se quedan atrás. Justo detrás de Live 8 estaba Blair, que aunque ganó las elecciones, pese a la oposición mediática española, necesitaba un lifting tras las arrugas de Irak. Y con él, en campeonato por ver quién clama más contra la pobreza, se ha alineado el trío Calavera, también trío por Sadam. Chirac, que se apunta a un bombardeo, a ser posible contra USA, Schroeder, que vuelve a destapar el frasco del elixir demagógico ante la Merkel que viene, y Putin, que tapa lo que puede.
 
Así que se están dando un lavado de cara por un 0,5 por ciento del PIB. Serán aplaudidos y si pueden, dejarán de malvado a Bush, aunque su conservadurismo compasivo haya aflojado lamosca. ¿Y ZP? Ay, esta ocasión se la ha perdido, pero la siguiente será toda suya. Queda otro número circense: Rodríguez y la magia potagia de las civilizaciones.

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