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Daniel Rodríguez Herrera

Liberalizamos, pero poquito

Piqué parece haber adquirido una repentina fe liberal en las postrimerías de su estancia en el Ministerio. Acaba de anunciar la liberalización del precio de las líneas ADSL, pero sólo ese precio y sólo en el tramo minorista. Telefónica seguirá revendiendo a sus competidores al mismo precio controlado, de modo que no podrá subirlo mucho al consumidor, porque le comerían terreno, ni tiene razones para bajarlo, ya que no pierde demasiada cuota de mercado al actual. De hecho, hace ya meses que tiene autorización para bajar el precio un 10 por ciento y no se ha dignado. Y lo cierto es que no se ven razones objetivas para que lo haga.

El modelo de liberalización nunca fue tal, sino que se siguió una privatización acompañada de una competencia, falsa, creada por decreto-ley. Uno de los errores más comunes aún entre los liberales es apoyar la privatización de empresas estatales antes que la liberalización de los mercados. Las alternativas públicas suelen mostrar su ineficacia en el mercado, como bien demuestra TVE, y si no se subvencionan tienden a sucumbir ante los empresarios privados. Telefónica fue privatizada sin antes separar la red de cables y centralitas de su explotación, aumentando las barreras de entrada a posibles competidores. Para "solucionarlo" se le obligó a ceder la red a precios fijados por el Estado. Los precios que pagan sus usuarios se ajustaron a unos máximos también impuestos por el Gobierno. De modo que nadie tenía incentivos para una competencia real, pues los precios máximos no permiten rentabilizar una inversión tan alta. A no ser que puedas ofrecer servicios añadidos como televisión de pago, claro. Desde entonces, sólo se han hecho chapuzas.

Es difícil no darse cuenta de que esta medida no sirve para nada. Entonces, ¿a que se debe su aprobación? A que suena bien y tampoco tendrá efectos negativos visibles a la hora de las elecciones. El último acto de Piqué como ministro no ha sido tal, en rigor; más bien ha sido un gesto cara a la galería catalana, a ver si queda bien. Pues no, no queda.

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