Del poliéster a la piel: la forma correcta de mantener los abrigos como el primer día
Cada abrigo requiere limpieza y cuidado adecuados para mantener su forma y evitar el desgaste prematuro en las temporadas frías.
La llegada del otoño marca el final del calor y da paso a días más cortos, vientos suaves y temperaturas cada vez más frescas. Esta transición estacional obliga a hacer cambios en la rutina diaria, siendo uno de los más evidentes el cambio de armario. Las prendas ligeras dejan espacio a jerséis, bufandas y abrigos que habían estado guardados durante meses. La reorganización del vestuario se convierte en una tarea inevitable con la bajada de temperaturas. Con ella, regresan también las prendas más pesadas y voluminosas propias de esta época.
El uso constante de abrigos durante el otoño e invierno provoca un desgaste natural que puede acentuarse si no se aplican cuidados adecuados. El tipo de tejido —ya sea lana, paño, plumón o materiales sintéticos— determina el mantenimiento necesario para conservar la prenda en buen estado. Algunos requieren lavado en seco, otros permiten limpieza en casa con técnicas específicas. El cepillado, el uso de fundas y una ventilación adecuada ayudan a mantener la forma y la textura. Un abrigo bien cuidado conserva su apariencia y prolonga su vida útil.
La mejor forma de cuidar un abrigo según su tejido
- Abrigo de poliéster. Se caracteriza por su resistencia y facilidad de mantenimiento, lo que lo convierte en una opción práctica para el uso diario. Soporta bien los lavados frecuentes, siempre que se utilicen ciclos suaves y agua fría para evitar el deterioro del tejido. No necesita productos especiales y suele secarse con rapidez, aunque es preferible evitar la secadora para conservar su forma. Al guardarlo, conviene mantenerlo colgado y protegido del polvo.
- Abrigo de piel. Es popular por su durabilidad y aspecto sofisticado, pero necesita un mantenimiento riguroso. La piel natural debe hidratarse periódicamente con productos específicos para evitar que se agriete o reseque. Es importante protegerla de la humedad y del calor directo, así como almacenarla en espacios ventilados. Un servicio profesional de limpieza es fundamental para conservar su calidad.
- Abrigo de lana. Destaca por su capacidad térmica y su diseño elegante, aunque sufre fácilmente deformaciones y acumulación de pelusas. Para conservar su forma, debe colgarse en perchas gruesas y evitar el exceso de peso en los bolsillos. El cepillado en seco y la limpieza con vapor ayudan a mantenerlo en buen estado sin deteriorar las fibras. También es aconsejable guardarlo con antipolillas durante los meses de inactividad.
- Abrigo de plumas. Proporciona aislamiento térmico, pero necesita cuidados específicos para conservar su volumen y capacidad aislante. No debe comprimirse al guardarse y se recomienda airearlo con frecuencia para mantener las plumas distribuidas. El lavado debe realizarse con detergente suave y secarse en secadora con pelotas especiales que eviten el apelmazamiento. Un secado incompleto puede provocar malos olores o moho.
- Abrigo de pelo. Este tipo de abrigo —ya sea natural o mezclado con fibras sintéticas— presenta una textura sensible a la humedad, el calor y la presión prolongada. Para conservar su aspecto, es fundamental evitar el roce constante y protegerlo de la lluvia. El peinado con cepillos especiales ayuda a mantener el pelo suelto y sin enredos. También se recomienda almacenarlo colgado y en fundas transpirables.
Aptos para la lavadora
Algunos tipos de abrigos se pueden meter en la lavadora, entre ellos, los que están compuestos por poliéster y plumas pueden limpiarse sin problemas con agua fría y programas suaves. En el caso de las plumas, se recomienda usar pelotas de secado para mantener el volumen. Algunos abrigos de lana también lo permiten, siempre que la etiqueta lo indique. Es importante evitar centrifugados fuertes y la secadora si no está expresamente indicada.
Otros trucos caseros
El cuidado de los abrigos requiere hidratar la piel con aceites naturales y limpiar tejidos delicados con paños de microfibra para evitar daños. Guardarlos en bolsas de tela protege contra el polvo y la luz, mientras que el uso de bolas antipolillas o lavanda previene el deterioro por insectos. Además, mantener las prendas alejadas del sol directo ayuda a conservar su color y evita el desgaste prematuro. Estas prácticas complementan el mantenimiento habitual y prolongan la vida útil de cada abrigo.
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