El árbol mediterráneo que resiste a todo y apenas necesita cuidados
El olivo se adapta a distintos climas y suelos, aportando sombra, fruto y equilibrio al jardín y al paisaje.
La diversidad de plantas, arbustos y flores otorga a cada jardín una identidad propia, convirtiéndolo en un espacio único y lleno de vida. Asimismo, la elección de las especies determina los cuidados necesarios, pues mientras algunas prosperan con escasa atención, otras requieren condiciones más precisas. De este modo, el equilibrio entre belleza, mantenimiento y adaptación al entorno define el carácter y la armonía de cada composición vegetal.
Entre las distintas especies, los árboles aportan estructura y permanencia al jardín, destacando el olivo por su extraordinaria resistencia tanto al calor como al frío. Su porte elegante, el follaje plateado y el valor de su fruto lo convierten en un auténtico emblema de fortaleza y serenidad. Así, plantar un olivo no solo embellece el paisaje, sino que también simboliza un vínculo con la tradición y la belleza perdurable.
Cómo plantar un olivo
Plantar un olivo en el jardín requiere un terreno bien drenado y soleado, donde las raíces puedan desarrollarse con libertad. También es esencial añadir materia orgánica para facilitar su adaptación y compactar ligeramente el sustrato tras plantarlo. Un riego moderado completará el proceso, favoreciendo un arraigo firme y saludable.
El mantenimiento posterior exige equilibrar la humedad del suelo, evitando excesos que perjudiquen las raíces. Durante los primeros años, conviene regar con regularidad y realizar podas suaves que definan su estructura. Con el tiempo, el olivo reduce sus necesidades, revelando su fortaleza natural y su elegancia perdurable.
Los principales cuidados
- Riego: durante los primeros años, el olivo necesita un riego regular que mantenga la tierra ligeramente húmeda sin llegar al encharcamiento. Con el tiempo, su resistencia a la sequía permite espaciar las aplicaciones de agua. Un control equilibrado garantiza raíces sanas y un crecimiento armónico.
- Poda: debe realizarse una vez al año, preferiblemente a finales del invierno, para eliminar ramas secas o mal orientadas. Esta práctica favorece la ventilación y la entrada de luz en el interior del árbol. Además, estimula la producción de nuevos brotes y mejora la forma del follaje.
- Abonado: el uso de abonos orgánicos o compost ayuda a mantener la fertilidad del suelo y aporta los nutrientes esenciales para su desarrollo. Es conveniente aplicarlos en primavera o principios de otoño, coincidiendo con los periodos de mayor actividad. Un suelo bien nutrido se traduce en un olivo vigoroso y equilibrado.
- Protección: aunque el olivo es resistente, conviene protegerlo de heladas intensas y plagas ocasionales mediante productos naturales o tratamientos preventivos. Revisar periódicamente hojas y ramas permite detectar cualquier signo de daño. Una atención constante asegura su salud y longevidad en el jardín.
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