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400 AÑOS DE HISTORIA

La Plaza Mayor, emblema de la Villa y Corte

La Plaza Mayor no es una plaza cualquiera. 400 años de Historia la contemplan. Ha servido para todo, desde corridas de toros hasta autos de fe de la Inquisición pasando por ferias y celebraciones de todo tipo.

Felipe II, poco después de trasladar la Corte a la villa de Madrid encargó la construcción de la plaza. Es uno de los principales símbolos de la capital. Se encuentra situada en el corazón mismo de Madrid, a medio camino entre la Puerta del Sol y el Palacio Real. Su localización y su valor histórico-artístico la han convertido en uno de los monumentos más visitados.

El lugar que hoy ocupa la Plaza Mayor formaba parte durante la Edad Media del extrarradio de la villa medieval. Entonces era sólo un prado con una pequeña lonja donde se celebraba el mercado. A ese campo se le conocía como Plaza del Arrabal.  Con la capitalidad, que llegó en 1561, el destino de Madrid cambió, y con él, el de la modesta Plaza del Arrabal.

En 1580 Felipe II encargó al arquitecto Juan de Herrera, el mismo que trazó las líneas del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, el adecentamiento de la plaza. Herrera concibió una plaza cuadrangular, para lo cual se hizo necesario el derribo de algunas casas. Sobre la antigua lonja se levantó la Casa de la Panadería, que es el edificio decano de toda la plaza. Se la llamó así porque en sus primeros tiempos contaba con la tahona principal de la Villa en sus bajos.

Las obras se demoraron, como suele ser habitual en Madrid, más de lo previsto. Felipe II murió en 1598 sin ver terminada la plaza. Sería su hijo, Felipe III, quien reactivaría el proyecto encargando al Juan Gómez de la Mora la conclusión de la plaza. El 1 de julio de 1619 la plaza fue finalmente inaugurada y pasó a convertirse en uno de los símbolos de la aún joven capital.

La Plaza original era de ladrillo rojo con tejados de plomo, como otros muchos edificios del Madrid de aquella época. Durante el siglo XVII sufrió dos incendios y uno devastador a finales del siglo XVIII, en tiempos de Carlos IV. Tras este último se procedió a un rediseño de la plaza. Las obras fueron encargadas a Juan de Villanueva, autor, entre otros, del Museo del Prado. Villanueva cerró la plaza añadiendo arcos de entrada y rebajó la altura de los edificios quitando dos plantas, de las cinco originales a las tres actuales más buhardilla.

El remate final a la plaza le vino a mediados del siglo XIX, durante el reinado de Isabel II. En 1848, a instancias del escritor y entonces concejal de la Villa, Ramón Mesonero Romanos, la estatua ecuestre de Felipe III fue trasladada al centro de la plaza y dispuesta sobre un pedestal. Era un modo de homenajear al rey que había concluido e inaugurado la plaza dos siglos y medio antes. La estatua, además, confiere a la plaza la elegancia y distinción propias de un espacio cargado de historia en el centro de una capital europea. 

Desde entonces la Plaza Mayor no ha sufrido cambios sustanciales en cuanto a fisonomía. En el siglo XX se llevaron a cabo varias restauraciones y algunas reformas como el cierre al tráfico rodado en los años 60. En esta reforma el ayuntamiento aprovechó para construir un aparcamiento bajo la plaza. El aparcamiento es muy superficial, razón por la que, desde entonces, la Plaza Mayor no ha vuelto a tener árboles.

La última intervención en la plaza tuvo lugar en 1992, cuando se renovó el revoco de los edificios. En esa misma época, tras un concurso público restringido, el pintor Carlos Franco realizó los murales que luce actualmente la Casa de la Panadería.

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