
L D (Agencias)
Los equipos de rescate lograron localizar a media tarde a cuatro personas aún con vida (dos hombres y dos mujeres a quienes se suministró agua), atrapadas en el montón de chatarra en que quedaron convertidos los dos vagones de tren "incrustados" en un edificio de ocho plantas al descarrilar el convoy. Allí, entre hormigón y hierros retorcidos, hay una decena de personas atrapadas, entre ellas las cuatro que por la tarde del lunes aún estaban vivas, indicaron los bomberos.
Sin embargo, según dijeron otros bomberos, citados por la cadena de televisión NHK, podría haber más gente, de quienes se teme lo peor, en el vagón inferior, chafado a presión en el sótano del edificio como una caja de cartón y del que apenas se ven las ruedas bajo la carcasa doblada del segundo coche. El accidente ocurrió a las 09.18 hora local (00.18 GMT), cuando un tren expreso de cercanías de la compañía Japan Railways West se salía de las vías en una curva a su paso por la localidad de Amagasaki, a 400 kilómetros al oeste de Tokio, en esa provincia de Hyogo.
Cinco de los siete vagones del tren, en el que viajaban 580 personas, se precipitaron contra los pisos bajos del edificio de viviendas situado a poco más de seis metros del tendido ferroviario. Cuando se disipó el polvo y humareda levantada por el brutal impacto, los vecinos de la zona asistieron a una escena dantesca: los vagones descarrilados se habían plegado en forma de acordeón y dos de ellos aparecían empotrados contra el edificio.
Inmediatamente comenzó el rescate, con la movilización de equipos de bomberos y policía de la región, y varias unidades militares allí estacionadas y enviadas por el gabinete de crisis formado por el Gobierno japonés. De la confusión inicial, con cifras que hablaban de unos pocos heridos, se pasó pronto a la magnitud real de la catástrofe, con decenas de fallecidos, centenares de heridos y el asombro de que este accidente se produjera en uno de los países más seguros del mundo en lo que se refiere al transporte colectivo.
Sin embargo, según dijeron otros bomberos, citados por la cadena de televisión NHK, podría haber más gente, de quienes se teme lo peor, en el vagón inferior, chafado a presión en el sótano del edificio como una caja de cartón y del que apenas se ven las ruedas bajo la carcasa doblada del segundo coche. El accidente ocurrió a las 09.18 hora local (00.18 GMT), cuando un tren expreso de cercanías de la compañía Japan Railways West se salía de las vías en una curva a su paso por la localidad de Amagasaki, a 400 kilómetros al oeste de Tokio, en esa provincia de Hyogo.
Cinco de los siete vagones del tren, en el que viajaban 580 personas, se precipitaron contra los pisos bajos del edificio de viviendas situado a poco más de seis metros del tendido ferroviario. Cuando se disipó el polvo y humareda levantada por el brutal impacto, los vecinos de la zona asistieron a una escena dantesca: los vagones descarrilados se habían plegado en forma de acordeón y dos de ellos aparecían empotrados contra el edificio.
Inmediatamente comenzó el rescate, con la movilización de equipos de bomberos y policía de la región, y varias unidades militares allí estacionadas y enviadas por el gabinete de crisis formado por el Gobierno japonés. De la confusión inicial, con cifras que hablaban de unos pocos heridos, se pasó pronto a la magnitud real de la catástrofe, con decenas de fallecidos, centenares de heridos y el asombro de que este accidente se produjera en uno de los países más seguros del mundo en lo que se refiere al transporte colectivo.
