
El sacerdote detenido el pasado 6 de marzo por presuntos abusos sexuales a alumnas de 6 años del colegio Highlands El Encinar, el padre Marcelino —de 57 años—, llegó al centro educativo madrileño en septiembre de 2022 para cubrir una vacante que había dejado otro sacerdote al que le había sido encomendada otra misión.
El código de conducta de empleados y voluntarios del colegios establece específicamente que un adulto "no puede estar a solas con un menor en un espacio personal, debe hacerlo siempre en lugares con supervisión, o con otro adulto o cerca de otro adulto", explican desde el centro educativo.
Sin embargo, según se recoge en el sumario —al que ha tenido acceso Libertad Digital—, tanto las menores afectadas (las cinco denunciantes) como otras alumnas del centro han contado a sus padres que solían pasar tiempo con el padre Marcelino, sin la supervisión de otro adulto. En el mejor de los casos, les hacía trucos de magia y les pintaba caritas en los dedos.
Las niñas también coinciden en señalar que el sacerdote les hacía regalos: gomas para el pelo, pegatinas que simulan ser piedras preciosas o caramelos. Algo que también va en contra de lo que recoge el mencionado código de conducta y por lo que —el propio colegio reconoce— fue "corregido" en varias ocasiones.
Pequeñas travesuras y mentiras
Pero con algunas, según cuentan las pequeñas, la influencia del religioso iba mucho más allá. A determinadas niñas, las incitaba a hacer pequeñas travesuras. Como si las pusiese a prueba. Después, debían guardar el secreto. Si no, eran apercibidas. Les enseñaba a mentir, para que nadie les pillase.
Así establecía un clima de confianza y complicidad que habría llevado a las pequeñas a no contar nada de lo que ocurría hasta ahora. En el caso concreto de la primera denunciante —a la que llamaremos María, para preservar su anonimato—asegura, en las conversaciones con sus padres que obran en el sumario, que el padre les decía que hicieran "cosas malas".
Él les sugería algunas, como hacer zancadillas a algún niño que fuese con la bandeja (en el comedor)o empujar a los compañeros en la fila, para luego decir que no habían sido ellas. Les indicaba que podían "sacar el dedo palabrota" —les especificaba, según la menor— "a buenas personas". Pero también les invitaba a pensar otras por ellas mismas.
Secretos en la capilla
María explica que el religioso "le dice a las niñas que vayan solas a un sitio secreto" donde las profes "les regañan" por ir, al que después se refiere como un rincón escondido del patio de abajo. Otras veces van a los baños que están cerca de ahí o a la capilla. Antes de los presuntos abusos relatados por la menor, todo formaba parte de un "juego".
Entre las diligencias policiales recogidas en el sumario, llama la atención la llamada de una madre de una alumna de primero de Primaria que no forma parte del grupo de menores afectadas (denunciantes) que cuenta —a la agente que recoge su testimonio— que su hija dice que ha ido a la capilla con otras menores y con el padre Marcelino.
Allí —dice— les cuenta "historias en secreto" y les advierte de que si le dicen algo a otro sacerdote (omitimos el nombre) "le va a echar la bronca". La niña le habría contado a su madre que a una de las compañeras que iban con ella se le ocurrió compartir uno de esos secretos con una amiguita y se metió en un lío.
Niñas de primero de Primaria
Por otra parte, la madre de una alumna de segundo de Primaria —cuyo testimonio también queda recogido en el sumario— ha informado de varios episodios relacionados con este asunto. Todos ellos ocurrieron el año pasado, cuando la niña estaba en primero. Un día su hija le dijo: "ya he hecho la comunión, el padre Marcelino me ha dado el pan sin consagrar".
Algo que resulta extraño teniendo en cuenta que quien se lo da es un sacerdote y que la menor —de 6 años— está lejos de poder tomar la Primera Comunión (lo que para los católicos siempre va precedido de un periodo de preparación, conocido como catequesis). Lo podemos relacionar con las travesuras que mencionaba María, entre otras.
Las niñas eran conscientes de que se trataba de cosas que no deberían hacer y —por ende— tampoco contar. Quizás por todo esto es importante la edad de las menores de las que estamos hablando. Las situaciones descritas sólo se han registrado con niñas de primero de Primaria. Curso en el que entran con 5 o 6 años, dependiendo del mes en el que hayan nacido.



