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Hallan durante una reforma los restos de un adolescente desaparecido hace 41 años en Argentina

El hallazgo reabre la investigación para esclarecer las causas de la desaparición del joven en 1984.

El hallazgo reabre la investigación para esclarecer las causas de la desaparición del joven en 1984.
Diego Fernández Lima | Youtube-A24com

El misterio que durante más de cuatro décadas atormentó a la familia Fernández Lima parece haberse resuelto. En mayo de este año, unos obreros que realizaban reformas en un muro divisorio del barrio porteño de Coghlan encontraron, por pura casualidad, restos humanos enterrados en el terreno de una vivienda. Las pruebas de ADN confirmaron que pertenecían a Diego Fernández Lima, un adolescente de 16 años desaparecido en Buenos Aires (Argentina) el 26 de julio de 1984.

El hallazgo se produjo cuando un bloque de tierra se desprendió y dejó a la vista varios huesos. Según recoge el parte policial citado por Perfil, "en un momento dado, se desprendió un trozo de tierra de la casa lindera y quedaron a la vista lo que aparentarían ser restos óseos humanos". La propiedad donde aparecieron pertenece a la familia de Cristian Graf, compañero de clase de la víctima en la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET), que aún reside en el domicilio.

Un crimen sin castigo posible

Junto a los restos se hallaron un reloj Casio con calculadora, un corbatín, un llavero, una etiqueta de ropa y una moneda. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) determinó que correspondían a un varón de entre 16 y 19 años, de 1,72 metros de estatura, de clase media, y que habría muerto entre los años ochenta y noventa. Los huesos mostraban lesiones compatibles con el uso de un arma blanca por la espalda, así como marcas en la cadera y en las articulaciones. "Se describe una lesión observada en la cuarta costilla derecha compatible con un objeto corto punzante y lesiones cortopunzantes en algunas articulaciones. Hay marcas en el cuerpo que se corresponden con una muerte violenta y un intento de descuartizamiento, pero también puede tener que ver con un intento de manipular el cuerpo para proceder a la inhumación del mismo", explicó a Infobae la directora del EAAF, Mariella Fumagalli.

En un principio, la noticia provocó confusión mediática. Algunos medios informaron que los huesos habían aparecido en una vivienda donde había residido el músico Gustavo Cerati, líder de Soda Stereo. La actriz Marina Olmi, anterior propietaria, explicó a TN que alquiló la casa al cantante y posteriormente la vendió. La Policía aclaró después que los restos fueron localizados en la propiedad contigua.

La Fiscalía, a cargo de Martín López Perrando, investiga el caso bajo la figura de homicidio. Ya ha tomado declaración a varios antiguos compañeros de Diego, incluido el propio Graf. Pese a las sospechas, cualquier responsable quedaría impune: la ley argentina establece un plazo máximo de 25 años para investigar este tipo de delitos, por lo que el crimen prescribió hace casi dos décadas.

Una familia marcada por la espera

La desaparición de Diego se remonta al 26 de julio de 1984. Aquella tarde, el joven salió de su casa en el barrio de Belgrano con una mandarina en la mano. "Voy a lo de un amigo y después al colegio", dijo a su madre antes de irse. Dos días después, la familia acudió a la Policía para denunciar su ausencia, pero los agentes archivaron el caso como fuga del hogar. Desde entonces, sus padres se volcaron en la búsqueda. Juan Benigno, su padre, anotaba pistas en una libreta, recortaba noticias de prensa y visitaba a otros padres con hijos desaparecidos. Llegaba a recorrer las calles en bicicleta siguiendo cualquier indicio, hasta que murió atropellado durante una de esas búsquedas.

Irma Lima, la madre, mantuvo intacta la habitación de Diego y nunca cambió el número de teléfono por si algún día llamaba. "Hasta hace poco seguía asomándose por la ventana para ver si Diego volvía", relató su hijo Javier a BBC Mundo.

Para Javier Fernández, hermano de Diego, el hallazgo mezcla dolor y alivio: "Sentí rabia, impotencia, tristeza y, al mismo tiempo, alegría porque encontré a mi hermano 41 años después". Su objetivo ahora es impulsar una Ley Diego que amplíe los plazos de prescripción en casos de desaparición, inspirada en la Ley Piazza que protege a víctimas de abusos sexuales en la infancia. "Cuando me entreguen el cuerpo podré despedirlo en paz como él se merece. Pobrecito, me lo arrebataron de mi vida, él era todo lo que estaba bien para mí".

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