Andrés y Prado son dos ejemplos del drama que aún se vive siete meses después del paso de la dana. Andrés, propietario de una carpintería metálica, nos abre las puertas de lo que llama su "desastre particular". Su taller quedó completamente arrasado, y su hijo ha tenido que abandonar sus estudios para ayudarle. Con las instalaciones inservibles, han tenido que depender de los talleres de amigos para poder seguir trabajando. Aunque han recibido 85.000 euros del consorcio, aseguran que los daños ascienden al menos a 254.000 euros.
El caso de Prado es aún más desesperanzador. Regenta una mercería de la que, tras la catástrofe, "no queda absolutamente nada". Ni siquiera ha podido intentar reabrir. A día de hoy, no ha recibido ninguna ayuda y su única obsesión es poder pagar a sus proveedores. La dana se llevó consigo los 300.000 euros que tenía invertidos en género. Ella, como tantos otros, sigue esperando un salvavidas que le permita salir a flote.