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"Hijos de puta: lo de Ortega Lara lo vais a pagar. ¡Gora Euskadi Askatuta!"

Cayetano González, alto cargo de Interior con Mayor Oreja, cuenta en primera persona sus vivencias cuando fue asesinado Miguel Ángel Blanco.

Cayetano González, alto cargo de Interior con Mayor Oreja, cuenta en primera persona sus vivencias cuando fue asesinado Miguel Ángel Blanco.

Martes, 1 de julio de 1997, 6 de la mañana. La Guardia Civil -¡menos mal que en la lucha antiterrorista nos queda la Guardia Civil! clamaba poco antes de su muerte, el exmiembro de ETA que acabó primero en Euskadiko Ezkerra y mas tarde en el PSE, Mario Onaindía-, en una brillante operación policial liberaba al funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara que fue secuestrado por ETA en enero de 1996 y que permaneció torturado, privado de libertad, 532 días con sus noches en un inmundo "zulo" construido por los etarras en una nave industrial situada a las afueras de la localidad guipuzcoana de Mondragón.

Toda España vibró, lloró, se emocionó, con la liberación de Ortega Lara, aunque también toda España fue un poco mas consciente –al ver en televisión el rostro demacrado, la vista perdida, el cuerpo hecho una piltrafa del funcionario de prisiones al llegar a su casa de Burgos- de la inmensa crueldad de la banda terrorista ETA, y eso que desde su nacimiento en 1959 ya había perpetrado un buen número de ellas. Pero el cúmulo de crueldades de la bestia del hacha y de la serpiente no estaba ni mucho menos agotado.

Jueves 10 de julio de 1997, 4 de la tarde. En el gabinete telegráfico del Ministerio del Interior se recibe una llamada de un ciudadano pidiendo hablar con la secretaría particular del Ministro. No es lo normal, pero hay tantas cosas tan poco normales en ese Ministerio que el funcionario que atendió el teléfono pasó la llamada sin preguntar más detalles. Una de las secretarias del ministro descuelga el teléfono y se quedó helada con lo que oyó al otro lado del teléfono: "Hijos de puta. Lo de Ortega Lara lo vais a pagar. ¡Gora Euskadi Askatuta!". Hacía treinta y cinco minutos que un joven y desconocido -antes de este trágico momento- concejal del PP del Ayuntamiento de Ermua, Miguel Ángel Blanco, había sido secuestrado por ETA. La banda terrorista daba cuarenta y ocho horas al Gobierno para que acercara a todos los presos etarras a las cárceles del País Vasco. Si no lo hacía, lo matarían. Era un asesinato a cámara lenta.

Y es aquí donde se empiezan a agolpar los recuerdos, las vivencias de aquellas dramáticas y angustiosas horas que tuve la ocasión de vivir muy en primera personas debido a mi trabajo como director de Comunicación del Ministerio del Interior. Unas vivencias y unos recuerdos que tengo muy grabados, no sólo en la memoria, sino sobre todo en el corazón, y que en estos años se han revuelto cuando uno ha podido ver tanta inmundicia, tanta estupidez, tanta falta de principios en los gobernantes y responsables políticos que han aplicado o siguen aplicando una política de apaciguamiento, de buscar la reconciliación, el perdón dicen otros, para lograr el final de esa banda de terroristas que ha asesinado a 858 personas, todas inocentes, y heridas a varios miles más.

Mayor Oreja: "Cayetano, lo van a matar"

El primer recuerdo que me asalta de aquellos primeros instantes es la llamada que recibo a las 17:00 horas de la secretaria particular del ministro del Interior: "dice el ministro que subas inmediatamente". En su despacho de la segunda planta del Palacete de Castellana 5 que alberga al Ministerio del Interior, Jaime Mayor es consciente desde el primer momento que se trata de un asesinato a cámara lenta. A la vista de la gravedad de las noticias que se van recibiendo, ha tenido que interrumpir una reunión con el que había sido su antecesor en el Ministerio, Juan Alberto Belloch, que de sobra sabía lo que eran esos momentos para quien es responsable de la cartera sin duda más dura del Gobierno. Con la cara surcada por la preocupación y la tristeza, con la vista baja, el ministro me dice: "Cayetano, lo van a matar. Sólo un milagro haría posible que lo encontráramos y le pudiéramos salvar la vida". Eran las 17:15 horas de la fatídica tarde del jueves 10 de julio. Quedaban tan sólo veintidós horas y cuarto para que ETA cumpliera su amenaza.

¿Por qué llegó tan rápido Jaime Mayor a esa terrible conclusión? Por dos motivos: primero, porque en el terreno de los principios, él sabía mejor que nadie que el Gobierno no podía ceder ni un milímetro al chantaje planteado por ETA. Al llegar al Gobierno, catorce meses antes, Mayor Oreja, de acuerdo con el Presidente Aznar, había cortado todas las vías de contacto, de tomas de temperatura que tenía establecidas con ETA el último Gobierno del PSOE. La banda terrorista sabía que el Gobierno del PP iba a derrotarla, con el Estado de Derecho por delante, con la acción policial, con la colaboración internacional. Y esa política antiterrorista estaba comenzando ya a dar sus primeros resultados.

En segundo lugar, el ministro del Interior tenía muy reciente la experiencia, en el terreno operativo-policial, de lo que había costado encontrar el "agujero" donde estaba secuestrado Ortega Lara. Desde que la Guardia Civil tuvo la primera pista con cierto fundamento sobre el posible paradero del funcionario de prisiones hasta que localizó el lugar donde estaba secuestrado pasaron siete meses. Era por lo tanto un imposible que en sólo cuarenta y ocho horas se pudiera encontrar a Miguel Ángel Blanco, con lo fácil que resultaba esconder a una persona un periodo de tiempo tan breve, sin llamar la atención, en cualquier punto del País Vasco o zonas limítrofes. Pero, no obstante, y como no podía ser de otra forma, se pusieron todos los medios para localizarle.

En la UCI, con vida pero muerto

El segundo recuerdo que tengo de aquellos dos días me traslada ya al desenlace final, a la noche del sábado 12 de julio, cuando Miguel Ángel Blanco yacía en la UCI del Hospital de Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián, en un estado prácticamente de vida vegetativa, entubado, con la cabeza vendada –había recibido dos tiros en la nuca- enchufado a una máquina, pero con nulas esperanzas de seguir con vida. Eran las 11 de la noche y tuve la oportunidad de ver a Miguel Ángel desde detrás de la mampara de la UCI, porque al interior de esta sólo entraron el ministro, el secretario de Estado de Seguridad y el jefe del equipo médico. Un momento muy duro porque todos sabíamos que era sólo cuestión de horas para que los médicos certificaran oficialmente la muerte del joven concejal, como así sucedió a las dos y media de la madrugada.

Pero volvamos atrás. Nada más tenerse conocimiento del secuestro, el secretario de Estado de Seguridad, Ricardo Martí Fluxá, convocó una reunión urgente en su despacho de Amador de los Ríos a la que acudieron los máximos responsables de Información de la Guardia Civil y del Cuerpo Nacional de Policía, el General Pedro Muñoz y el Comisario General Jesús de la Morena, así como un alto representante del entonces CESID, ahora CNI.

El reloj avanzaba mucho más deprisa de lo deseado por los responsables policiales y como una muestra de la voluntad de poner todos los medios que fueran necesarios en esas angustiosas horas, al secretario de Estado de Seguridad se le ocurrió intentar contratar unos aviones que por sus características técnicas, detectan si hay seres humanos bajo tierra, en base a la densidad y al calor que desprende esta. Se entró en contacto con una empresa privada con sede en Suiza dedicada a este tipo de prospecciones, pero se constató la imposibilidad real de llevar a cabo esa operación por lo que era ya una pesadilla para todos: la falta de tiempo.

Al mismo tiempo, Martí Fluxá habló con el embajador de España en Londres, porque Mari Mar, la hermana de Miguel Ángel, se encontraba en dicha ciudad pasando unos días de vacaciones. Una vez que fue localizada a través de una amiga y de que se enteró de la noticia del secuestro de su hermano a través de sus padres, Mari Mar fue a la Embajada donde todavía recuerda el afecto y el cariño con el que se la trató amén de ayudarla en las gestiones para conseguir un billete de avión para volver al día siguiente a España.

Igualmente, los teléfonos entre Madrid y Vitoria, entre el secretario de Estado de Seguridad y el viceconsejero de Interior del Gobierno Vasco, José Manuel Martiarena, no dejaron de sonar. Eran unos momentos en los que las relaciones tanto a nivel político como policial entre el Ministerio y la Consejería de Interior eran excelentes. Fluxá y Martiarena acordaron tener al día siguiente una reunión en el Centro de Coordinación Policial que la Ertzaintza había montado como consecuencia del secuestro en su Comisaría principal de Bilbao. Asimismo, todos los cuerpos policiales tocaron a sus confidentes, a sus "escuchas", tanto en España como en Francia, pero sin resultado positivo.

El responsable de los Servicios de Información de la Guardia Civil, el general Muñoz recuerda con cierta angustia aquellos momentos: "estábamos luchando contrareloj con algo muy difícil de resolver. Se activó todo el sistema y se tocaron todas las teclas. La gente que estaba en Francia se movió; se vigilaron todos los objetivos de las operaciones policiales que teníamos en marcha por si se producían movimientos raros; se "peinaron" muchos montes de Guipúzcoa, pero no había luz por ningún sitio. Las horas seguían pasando de forma irremisible.

Tres ofrecimientos de mediación

También movidos por un deseo de ayudar, de hacer lo que hiciera falta para salvar la vida de Miguel Ángel, llegaron al Ministerio del Interior algunos ofrecimientos de personas para hacer labores de intermediación: es el caso ya conocido de María José Gurruchaga, -abogada de José Luis Álvarez Santacristina Txelis, uno de los dirigentes de ETA detenido en marzo de 1992 en Bidart, preso en aquel momento en Francia- que por iniciativa e impulso del director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, se entrevistó con su defendido en la cárcel en la que se encontraba ingresado. O el de Joaquín Ruiz Jiménez, entonces presidente de la UNICEF, o el de un concejal de una candidatura próxima a Batasuna, compañero de colegio en San Sebastián del ministro del Interior. A todos se les dijo lo mismo: haced lo que os parezca oportuno, pero en ningún caso estáis autorizados para hablar ni actuar en nombre del Gobierno.

En el ámbito político, ¿qué estaba pasando en esas horas? Algunas cosas, y no todas edificantes. El presidente del Gobierno, tras conocer la noticia del secuestro, convocó a media tarde del jueves día 10 una reunión en la Moncloa a la que acudieron, el vicepresidente primero, Francisco Álvarez Cascos, el ministro del Interior, Jaime Mayor; el secretario general de la Presidencia, Javier Zarzalejos; el jefe de Gabinete del Presidente, Carlos Aragonés y el coordinador general del PP, Ángel Acebes.

En dicha reunión se acordó que fuese el ministro del Interior el que hiciera una declaración institucional, cosa que Jaime Mayor realizó a las 23:15 de la noche desde la Sala de Juntas del Ministerio. Una declaración que el ministro preparó personalmente en su coche en el trayecto que le llevó desde la Moncloa a la sede del Ministerio y que acabó de perfilar a solas en su despacho: "no podía ser provocadora para ETA –recuerda Mayor Oreja diez años después- por si todavía existía alguna posibilidad, altamente improbable, de que se apiadaran de Miguel Ángel, pero al mismo tiempo tenía que dejar muy claro ante los españoles que el Gobierno ni podía ni quería ceder al chantaje planteado".

El paso de los años no ha borrado de la memoria de Mayor Oreja el recuerdo sobre la soledad y la angustia que le invadió en las dos noches que había en el plazo dado por ETA: "no teníamos dudas sobre la decisión que se hubo de tomar de no ceder al chantaje, pero al mismo tiempo no podías quitarte de la cabeza que iban a matar a una persona. Lógicamente dormí mal, pendiente del teléfono, de que hubiera alguna noticia positiva. Fue muy duro".

En ese mismo sentido, el entonces secretario general de la Presidencia del Gobierno, Javier Zarzalejos, recuerda la tarde del sábado 12, cuando ya había aparecido el cadáver de Miguel Ángel Blanco: "estuve con Aznar prácticamente toda la tarde en su despacho. Habló dos veces con el Rey y con el ministro del Interior. Fue una tarde muy larga, silenciosa. Su mujer bajó un par de veces. Pocas veces he pasado unas horas de tanta intensidad, sin decir nada. Pero para lo que valiese la compañía, había que estar allí".

Arzalluz a Iturgáiz: cuando baje la ola, cada uno por su camino

Mientras tanto, en el País Vasco Carlos Iturgaiz estaba en contacto casi permanente con el lehendakari Ardanza a quien pidió que convocara urgentemente la Mesa de Ajuria-Enea. El lehendakari expresó algunas reticencias, fundamentalmente porque sabía que el presidente del PNV, Xabier Arzalluz, no era partidario de esa convocatoria, argumentando que ETA no podía ser quien marcara la agenda de la Mesa. Pero Iturgaiz insistió –había hablado con Ramón Jáuregui (PSE), con Carlos Garaikoetxea (EA), con Pablo Mosquera (Unidad Alavesa) y con Javier Madrazo (Izquierda Unida) que se pusieron a su disposición- y Ardanza no tuvo más remedio que ceder y convocar la reunión para el día siguiente.

Iturgaiz recuerda todavía como al llegar a Ajuria-Enea, "Arzalluz no me dio la mano" y en un aparte de la reunión, el presidente del PNV le dijo: "mira Iturgaiz –era una costumbre muy de Arzalluz, cuando quería establecer diferencias con su interlocutor, llamarle por el apellido- ahora estamos todos juntos montados en la ola, pero cuando esta baje, cada uno nos iremos por nuestro camino y nosotros ya sabemos lo que tenemos que hacer".

No hablaba Arzalluz a humo de pajas, porque efectivamente, en cuanto fue enterrado Miguel Ángel Blanco, el PNV corrió a hablar y a negociar con ETA, fruto de lo cual fue el Pacto de Estella que firmó en septiembre del año siguiente. Estella fue el pacto público, pero hubo otro firmado dos meses antes, en julio de 1998, en la clandestinidad, que se conoció posteriormente cuando se encontró un documento a un comando de ETA detenido en Francia, en el que la banda terrorista, el PNV y EA se comprometían a expulsar de las instituciones vascas a los partidos que ellos denominaban "españolistas", es decir, al PP y al PSOE.

Al PNV toda la reacción social que se produjo en aquellas horas terribles del asesinato a cámara lenta de Miguel Ángel Blanco le puso muy nervioso. Creyeron que perdían la calle, que aquellas movilizaciones no eran solamente contra ETA sino también contra ese nacionalismo gobernante que vivía muy cómodo, sin comprometerse ni poco ni mucho en la derrota de la banda terrorista. Ya lo había definido perfectamente Arzalluz unos años antes en una reunión con gentes de ETA-Batasuna celebrada en marzo de 1991: "unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces".

Aplausos a Aznar

El sábado día 12 la Mesa de Ajuria-Enea había convocado para el mediodía una gran manifestación en Bilbao, horas antes de que expirara el plazo dado por ETA. El presidente Aznar, tras escuchar la recomendación de algún miembro importante de su gabinete de que no acudiese a la marcha, decidió asistir. Estaba previsto que la cabecera de la manifestación partiera de la sede del Gobierno Vasco situada al comienzo de la Gran Vía, al lado de la Plaza del Sagrado Corazón. Pero en el último momento y sin avisar, el Gobierno Vasco y el PNV cambiaron el punto de arranque de la marcha, lo que fue interpretado como un claro gesto de no querer compartir ni cabecera ni pancarta con Aznar. Pero una vez más el PNV se equivocó, porque lo que menos podían pensar era que el presidente del Gobierno fuese a ser aclamado por los ciudadanos en el trayecto que hizo a pie entre la sede de la Subdelegación del Gobierno en la Plaza de Moyua y el comienzo de la Gran Vía.

Hubo por tanto dos cabeceras. La primera, en la que iban Ardanza, Arzalluz, los miembros del Gobierno Vasco y también Álvarez Cascos, llegó antes que la segunda a las escalinatas del Ayuntamiento de Bilbao, donde la hermana de Miguel Ángel leyó un emotivo a la par que angustioso comunicado, pidiendo a ETA que tuviera piedad y dejara libre a su hermano. En varios momentos de la manifestación, así como en esos instantes finales, se corearon en varias ocasiones los gritos de "Vascos sí, ETA no", lo que dio pie al presidente del PNV a tener de nuevo un "detalle" con Iturgaiz: "los que gritan eso –le dijo Arzalluz- son los de los autobuses que habéis traído desde Madrid". Quedaban sólo dos horas y media para que acabara el plazo dado por ETA.

En el mismo hospital que De Juana Chaos

Lo que sucedió posteriormente es de sobra conocido. Hacia las 16:30 de la tarde, dos cazadores encontraron en un camino rural en Lasarte un cuerpo con las manos atadas a la espalda y con dos tiros en la cabeza. Los peores presagios se habían cumplido. ETA, fiel a su historia, fue implacable. Miguel Ángel Blanco fue trasladado en una ambulancia al Hospital General de Aránzazu, el mismo en el que diez años después, por decisión de Zapatero y de Rubalcaba, estuvo varias semanas De Juan Chaos, reponiéndose de una huelga de hambre. Pero a diferencia de este sanguinario terrorista, Miguel Ángel Blanco no pudo entrar por su propio pie en el Hospital, sino en camilla y en estado de coma.

En el 2007, al cumplirse el décimo aniversario de su asesinato, la hermana de Miguel Ángel, Mari Mar Blanco, con una gran serenidad me comentó: "¡claro que entendimos que el Gobierno no cediera! Era muy duro, para mis padres, para mí, porque se trataba de su hijo, de mi hermano, pero sabíamos que no podía ceder. Acabábamos de ver lo de Ortega Lara y sabíamos cuál era la posición del Gobierno. Lo entendimos perfectamente". De nuevo, las víctimas del terrorismo dándonos a todos una gran lección de dignidad y de fortaleza moral.

No quiero acabar estos apuntes de recuerdos personales sin plantear una pregunta que seguramente nos hemos hecho muchas personas en estos días de conmemoración del decimoquinto aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco: transcurridos estos quince años, ¿en qué punto nos encontramos en la lucha contra ETA?

ETA ha ganado

No voy a rehuir mi personal respuesta. ETA puede estar muy "tocada" desde el punto de vista operativo, y este es un mérito que sólo debe de atribuirse a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, es decir la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía, porque la Policía Autónoma Vasca, por razones de subordinación política en los Gobiernos del PNV, ha aportado mucho menos a la lucha antiterrorista que los otros dos cuerpos policiales.

Pero en el campo político, sería de necios no reconocer que ETA va ganando la batalla: sin pegar un solo tiro desde hace ya varios meses han conseguido ser legalizados –gracias a Zapatero, a Rubalcaba, a los seis magistrados del Tribunal Constitucional que votaron a favor y a la inacción del Gobierno de Rajoy- y de momento gobiernan la Diputación Foral de Guipúzcoa y un buen número de ayuntamientos del País Vasco y de Navarra, entre ellos el nada desdeñable de San Sebastián.

Además, sus expectativas electorales para las próximas elecciones autonómicas vascas no pueden ser mejores: las encuestas apuntan que estarían disputándose la primera posición con el PNV, a mucha distancia del PSE y por supuesto de un PP vasco, irreconocible con sus actuales dirigentes, que ocupa una irrelevante cuarta posición en dichas encuestas. Es decir, ETA puede conseguir muy pronto el poder en el País Vasco y desde el mismo, trabajar por llevar a cabo aquello por lo que han asesinado a 858 personas: la independencia de Euskadi y por lo tanto, la ruptura con España.

Por eso, cuando uno oye a responsables políticos, entre ellos a miembros del actual Gobierno y a algunos dirigentes del PP decir que ETA ha sido derrotada, uno se pregunta: Aparte de a ellos mismos, ¿a quién más quieren engañar?, ¿por qué nos toman por tontos a los ciudadanos?; ¿por qué mancillan de esa forma la memoria de Miguel Ángel Blanco y del resto de las víctimas del terrorismo? ¿Por qué el actual y algo torpón ministro del Interior, en lugar de poner una vela a Dios –exigir la disolución de la banda terrorista- y otra al diablo -seguir a pies juntillas la hoja de ruta del anterior Gobierno socialista, vía Nanclares incluida y plan de reinserción de presos etarras añadido- no busca la derrota total y definitiva de ETA, sin "astucias" como le gusta decir al propio Fernández Díaz?

Las víctimas del terrorismo hace años que resumieron perfectamente en tres palabras –Memoria, Dignidad y Justicia- sus peticiones. De un gobierno socialista se podía esperar cualquier cosa, como por desgracia pudimos ver con Zapatero. Pero de un Gobierno como el actual del PP, lo que se esperaba, y confiemos que todavía sea recuperable, es que busque única y exclusivamente la derrota total y definitiva de la banda terrorista ETA, sin atajos, sin subterfugios, sin astucias, sin concesiones a los terroristas y a su mundo.

Y que al mismo tiempo haga todo lo posible para que el proyecto totalitario que encarna ETA no triunfe en el País Vasco. Ese esfuerzo, esa convicción, esa firmeza en la defensa de los valores democráticos se lo merecen Miguel Ángel Blanco y todas y cada una del resto de las personas que han sido asesinadas por defender algo que los terroristas tanto odian y que otros tanto queremos que es y se llama España.

Cayetano González. Periodista, es colaborador habitual de los programa de Es la Mañana de Federico y Es la noche de César en esRadio. Fue director de Comunicación del Ministerio del Interior de mayo de 1996 a febrero de 2001.

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