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Alberto Míguez

Distintos pero no distantes

Una lluvia de comentarios de diversa intención, tendencia y contenido acompañaron en las últimas horas las noticias llegadas del Ulster tras el anuncio de que el grupo terrorista IRA entregaba las armas (algo a lo que se había comprometido formalmente hace más de un año) y que el ejército británico desmantelaba algunas de sus instalaciones más simbólicas.

Todos los comentaristas coincidían en dos extremos: la situación en el País Vasco español es incomparable a la de Irlanda del Norte y cualquier homologación y paralelismo constituye un enorme disparate. Sería además disparatado comparar el grado de autonomía de que goza Euskadi con los mínimos ambicionados por los católicos del Ulster, que no alcanzarían, en el mejor de los casos, una décima parte de lo que consagra el Estatuto de Autonomía. Ya les gustaría a Gerry Adams y a sus amigos conseguir cotas parecidas.

ETA e IRA se parecen en sus métodos, en su crueldad y en su vesania. Creen o creían -porque las cosas han variado considerablemente- que sus objetivos eran alcanzables por la vía armada.

Como era de esperar el PNV y sus portavoces han cogido el rábano por las hojas y se han sacado de la manga la peregrina teoría de que el ya histórico Acuerdo de Viernes Santo consagra el principio de autodeterminación y que los habitantes del Ulster serán llamados a ejercerla en el futuro. Ignoro dónde han leído tan ilustres señores tal estupidez: desde luego no en el texto del Acuerdo.

Tal vez se lo inventaron. Los firmantes indican, eso sí, que el pueblo del Ulster viene ejerciendo a través de votaciones regulares y libres ese derecho. Y que en el futuro, repito, en el futuro y en caso de que la inmensa mayoría de los votantes deseara la unión con la República de Irlanda ésta podría concretarse y que para eso dicha República cambió algunos de los artículos de su Constitución.

La probabilidad de que tal mayoría llegase a concretarse por vía democrática resulta un tanto lejana porque nunca en los últimos veinte años los católicos republicanos ganaron una elección por mayoría y así se ha reflejado en la Cámara autónoma del Ulster.

Lo que sí parece evidente es que la entrega de las armas por parte del IRA constituye un ejemplo letal para ETA que se encuentra mucho más sola hoy en su empecinamiento criminal aunque cuente, eso sí, con la ayuda de su brazo político, Batasuna, y con la simpatía y solidaridad del PNV y demás compañeros de viaje.

Algunos peligros acechan todavía al proceso de paz en el Ulster y convendría no ocultarlos pese a la euforia actual. En primer lugar que los grupos disidentes y todavía más sanguinarios que la organización terrorista (el “IRA auténtico”, por ejemplo, que acaba de rechazar la entrega de las armas) sigan matando. Y que las bandas armadas protestantes hagan lo propio y no admitan, como también acaban de anunciar, homologar los métodos de sus antagonistas.

Queda por último una larga tarea de varias generaciones: reconciliar a una sociedad en práctica guerra civil desde hace muchos años, restañar unas heridas que todavía supuran. No es ése, desde luego, el caso del País Vasco español donde hay, qué duda cabe, antagonismos políticos, culturales y sociales importantes, pero no dos sociedades contrapuestas y enemigas, dispuestas a exterminarse mutuamente. También en esto Euskadi y el Ulster son distintas.

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