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Amando de Miguel

Polémicas y arbitrios

La lengua española no va a sentirse desplazada por el inglés, en el caso de que los chicos estudien las dos. Si estamos en España, el español seguirá siendo la lengua habitual

Gabriel Ter-Sarakian (siempre tan polémico, como Dios manda) se revuelve contra mi afirmación de que el método comparativo es esencial en el razonamiento científico. Seguramente lo es también en todo razonamiento. Don Gabriel sostiene que “la comparación no deja de ser un recurso retórico”. Bien, la retórica no siempre es mala. Es como el alcohol; lo malo es el exceso. Sin darme cuenta he acudido a una comparación, una metáfora. Sin comparaciones no habría ciencia, ni literatura, ni habla siquiera. "Pienso, luego existo", dijo el maestro Descartes. Otra cosa es que la comparación sea burda, interesada, mal hecha. En definitiva, las comparaciones bien traídas no son nada odiosas. En la etimología de muchas palabras suele haber una comparación implícita.

Miguel Alonso, ante la confusión de la actual paleta de partidos, avanza una interesante conjetura. Opina que sería mejor disolver los dos principales partidos. Serían sustituidos por otros dos de nuevo cuño, la derecha liderada por Esperanza Aguirre y la izquierda por Rosa Díez. La verdad es que la mayoría de los españoles honrados estarían de acuerdo con la fórmula. Lo malo es lo de la fábula del cascabel y el gato. De momento, queda abierta la polémica, una más.

Miguel Fernández Porras sale en defensa de Pío Moa al que yo criticaba por su rechazo a enseñar el inglés en las escuelas. Preciso. La lengua española no va a sentirse desplazada por el inglés en el caso de que los chicos estudien las dos. Si estamos en España, el español seguirá siendo la lengua habitual. Solo que los españoles (como los suecos o los finlandeses) manejarán también el inglés con propósitos instrumentales. La fuerza del inglés en el mundo es porque ha sabido incorporar muchos términos de otras lenguas, también del español. Por cierto, el español tiene cada vez mayor vitalidad en el mundo, especialmente en los Estados Unidos.

Carlos Gordo Blanco, a propósito de una polémica aquí mantenida, sostiene que es mejor decir "generar puestos de trabajo" que "crearlos". No estoy de acuerdo. Todo lo que se destruye se puede crear. La segunda acepción de “crear” en el Diccionario de Seco es "hacer que empiece algo que no existía en la realidad pero sí en potencia". Dejando de lado el recurso a la terminología escolástica, es claro que se crea o se levanta algo que estaba destruido o desaparecido. Ahora bien, sostengo que quienes crean de verdad los puestos de trabajo son todos los trabajadores, incluyendo los empresarios.

Jesús García Castrillo comparte la distinción entre "sexo" (para las personas y otros animales) y "género" (para las palabras). El asunto es fundamental, pero, desgraciadamente, se confunde muchas veces en el lenguaje público. Así, la malhadada "violencia de género".

Agustín Fuentes se encocora con el precepto que se dio a sí mismo Zapatero para reservarse de por vida el puesto de consejero en el Consejo de Estado. Al final, es una forma de asegurarse unos 150.000 eurillos anuales de forma vitalicia. Don Agustín apunta una fórmula para resolver esos casos de leyes que se dan los parlamentarios para beneficiarse a sí mismos. Habría que hacerlo por votación popular, ahora muy fácil con el DNI electrónico. Mi opinión es que el Consejo de Estado debería ser simplemente el colegio de los letrados que asesoraran al Gobierno. Son verdaderos peritos en Derecho, cosa que, francamente, no creo que Zapatero pueda serlo. No conocemos muchos artículos científicos que haya escrito Zapatero.

Hay más correos sobre el asunto de la operación cesárea por la que nació César. Todos dudan sobre el particular. Pedro M. Araúz Cimarra aporta el dato de que la legislación romana obligaba a practicar la cesárea a las mujeres con embarazo a término y que morían súbitamente. Era una operación desesperada para salvar la vida del nasciturus. Comenta irónicamente don Pedro Manuel: "Hoy en cambio legislamos para lo contrario. Parece que progresamos".

Luis Cáceres considera que es una ironía mi afirmación de que el sistema decimal se acomoda a la disposición de la naturaleza que nos ha dado diez dedos entre las dos manos. No es una ironía. Muchas sociedades han contado con un rudimentario sistema decimal porque lo de contar con los dedos es bien natural. Recordemos la numeración romana: uno es un dedo, cinco la mano (la V), diez las dos manos (la X). Todavía hoy, implícitamente, para señalar que algo es “mucho, decimos muchas veces  “el 80%”. Es decir, cuatro dedos de cada cinco.

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