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Andrés Freire

Sabotaje a un Presidente

El hermetismo de la Administración Bush apenas puede esconder las profundas diferencias entre sus miembros. El conocido periodista Bob Woodward ha escrito un asombroso libro (Bush at war) donde relata las luchas entre la facción de Colin Powell y la de Dick Cheney y Donald Rumsfeld, con sus aliados neoconservadores. Las suyas son diferentes formas de entender el mundo, y el punto donde han entrechocado ha sido Oriente Medio. Mientras Powell y los suyos prefieren mantenerse neutrales en ese conflicto, Cheney y Rumsfeld y, sobre todo, los neoconservadores, son radicalmente proisraelíes.

El árbitro de estas querellas es, obviamente, el Presidente Bush, quien usa de Condoleeza Rice como pantalla protectora. Pero es él quien ha de tomar las decisiones, por lo que las partes en pugna luchan por ganar acceso a un hombre que aborrece los largos y minuciosos debates y gusta de tomar decisiones prontas y precisas.

Woodward refiere en el avance de su libro que ha publicado el Washington Post un ejemplo anonadante de esta guerra interna. Colin Powell, tras meses de pugnas, convenció a Bush de que acudiera a la ONU antes de decidirse a hacer la guerra a Irak, en contra de los deseos de Cheney (el más fiero defensor de la guerra) y Rumsfeld. Ambas facciones coincidían en que el discurso debía ser duro con la ONU, recordándole sus continuos fracasos con relación al régimen de Hussein. La disputa estribaba en si solicitar explícitamente de la ONU una nueva resolución acerca de Irak. Los halcones se oponían, pues ello implicaba entrar en un proceso de negociación y discusión, que Hussein manipularía para cortar el ímpetu de la guerra. Powell, por su parte, consideraba que no tenía sentido ir a la ONU y no pedir una nueva resolución.

Tras muchas discusiones, tras reuniones tormentosas en las que Cheney y Powell chocaron rudamente, George Bush llamó a Powell y a Rice en la víspera de su discurso para anunciarles que había decidido incluir en él la petición de “una nueva resolución”. También les dijo el párrafo en que iba a hacerlo. Al día siguiente, sin embargo, la persona encargada de transcribir el discurso para el teleprompter (la pantalla en la que leen los textos los locutores y los políticos) había “olvidado” incluir en él esa referencia. Quien no la olvidó fue el Presidente Bush que titubeó apenas un momento al darse cuenta de esa omisión y añadió la disputada frase: “We will work with the U.N. Security Council for the necessary resolutions"

Este hecho, que no merece otro nombre que sabotaje al presidente, demuestra el alcance de las disputas internas en la administración Bush, y que hay gente en ella que ha convertido la guerra de Irak en prioridad absoluta. Demuestra además que para el futuro de la región las luchas mas importantes son aquellas que se disputan en los pasillos y despachos de Washington DC. No hay cuartel, no hay lealtad, y hay muchos que no hacen prisioneros.

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