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Aníbal Romero

Izquierda blanda

La oposición ha de presentar una opción verdaderamente distinta, basada en la libertad individual y el libre mercado.

La oposición ha de presentar una opción verdaderamente distinta, basada en la libertad individual y el libre mercado.

Mi artículo anterior, titulado "La indefensión ideológica de la oposición", circuló profusamente y suscitó polémica. Argumentaba en él que el régimen de Chávez es de izquierda y que buena parte de la oposición también lo es, lo que dificulta a ésta caracterizar al régimen y combatirle con eficacia. El apaciguamiento y el extravío opositores no son gratuitos.

Se me respondió en esencia lo siguiente:

  1. Existen muchas similitudes entre comunismo y fascismo, pero Chávez es fascista.
     
  2. Si bien es cierto que la oposición en su mayor parte es de izquierda, se trata de otra izquierda, de una izquierda buena, a diferencia de la chavista, que es mala.
     
  3. La oposición ofrece, en lugar de comunismo, socialdemocracia.

Admitamos que hay similitudes entre las diversas expresiones del totalitarismo. Los chavistas acusan a la oposición de fascista y la oposición replica acusando igualmente al régimen de fascista.

¿En qué quedamos, entonces? ¿No es obvio que el término se ha convertido en un simple insulto que cada quien usa a su gusto? Ahora bien, pregunto: si fascismo y comunismo, según dicen, se parecen, ¿por qué entonces la oposición no utiliza más bien el vocablo comunista para definir al régimen de Chávez? Ello aclararía las cosas y quizás hasta despertaría a algunos. ¿No sostienen acaso Chávez y sus seguidores procubanos que eso es precisamente lo que son y quieren ser: comunistas?

¿Por qué no hacerles caso? ¿Qué impide a la oposición calificar al régimen como lo que genuinamente intenta ser? ¿Será que en el fondo la oposición también cree que Venezuela necesita un socialismo? ¿Será tal vez que en el fondo, y como no me canso de repetir, la oposición es en su mayoría de izquierda y entregó su alma a las ideas socialistas, ideas que le impiden presentar ante Chávez una opción verdaderamente distinta, basada en la libertad individual y el libre mercado, pues está visto que ningún socialismo funciona y todos acaban en asfixia y desengaño?

Este es el punto clave: mi cuestionamiento del socialismo en todas sus versiones no es exclusivamente político. El socialismo es también una teoría y una práctica económicas. La izquierda blanda venezolana nos ofrece hoy la socialdemocracia y el socialcristianismo como si estuviese descubriendo el agua tibia. Olvida que los cuarenta años de República civil, sin menoscabo de sus logros institucionales, se caracterizaron precisamente por un patente fracaso económico y social que abonó el terreno para la llegada del caudillo vengador, en medio del crecimiento exponencial de la pobreza.

Hugo Chávez no ha hecho más que profundizar la lógica económica del socialismo de AD y Copei. Si estos nacionalizaron el petróleo y el hierro y usaron la renta petrolera como lo hicieron, ¿por qué no nacionalizar también el cemento, el oro, los alimentos, las farmacias, las cabillas... y paremos de contar?

La socialdemocracia es un lujo de países ricos que se desarrollaron y luego empezaron a redistribuir. Es un socialismo sentimental que ya encontró sus límites, hundiendo a Europa y Estados Unidos en un abismo de deudas y programas demagógicos impagables. La socialdemocracia está en bancarrota pero la izquierda criolla no desea enterarse. ¿Pasar del socialismo chavista al socialismo adeco? ¿Es eso lo que ofrece la oposición?

No creo necesarias hondas cavilaciones filosóficas para entender a Chávez y su socialismo cubano. Como fórmula económica y social, es otra versión del anticapitalismo y antiliberalismo de la izquierda venezolana de siempre. La izquierda –la dura como la blanda– y Venezuela entera siguen atenazadas por el pasado.


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