Esta frase de un reportaje de David Alandete en el dominical de El País atrajo mi atención: se trataba de un artículo sobre lo tonta que es la gente, es decir, la norma del pensamiento único y el mejor combustible que la política podría desear para legitimarse. La cosa iba contra el consumismo, porque resulta que la gente está muy endeudada. Es verdad, claro, pero no se endeuda porque sea boba. Llamativamente, el mismo artículo que habla de “comprar a cualquier precio” no pierde tiempo en destacar que ¡el precio del endeudamiento ha caído mucho!
La gente se comporta lógicamente como predicen los economistas, y compra más cuando el precio baja. Pues los sabios arremeten contra ella y le reprochan su “consumismo”, como si consumir fuera malo, como si la mayoría de la población fuera demente.
Desfilan los expertos, que critican que la gente se entretenga yendo de compras, y que, con característico paternalismo, saben mejor que el pueblo lo que es bueno para éste. El catedrático Octavio Uña afirma que “la mayoría de las cosas que se compran a crédito son totalmente prescindibles”: fantástica deducción, sabiendo que más del 70 % del endeudamiento lo destinamos los ciudadanos a comprar nuestra “prescindible” vivienda, y el resto a objetos que según este profesor no deberíamos tener, como coches, ordenadores o televisores.