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Aunque la palabra no exista en el DRA, expresa la satisfacción oficial por la facilidad con la que se ha realizado, en Francia, el paso al euro. Los comentaristas afirman que el abandono, sin pena ni gloria, del patriótico franco es una bofetada simbólica para los soberanistas antieuropeos, que son varios: Le Pen, Pasqua y, sobre todo, Chevenement. Yo, como estoy reñido con las cifras y las monedas, no soy muy de fiar cuando opino que no se ha producido la temida inflación, aunque el redondeo se haya realizado, a veces, al alza. Pese a que sólo interese a los españoles de París, daré el ejemplo de los periódicos españoles en los quioscos parisinos: ABC pasa de 12 francos a 1,83 euros. Honesto. El País, de 13,50 francos a 2 euros, y misteriosamente El Mundo de 12 francos a 2,05 euros, o sea, el que más ha subido. Con la prensa francesa ocurre que la de izquierdas aumenta, mientras que Le Figaro pasa de 7 francos a un euro, o sea, que baja. Tampoco sería capaz de comentar seriamente si la paridad peso-dólar en Argentina, fue una locura, o si las locuras las cometió De la Rúa —tan eficazmente aconsejado por Felipe González y Solchaga.

El caso es que el vespertino Le Monde se ha hecho ampliamente eco de la xenófoba campaña antiespañola de las “masas argentinas”. A este respecto cita a menudo Clarín, el diario más vendido en Argentina, se dice. Puede que esto se deba a que su corresponsal en Buenos Aires sea la esposa de un redactor-jefe de Clarín. Da la casualidad de que les conozco a ambos, me los presentó Xavier Domingo, en París, claro, a finales del “régimen anterior” español, y eso me recuerda lo bien que se llevaban España y Argentina, en tiempos de Franco y Perón, y con Di Stefano en el Real Madrid. Malévolamente me pregunto si la enemistad actual no se debe también al hecho de que si España hace tiempo que ya no es franquista, Argentina sigue siendo peronista. Lástima para ellos.

Dejémoslo, por ahora, para volver a lo nuestro, o sea la política francesa, y señalar que el Consejo Constitucional, mucho más eficazmente que el acorazado “Aurora”, ha vuelto a disparar contra los proyectos del Gobierno Jospin. La última vez, negó la legalidad constitucional a que la Seguridad Social pagara las 35 horas, esta vez la cosa es aún más importante: ha rechazado, en nombre de la libertad de emprender, que existe desde 1779, con la Revolución, el simbolismo republicano atrona, la ley mal llamada de “modernización social”, impuesta por los comunistas, que retiraba a los empresarios buena parte de sus prerrogativas, que pasaban a manos ¡de los jueces!, en una concepción que creían soviética, pero que era perfectamente franquista. Los comunistas, los Verdes y buena parte de los socialistas están que trinan, y exigen la supresión del Consejo Constitucional. Ya lo había escrito el ambiguo Brecht: “Percatándose de un enfrentamiento entre el gobierno y el pueblo, decidieron disolver el pueblo y nombrar otro”. Porque la visión que de la democracia tiene la izquierda es perfectamente totalitaria.

Anunciado a bombo y platillo —hasta en El País—, el nuevo Le Monde se limita a ciertos cambios de tipos de letra en los titulares, pero el contenido es el mismo, y es así como celebran que “Berlín vuelve a ser rojo”. Aplauden la reconstrucción simbólica del Muro. Dos cosas no perdonaremos a los socialverdes alemanes: estas concesiones a los residuos del totalitarismo comunista de la RDA y el abandono de le energía nuclear. Pero lo pagarán mucho más caro de lo que se cree.

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