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Daniel Sirera

Cabeza de turco

Sólo dos años de Maragall al frente de la Generalidad han sido suficientes para ver cómo Cataluña ha perdido fuelle, nuestras instituciones se han debilitado y el nacionalismo se ha convertido en la ideología de culto de los socialistas catalanes

Aún no ha entrado en vigor el nuevo Estatuto de autonomía de Cataluña y ya se ha cobrado su segunda víctima. Estas son las únicas cosas buenas que nos ha traído este texto. Primero se cargó el tripartito y ahora acaba de llevarse por delante a Maragall. Es, sin duda, una gran noticia para Cataluña y para el conjunto de España que Maragall se retire. Segundas partes nunca fueron buenas. Maragall volvió de sus vacaciones en Roma, después de haber abandonado con un portazo la política municipal, para 'liberar' a Cataluña del nacionalismo asfixiante de CiU. Sólo dos años de Maragall al frente de la Generalidad han sido suficientes para ver cómo Cataluña ha perdido fuelle, nuestras instituciones se han debilitado y el nacionalismo se ha convertido en la ideología de culto de los socialistas catalanes.
 
Todo apunta a que, una vez tomada la decisión de no volverse a presentar, Maragall dará paso a Montilla como cabeza de turco a la presidencia de la Generalidad. Así lo explicitó el Secretario General del PSOE cuando, en el último debate del estado de la Nación, aseguró que sería CiU la que, después de las elecciones, debería desarrollar el nuevo Estatuto. Así pues, Montilla recala en la política catalana con el objetivo de hacer presidente de la Generalidad a Artur Mas. 
 
Mas allá de este encargo, las 'virtudes' de Montilla son suficientemente conocidas: dirigir campañas miserables de acoso a quienes no pensamos como él, aplaudir a quienes agreden al PP, conseguir que la Generalidad 'vendiera' un local al PSC cinco veces por debajo del precio de mercado –el inmueble fue adquirido en julio del año 2004 por 144.897 euros cuando su coste mínimo de mercado era de 661.113– y dedicarse a ayudar políticamente a las entidades financieras que le perdonan las deudas a su partido. No creo, honestamente, que los catalanes merezcamos esta 'nueva generación' a la que Maragall quiere traspasar sus poderes.

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