Menú
EDITORIAL

¿Feliz 2009?

Si bien es cierto que algunas de las previsiones que Zapatero tildó en su día de "alarmistas" y "catastrofistas" se han quedado cortas con respecto a lo que luego nos ha caído encima, esto no exime, sino que agrava la irresponsabilidad del Gobierno.

Tras saberse que el principal indicador de la Bolsa española, el Ibex 35, ha cerrado el peor año de su historia al registrar una caída del 39,4%, o que el Banco de España acaba de confirmar que España ha entrado en recesión en el último trimestre del año, o que el ministro Solbes ha informado que el déficit del conjunto de las Administraciones Públicas ha alcanzado en 2008 un 3 por ciento del PIB, o que la Asociación Nacional de Empresarios y Profesionales Autónomos ha calificado el ejercicio del 2008 como "el peor año desde que se inició la democracia", es difícil, por mucho que sea hoy el último día del año, desear a nuestros lectores lo mejor para el 2009 sin hacerlo entre interrogantes.

Y es que si este año que termina se caracteriza por algo es, precisamente, por esa palabra tabú que el Gobierno tanto se ha resistido a pronunciar: crisis. Desde mucho antes de que se iniciara 2008, sin embargo, la economía española ya daba preocupantes señales de alarma, que fueron irresponsablemente desdeñadas –si no negadas– por un Ejecutivo acostumbrado a vivir de la herencia y de la inercia de las reformas del Gobierno anterior y del artificial estímulo de la economía basado en una irresponsable política monetaria expansiva. Dispuesto a que la realidad no le amargase la campaña electoral, el PSOE inició un uso sistemático de la mentira que encubriera tanto los problemas que nos surgían como su pasividad a la hora de afrontarlos. Ejemplos paradigmáticos de esa negación de la realidad fueron las descalificaciones que Zapatero profirió contra aquellos "antipatriotas" que se atrevían a advertir de la crisis, o la desfachatez de aquella promesa y eslogan electoral del "Por el pleno empleo", sin olvidar la despreocupada, displicente y engañosa intervención de Solbes en su debate económico frente a Manuel Pizarro.

Ganadas las elecciones, Zapatero siguió negando la realidad de la crisis, y hasta presumió de que España contaba con el sistema financiero más sólido del mundo, pocos días antes de aprobar el mayor y más opaco plan de rescate bancario de toda nuestra historia. La crisis financiera, en general, y la de las subprime, en particular, sirvieron, sin embargo, a Zapatero para admitir la existencia del problema, tanto como para engañar sobre la naturaleza del mismo. A partir de entonces, si bien se reconocía parte de la problemática que ya ni siquiera la poderosísima maquina propagandística del Gobierno podía ocultar, ésta se situaba en el exterior y ocultaba muchas de sus raíces internas, que, como la falta de reformas estructurales, hacían y hacen de nuestro país el que más sufre la crisis.

Tras negarse durante tanto tiempo a admitir la crisis, a lo único que se ha limitado el Gobierno de Zapatero es a respaldar un consenso internacional que, lejos de facilitar que la economía de mercado purgue de manera drástica, pero también de manera rápida y sana, los excesos de inversión inducidos por las autoridades monetarias, lo que está haciendo es socializar las perdidas, elevar el déficit y alargar y hacer más severa una crisis que exige reformas estructurales profundas.

Tal es el caso del mercado laboral, donde los socialistas, con la pasiva complicidad de los agentes sociales, no hacen más que encubrir con la palabra "diálogo" una política caracterizada por no hacer nada que no sea agitar la propaganda. Otro tanto se podría decir de la falta de liberalizaciones en muchos otros mercados, como el energético, en donde el Gobierno es preso de sus reaccionarios complejos contra la energía nuclear, lo que le lleva a respaldar ineficientes e insostenibles fuentes de energía alternativas.

En lugar de acometer una drástica e histórica reducción del gasto público, que alcanzara la supresión de no pocos e innecesarios ministerios y que acompañara una no menos ambiciosa disminución de los impuestos, el Gobierno mantiene una despilfarradora política de gasto público a costa del contribuyente y del endeudamiento público que, lejos de paliar la crisis, lo que va a hacer es llevar sus secuelas a generaciones venideras.

Incapaz de decir no a sus socios nacionalistas y preso de estatutos soberanistas como el catalán, Solbes se muestra incapaz de resolver su particular sudoku a la hora de reformar el modelo de financiación autonómica si no es incrementando todavía más ese déficit público que, hasta hace nada, decía que no iba aparecer y que lo ha hecho ya en este año.

Si a eso unimos que los presupuestos del año que viene se basan en unas previsiones de crecimiento que la realidad ya desmentía en el momento de elaborarlos, o que todas las previsiones indican que el 2009 será peor que el 2008, ya se pueden hacer todos una idea del escaso optimismo que tenemos a la hora de desearles, en el terreno económico, lo mejor para el año que viene.

Bien es cierto que Zapatero ha manifestado, sin embargo, su esperanza de que, de la misma forma que las previsiones del pasado se equivocaron al no alertar –según él– de la crisis que nos venía encima, también se pueden volver a equivocar ahora, y llegar la recuperación antes de lo previsto. Además del pobre argumento que esto supone para situar la recuperación, tal y como Zapatero hace, a mediados del año que viene, hay que señalar que, si bien es cierto que algunas de las previsiones que el Gobierno tildó en su día de "alarmistas" y "catastrofistas" se han quedado cortas con respecto a lo que luego nos ha caído encima, esto no es un eximente, sino un agravante de la irresponsabilidad del Gobierno a la hora de hacer y valorar los pronósticos.

Y es que en este nuevo año nos tememos que, con gobernantes como Zapatero, la felicidad habrá que buscarla más que nunca al magen del Estado y de una crisis que, antes de comenzar 2009, ya se ha tornado en recesión.

En Libre Mercado

    0
    comentarios