Helena Resano es una presentadora solvente que está llevando con aire la segunda edición del telediario de TVE. En la cuesta debajo de la programación de la cadena pública, que en Julio ya ha adquirido tintes dramáticos al consolidar su tercer puesto tras Telecinco y Antena 3, siempre hay alguna excepción, al menos en la dignidad y el trabajo de unos pocos profesionales que cumplen con su labor.
Esta semana, Resano, que anda mucho más suelta que hace un tiempo, tuvo que salir rápidamente al paso de una metedura de pata mayúscula como fue la emisión íntegra de un vídeo de Al Qaeda con la ejecución de un rehén turco. Al final del telediario, pidió disculpas por la emisión de la brutal escena de la ejecución y salió al paso de lo que podía haber sido un escándalo.
Las gracias y desgracias de los informativos de TVE son responsabilidad de Fran Llorente, pero no está de más fijarse en los que dan la cara y que hacen que se venda mejor el paquete de noticias. Helena Resano es, en cierto modo, la heredera de Letizia Ortiz. No tiene melena, pero es atractiva, de ojos claros y con una peca que le da un toque personal en el universo de caras guapas que pueblan los telediarios.
El verano, como todos sabemos, es un periodo en el que se prueban sustitutos que pueden encontrar su oportunidad con vistas a triunfar en las estaciones de mayor atención al televisor. El banquillo de caras populares no anda muy nutrido, y no hay que despreciar el entrenamiento en periodo vacacional. Pero, al contrario de lo que ocurre en otros casos, como en los presentadores veraniegos de “Aquí hay tomate”, que no desbancarán a los titulares, la apuesta de Helena Resano incluso puede ponérselo difícil a Lorenzo Milá cuando vuelva.
Uno de los mayores defectos de la televisión en España es que, en general, no se apuesta por poner al frente de informativos a periodistas con personalidad acusada y no les dejan consolidarse durante décadas como en otros países. Tan sólo Telemadrid apuesta por esa fórmula, con Germán Yanke o Luis Mariñas, pero siempre con la incertidumbre de su duración.