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LA VUELTA A LAS LIBRERÍAS DE UN CLÁSICO

Francisco Giner de los Ríos. Pedagogía y poder

A principios de siglo, y en consonancia con el proyecto de regeneración de la raza, cunde la preocupación por la moralidad de los estudiantes que hasta entonces habían vivido en pensiones y casas de huéspedes como las retratadas en la popular La Casa de la Troya. Un regeneracionista, aficionado como todos a las frases tremebundas, las llamó "nuevas casas de Celestinas, cuarteles de la disipación con mecánica femenina".

A principios de siglo, y en consonancia con el proyecto de regeneración de la raza, cunde la preocupación por la moralidad de los estudiantes que hasta entonces habían vivido en pensiones y casas de huéspedes como las retratadas en la popular La Casa de la Troya. Un regeneracionista, aficionado como todos a las frases tremebundas, las llamó "nuevas casas de Celestinas, cuarteles de la disipación con mecánica femenina".
Otros fueron más prácticos. El padre Pedro Poveda (1874-1936), un gran educador católico, escribió varios trabajos sobre el asunto, entre ellos un Estudio y presupuesto para la fundación de una residencia de estudiantes (1910). En 1914 puso en marcha una residencia femenina destinada sobre todo a alumnas de Magisterio. La Institución Libre de Enseñanza, que quería formar a hombres completos, no podía ser ajena a este movimiento. El modelo de Giner eran los colleges ingleses, que tanto había admirado en sus visitas a las ciudades universitarias de Gran Bretaña: un ambiente que ofreciera a los estudiantes un entorno sano, acogedor, relativamente íntimo –otra de las palabras favoritas en la terminología krausiano-institucionista– y familiar, y les ofreciera al tiempo actividades que completaran la educación académica. Giner seguía soñando con su proyecto de restaurar la armonía orgánica en la sociedad. Una forma de hacerlo era restaurar las antiguas instituciones corporativas de los colegios mayores, aquellas "instituciones medioevales" en torno de las cuales crecía una "red de sociedades, fundaciones e institutos corporativos que abarcan la vida entera del alumno".
 
Cuando Cossío vivió en uno de los pocos colegios mayores que habían sobrevivido a la revolución liberal, como era el Colegio Español de Bolonia, se había quedado horrorizado con el ambiente que allí reinaba. Pero así fue como nació la Residencia de Estudiantes. El decreto de creación, escrito por Castillejo bajo la inspiración directa de Giner, lo firmó Romanones, otra vez ministro de Instrucción Pública, esta vez con Canalejas de presidente del Gobierno, en mayo de 1910. La Residencia dependía de la Junta, encargada de nombrar a su "presidente", que era como decidieron llamar al director. Este presidente tendría, como ya suponemos, plena autonomía para su organización y gestión. Al frente, Giner puso a un joven malagueño, Alberto Jiménez Fraud, que le debió de recordar tiempos ya muy antiguos. Como a él mismo le ocurrió con Sanz del Río, Jiménez Fraud se presentó en Madrid con una carta de presentación para Giner, y como a él le había pasado con su amistad con Ortí y Lara, al joven Jiménez Fraud la lectura de la Historia de los heterodoxos de Menéndez Pelayo le había inculcado alguna prevención hacia los discípulos de la escuela krausista.
 
Alberto Jiménez Fraud viajó varias veces a Inglaterra, estudió el sistema de enseñanza inglés, y tras ser descartado Juan Uña, a pesar de su prosapia krausista, resultó elegido para dirigir el nuevo organismo de la Junta. En 1917 se casó con Natalia, la hija mayor de Cossío y Carmen López-Cortón. La Institución seguía practicando la endogamia. El embrión de campus a la inglesa seguía creciendo, porque la Residencia se instaló en otro hotelito de la calle Fortuny, muy cerca de la Institución y de la Junta. Al principio había quince residentes. Se desayunaba "de tenedor", a la inglesa, y cada estudiante dormía en su propia habitación, con una sala, un comedor y una sala de estudios. Todo era austero y barato, como correspondía al espíritu ecónomo de Castillejo, que fue al principio el alma del proyecto. Y todo estaba meticulosamente limpio. "¡Cuándo vendrá por aquí un soplo de ideal franciscano a barrer esta inmundicia [española]!", decía Castillejo. Y Giner, que inspiraba esta reflexión, precisaba: "La mugre es el déspota absoluto de España. Impera, triunfa en todos lados. ¡Todo huele mal! ¡Qué cosa más espiritual que barrer un pueblo!".
 
Logo de la Residencia de Estudiantes.La Residencia también acogía a escritores, siempre que fueran amigos del círculo de Giner, claro está. Unamuno se alojaba allí cuando venía a Madrid. A Giner se le vio muy pocas veces por la Residencia. Una de ellas fue en una charla de Unamuno, perdido entre el público. El poeta Juan Ramón Jiménez vivió en la Residencia hasta que se casó, y le escribía a su madre que se ponían manteles y servilletas limpios cada día. El agua, "filtrada y hervida". De la servidumbre, para qué hablar. "Todas de negro, con delantales y guantes blancos. No puede usted figurarse cómo están educadas estas criadas". Juan Ramón Jiménez exageraba. Pero ése era el espíritu de la Residencia. Cuando los señoritos se hubieran transformado en unos gentlemen, España estaría en vías de ser regenerada. El elitismo tenía ese objetivo, que Giner dictó a la labor incansable de Castillejo: "No creo [que] estemos en círculo vicioso: este se rompe haciendo gente, no buscándola. Y es urgente que nos pongamos a acentuar esa formación con intensa energía".
 
En aquel ambiente fue donde Alberto Jiménez Fraud y la plana mayor de la Junta para la Ampliación de Estudios recibieron al rey Alfonso XIII el 11 de febrero de 1911. Los fiambres se encargaron a Lhardy y la Residencia tuvo éxito. Hubo muchas peticiones de plazas. Se aplicó el mismo sistema informal de selección que en la Junta, y los residentes acabaron siendo los hijos de los amigos y conocidos. Pronto hubo que alquilar un piso cerca. En 1911 la Residencia ofrecía ya 54 plazas. En 1913 la Junta aprobó la construcción de unos pabellones propios en los altos del Hipódromo, justo enfrente del solar donde se iba a levantar la gran Institución, al final de la Castellana. Giner tuvo que dar algún empujón en el ministerio, y las obras se terminarían en 1915. Giner no pudo ver ya el nuevo edificio. Sería la sede de la famosa Residencia de Estudiantes donde años más tarde pasaron tan buenos ratos algunos jóvenes artistas como Federico García Lorca, Luis Buñuel o Salvador Dalí. En 1915 se abrió cerca de la primera sede la Residencia para Señoritas, que se encomendó a la dirección de María de Maeztu, hermana del escritor, una extraordinaria educadora también becada por la Junta.
 
La Residencia de Estudiantes se llamó así para evitar los problemas que hubieran surgido con un nombre más claro, como el de colegio mayor, que es lo que era en realidad. Y es que el problema de fondo era siempre el mismo. Según el proyecto de sus promotores, la Residencia tenía que haberse financiado con las aportaciones de los residentes. Entre 1910 y 1915, cada uno pagaba entre 3,25 y algo más de 7 pesetas diarias. También debía acoger a "chicos ricos y pobres", según expresión de Castillejo. Para eso se había previsto la concesión de becas. Pero los ingresos de la Residencia apenas daban para la comida y el servicio. Y hubo que recurrir al presupuesto de la Junta.
 
Las filigranas de Castillejo y Jiménez Fraud para justificar la situación fueron siempre muy ingeniosas. La financiación por la Junta era un incumplimiento flagrante de lo que se había propuesto, una competencia desleal para otros proyectos similares y un desmentido sin paliativos a las famosas teorías sobre la soberanía de las esferas. Pero, gracias al Estado, la Residencia tenía "plena independencia en relación a los alumnos y a las familias" para conservar el "influjo educador, que es su fin esencial". Además, la cesión gratuita de edificios a cargo de la Junta le permite sin embargo a ésta "exigir un tono de vida, de higiene y de limpieza, de moralidad y de maneras que sería difícilmente alcanzado por los alumnos atenidos a sus cuotas, aquí donde por tradición se ha dado poca importancia a todo lo que no sea una buena y abundante comida".
 
Total, que el Estado pagó el alquiler, la construcción y rehabilitación de locales, los muebles, el material de educación y los sueldos, entre ellos el del "presidente" de la Residencia de Estudiantes. Aquel intento de crear una nueva aristocracia de vanguardia con hijos de familias pudientes corrió a cargo del presupuesto público.
 
 
NOTA: Este texto está tomado del capítulo 8 de FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS. PEDAGOGÍA Y PODER, de JOSÉ MARÍA MARCO, que acaba de publicar la editorial Ciudadela.
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