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El Rey y Abdalah

Por mucho que a D. Juan Carlos pueda gustarle la iniciativa de Rodríguez Zapatero, no puede olvidar que no cuenta con el beneplácito ni del PP en casa, ni de buena parte de las democracias occidentales fuera de ella.

Las casas reales siempre han pretendido formar un gran club familiar y cosmopolita. El rey Juan Carlos se ha sentido pariente de otros monarcas como en su día lo fueron Hassan II en Marruecos y Husein de Jordania. Hoy prolonga esa relación con sus herederos, Mohamed VI y Abdalah. Nada que objetar al respecto. Y, por tanto, tampoco a su visita al Reino de Jordania, posiblemente el mejor aliado de occidente entre todos los países árabes.

Otra cosa muy distinta es que nuestro monarca acepte de buen grado el papel que le quiere asignar el actual gobierno socialista y que escapa con mucho la representación exterior e institucional del Estado. Ante el aislamiento exterior del gobierno español, Rodríguez Zapatero y Moratinos han pretendido externalizar la política exterior en la figura del Rey, justo en materias claves donde se topaban con profundos obstáculos por parte de nuestros aliados o donde no se ha conseguido el más mínimo consenso con el principal partido de la oposición, el PP.

Un caso concreto con ocasión de este viaje oficial de nuestro monarca es la iniciativa conocida como "Alianza de civilizaciones", de la que se espera firmar una declaración conjunta a la sombra de ambas coronas. Por mucho que a D. Juan Carlos pueda gustarle la iniciativa de Rodríguez Zapatero, no puede olvidar que no cuenta con el beneplácito ni del PP en casa, ni de buena parte de las democracias occidentales fuera de ella.

Si nuestro rey de verdad quisiera ejercer de hermano mayor del rey Abdalah, en lugar de liarle con propuestas que no conducen a resolver nada, podría orientarle en lo que de verdad Jordania sí puede hacer. Desde Amman se acaba de lanzar la idea de que los fondos de la comunidad internacional –léase, sobre todo los de la EU– destinados al pueblo palestino y ahora congelados para no pagar a los terroristas de Hamas en el gobierno, podrían ser canalizados a través de Jordania. Cómo, no se sabe aún, pero se trataría de discriminar entre autoridades y receptores privados, a pesar de que para eso ya están las ONGs sobre el terreno.

D. Juan Carlos podría sugerirle, no obstante, otra forma de ayudar definitivamente al pueblo palestino: en lugar de servir de intermediario de fondos internacionales, Jordania debe asumir un papel protagonista en el proceso de paz. La fórmula es bien sencilla: Una vez consumada la desvinculación israelí de la Cisjordania al Este de la valla de seguridad, para evitar que sea Hamas quien controle ese territorio, Jordania debería encargarse de su gestión, con una presencia militar y de seguridad sobre el terreno. A cambio Jordania recibiría la ayuda internacional suficiente para poder cumplir con éxito su labor.

A Israel le interesaría este esquema, porque dejaría en manos de un buen amigo la quiebra del terrorismo palestino; a Jordania le interesaría porque eliminaría la amenaza que desde suelo palestino significa Hamas y el fundamentalismo islámico para su propia estabilidad; y a España le interesaría apadrinar esta opción paras sentirse otra vez relevante en la escena internacional. ¿Por qué, entonces, no es lo que propone nuestro rey? ¿Será por Moratinos? Enzarzarse en el lío de la Alianza de civilizaciones es dejar convertido a Abdalah en un personajillo infantil de las historias de Tintin.

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