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En la encrucijada

Sin que la tensión haya disminuido, ahora hay que esperar hasta junio para que celebren los comicios legislativos y las elecciones presidenciales, para que esta vez sea la población quien elija directamente al nuevo presidente.

El Tribunal Constitucional turco invalidó la elección en el Parlamento del islamista Abdula Gul como presidente de la república. Muchos turcos se horrorizan sólo con pensar en tener como primera dama de su país a la esposa de Gul. El motivo es que la señora Gul usa un hijab más parecido al del ayatolá Jomeini en Irán que al tradicional tocado de las mujeres campesinas de la Anatolia turca.

El primer ministro turco Erdogan, al que se le acusa de tener una agenda secreta islamista para el país, rechazó durante meses la propuesta de la oposición de retrasar la elección del nuevo presidente hasta después de las elecciones parlamentarias. Parece bastante lógico que el nuevo Parlamento hubiera elegido al nuevo jefe de Estado. Al final se salió con la suya y se eligió como nuevo presidente a Gul, único candidato y ministro de Relaciones Exteriores del partido gobernante islamista AKP. Y con él llegó el revuelo.

El ejército manifestó que, como garante institucional de la herencia kemalista, de ser necesario mostraría sus posturas si el secularismo se encontrara en peligro. El comunicado le valió una dura reprimenda de la Unión Europea, que no tolera los uniformes militares. Sin embargo, esta vez parece que ha olvidado que, en estos momentos, la amenaza más seria contra la democracia en Turquía no viene precisamente por este frente. El bloque europeo olvida también que junto a los militares cientos de miles de civiles han salido a la calle para gritar que no quieren que su país caiga en manos de los islamistas. ¿Puede hacer algo Europa para defender la laicidad del Estado turco? Parece muy difícil ya que ni entiende el fenómeno de la amenaza del extremismo islámico ni pregona con el ejemplo. Ni siquiera ha sido capaz de lidiar con la ambigüedad de un personaje como Tayyip Erdogan.

Las rotundas manifestaciones a favor de la unidad constitucional, la preocupación mostrada por el ejército, las protestas de los partidos de la oposición y hasta el tambaleo de los mercados bursátiles no dejaron muchas más opciones al Tribunal Constitucional. Invalidó la votación de la elección del nuevo presidente, aunque alegando motivos técnicos. Sin que la tensión haya disminuido, ahora hay que esperar hasta junio para que celebren los comicios legislativos y las elecciones presidenciales, para que esta vez sea la población quien elija directamente al nuevo presidente. Es cierto que la población turca está muy dividida pero también es verdad que, en los comicios de 2003, gracias a su peculiar sistema electoral, el partido de Erdogan se hizo con dos tercios de los escaños del Parlamento con sólo el 34% de los votos. A ver qué deparan las elecciones. No hace falta decir lo que supondría para Turquía y para la seguridad europea un presidente y un primer ministro islamistas.

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