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Lecturas recomendadas

si George W. Bush es coherente con lo que le inspira y sus recomendaciones bibliográficas, también cabe esperar su inquebrantable compromiso con la democracia en el mundo

En una reciente entrevista de la revista Time al presidente George W. Bush, cara a su próxima toma de posesión el jueves 20 de este mes, no sólo el inquilino de la Casa Blanca seguía defendiendo su gestión internacional, la intervención en Irak y su estrategia de avance de la democracia, sino que, además, se atrevía a recomendar una lectura, el libro de Natan Sharansky The case for democracy. Se trata de una recomendación a no tomar a la ligera.
 
En primer lugar por el libro en cuestión. Para quien no lo sepa aún, Natan Sharansky es un famoso disidente del régimen soviético, colaborador de Andrei Sajarov y que sufrió en sus carnes trece años de una condena injusta y bárbara. Fue torturado sistemáticamente y privado de cualquier bienestar durante trece largos años. Justo hasta cuando Ronald Reagan le dijo a Gorbachov que el acercamiento entre ellos sería imposible mientras siguieran existiendo prisioneros políticos y los judíos no pudieran emigrar libremente a Israel si así lo querían. Sharansky fue liberado, se instaló en Israel y acabó ocupando carteras ministeriales tanto con los laboristas como los conservadores.
 
La tesis de su obra es clara y contundente: el mundo se divide entre sociedades (o países) de la libertad y del miedo. Y cuando se permite a la gente expresarse libremente, siempre optan por vivir en sociedades libres. Da igual su raza y credo. Lo que vale también para el mundo musulmán, árabe y palestino. Además de este ansia universal de libertad, Sharansky cree que sólo a través de una más extensa democratización se podrá conseguir una mayor seguridad. Cree que las dictaduras por su peculiar naturaleza generan una dinámica que requiere la existencia o fabricación de un enemigo y que, carentes de contrapesos internos, tienden a escalar en su violencia. El antídoto, una inyección de libertad de opinión, libertad de prensa, libertad de culto y elecciones con oposición real y efectiva.
 
¿Por qué ha escogido el presidente George W. Bush esta libro en lugar de tantos otros posibles? Porque el autor expone brillante y contundentemente lo que Bush ha estado persiguiendo en los últimos años: luchar conceptualmente con todos aquellos que niegan al mundo árabe la posibilidad de adoptar una convivencia bajo formas democráticas, defender una acción y un compromiso moral con la libertad y su expansión por parte de quienes más la disfrutan, las democracias liberales, y apostar por consolidar la seguridad internacional a través de un proceso de profunda transformación del mundo islámico.
 
Es más que probable que en su toma de posesión George W. Bush hable de la necesidad de trabajar conjuntamente con sus aliados tradicionales, reparar el daño causado a instituciones internacionales como la ONU y todas esas cosas que gustarán oirse en la cancillerías de la Vieja Europa. Pero si George W. Bush es coherente con lo que le inspira y sus recomendaciones bibliográficas, también cabe esperar su inquebrantable compromiso con la democracia en el mundo. Esa batalla se está librando en Irak, donde muy pronto tendrán lugar las primeras elecciones libres de las últimas décadas; y tendrá que librarse, aunque esperemos que por otros medios, con Irán y la patria del wahabbismo, Arabia Saudí.
 
Un cómico británico decía que lo importante en una democracia no era el voto, sino el recuento (posiblemente algunos demócratas americanos piensen lo mismo). Pero el mero hecho de tener la posibilidad y la oportunidad de votar es ya muy significativo en el Oriente Medio. La elección de Mahmud Abbas parece haber alterado si no la dinámica al menos sí las expectativas sobre el proceso de paz; pronto habrá elecciones en Siria y aunque estén amañadas de antemano, no se descartan sorpresas. Incluso Arabia Saudí piensa convocar elecciones municipales en las que, por supuesto, no podrán participar las mujeres. Pero todo esto puede tener consecuencias inesperadas. Está demostrado que cuando se le da algo a alguien, siempre pide más. Cuando se trata de libertad sólo una democracia efectiva es el límite. Y Bush lo sabe.
 
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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