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Los términos de la derrota

Todo en este proceso es una pura ficción, una inmensa mentira. Es mentira que no se haya negociado. Es mentira que no se haya pagado un precio político por la paz. Es mentira que ETA esté cumpliendo el alto el fuego.

Antes de que ETA anunciara el cese de sus actividades armadas, la tregua ya existía en la imaginación de Rodríguez Zapatero. Tras mucho suplicar y a un coste que aún desconocemos en su totalidad, pero podemos suponer, el presidente logró arrancar a los terroristas un comunicado en que reafirmaban su existencia, mantenían sus reivindicaciones y concedían un "alto el fuego permanente" con la intención de abrir una negociación con el Estado español.

Los hechos, sin embargo, están demostrando que ese alto el fuego no es menos imaginario tras el anuncio de ETA. Los terroristas siguen extorsionando a empresarios, intimidando a los que no asumen su credo totalitario y colocando artefactos contra intereses económicos españoles. Pero Zapatero no quiere que nada disturbe su sueño de paz. El presidente no lee las cartas de amenazas, no condena las agresiones a sus adversarios políticos y no oye las explosiones.

Pero el debate de fondo no es si ETA cumple o no su promesa de hacer un paréntesis en su actividad criminal. La cuestión principal es si es suficiente que ETA deje de matar para que el Estado claudique ante ella en una mesa de negociación. La cuestión es si la sociedad española está dispuesta a comprar una paz falsa al precio de su dignidad y de su libertad. La cuestión es si la paz es un valor absoluto por el que merece la pena sacrificar la verdad y la justicia. La cuestión es si para garantizar la seguridad de los vivos debemos antes traicionar la memoria de los muertos.

Todo en este proceso es una pura ficción, una inmensa mentira. Es mentira que no se haya negociado. Es mentira que no se haya pagado un precio político por la paz. Es mentira que ETA esté cumpliendo el alto el fuego. Es mentira que una paz que no respete la memoria, la justicia y la libertad sea una paz verdadera y auténtica.

Los terroristas deben y pueden ser derrotados. Pero en un momento en el que el lenguaje está siendo manipulado hasta extremos insospechados es preciso aclarar qué significa la derrota del terror. Derrotar al terror significa antes que nada la disolución de la banda terrorista. Significa la entrega de sus armas y la entrega de sus miembros a la Justicia para que respondan de sus crímenes. Significa una petición de perdón sincero a sus victimas, a la sociedad vasca y al conjunto de la sociedad española, a la que tanto sufrimiento ha causado. Significa la asunción por parte de ETA de su inmenso error histórico y su renuncia expresa a no volver jamás a usar la violencia para defender cualquier idea o proyecto. Supone, por último, la renuncia a una ideología totalitaria que más allá de sus métodos criminales supone, para la democracia, una amenaza en sí misma.

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