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George Will

Obama, presidente de General Motors

¿Ha considerado nuestro planificador automovilístico, alias presidente Obama, la posibilidad de que los "coches del futuro" sigan siendo los de siempre?

La Constitución enumera tres requisitos que deben cumplir los candidatos a la Presidencia: han de ser ciudadanos estadounidenses de nacimiento, tener 35 años y haber residido en el país por lo menos durante 14 años. Pero tras la intervención masiva del Gobierno en la economía, deberíamos añadir una cuarta: los presidentes deberían saber pronunciar las mayores tonterías con cara de póker, no sea que la población entienda lo que están haciendo. No tendría consecuencias demasiado positivas que la gente comprendiera que se prometió a FIAT un préstamo de 6.000 millones de dólares si se quedaba con Chrysler.

Barack Obama exhibía su mejor talante para negar la realidad cuando proclamaba que "el Gobierno de Estados Unidos no tiene ningún interés en General Motors" para al mismo tiempo: anunciar la destitución de su consejero delegado y nombrar a su sustituto, promover la reelección del Consejo de Administración, anunciar la renovación del plazo para que la compañía presente otro plan de viabilidad y seguir inyectando miles de millones de dólares para reflotarla.

Esencialmente, su Administración prefiere llevar a cabo todas esas actuaciones antes de tolerar que un concurso de acreedores enfurezca al sindicato del sector del automóvil, quien ya había mostrado su agradecimiento anticipado a Obama a través de numerosas donaciones para su candidatura. De momento, el presidente ha tenido el "coraje" de destituir a los directivos, esa minoría tan odiada por todos. Va a necesitar, sin embargo, más valor si, tal y como anuncian desde su Gobierno, su paciencia se está agotando, de modo que la compañía podría tener que enfrentarse a una quiebra "controlada" o "quirúrgica". Vamos, que se tratará de una bancarrota artificial que no incordie en lo más mínimo a los sindicatos.

El pasado mes de noviembre, hace cinco meses y 17.400 millones de dólares en rescates al automóvil, yo mismo comentaba que:

Algunos detractores de la no intervención dicen que no se debe permitir que GM quiebre antes de que termine de fabricar las baterías de su Volt eléctrico, ya que presuntamente estos modelos son la clave para que resucite la compañía. La firma comenzó a diseñar este vehículo para congraciarse con los pocos ingenieros obsesionados con el medio ambiente que hay en el Congreso. Este grupo de congresistas ya ha aprobado rebajas fiscales de hasta 7.500 dólares destinadas a los compradores de estos coches (vamos, sobornos que revelan las dudas que tienen los políticos sobre el entusiasmo que despiertan estos coches entre los consumidores).

En diciembre, General Motors, a modo de pedigüeño que acude al Congreso a mendigar dinero a sus amos, pagó un anuncio en prensa a toda página disculpándose por haber "decepcionado" a todo el mundo y prometiendo dejar de vender tantas "camionetas y todoterrenos" (11 de los 20 productos más rentables de la compañía en 2008) para pasar a ofrecer "nuevos y revolucionarios vehículos como el Chevrolet Volt". Otro anuncio, que se lanzó a finales de diciembre y que seguro que todavía anda por ahí, muestra un automóvil conectado a un enchufe eléctrico y dice que el Volt supone "la reinvención del coche".

La semana pasada, en un soporífero resumen sobre el plan de viabilidad de General Motors, la Administración Obama sentenciaba que:

La compañía obtiene una gran parte de sus beneficios por la venta de vehículos de gama alta y todoterrenos, que son vulnerables al progresivo cambio de las preferencias de los consumidores hacia los coches más pequeños. Sin embargo, aunque el Chevy Volt resulte prometedor, todavía es demasiado caro como para que resulte viable a corto plazo.

El abrupto cambio en las preferencias de los consumidores que supuestamente volvía desaconsejables los coches de gama alta para los nuevos expertos en automóviles de la Casa Blanca, se ha materializado durante estos días en titulares como: "Caen como una piedra: se desploman las ventas de los coches híbridos". Sin precios de la gasolina a 4 dólares, el consumidor –ese engorro con gustos insufribles– no quiere aquellos vehículos que los políticos quieren que quiera, ni siquiera cuando se los ofrecen con varios incentivos como enormes descuentos.

Los dos superventas de Estados Unidos este año han sido los vehículos pesados (la Serie F de Ford y el Chevy Silverado). En febrero, Toyata vendió 13.600 camionetas Tundra y Tacoma y 7.232 Prius. Vende los Prius perdiendo dinero, pero se lo puede permitir porque gana montañas de billetes vendiendo turismos de carga. ¿Ha considerado nuestro planificador automovilístico, alias presidente Obama, la posibilidad de que los "coches del futuro" sigan siendo los de siempre?

No podemos acusar a su Administración de no hacer correctamente aquello que, de por sí, no puede hacerse correctamente. Y es que la clase política, con una nula experiencia en el mundo empresarial, tiende a fracasar de manera estrepitosa en este ámbito. Ahora bien, la Administración sí puede ser criticada por intentarlo. El pasteleo del actual Gobierno (y también de su predecesor) merece el juicio que hace un entrenador de hockey sobre su equipo: "Cada día estáis más mantas. Y hoy habéis jugado como mañana".

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